Aquel año 2000, la lucha popular había alcanzado su más alto nivel al derrocar al gobierno corrupto de Jamil Mahuad, que como herencia dejaba el mayor atraco bancario en la historia del Ecuador y la dolarización.

Era mediados de Diciembre, lo recuerdo bien. Con Fernando Ochoa, filósofo, teatrero y artesano exponíamos camisetas de su desaparecida microempresa Iconos en el Centro Artesanal del Ministerio del Trabajo de la Avenida 12 de Octubre, cuando me dijo que lo habían invitado a una reunión de no sé qué proyecto de prensa escrita y que como no quería abandonar la venta loca me fuera a ver de lo que se trataba.

Me dirigí a la Santa Prisca, al Edificio Albán, a la oficina 102, donde como único mobiliario se divisaba un escritorio desvencijado coronado por una computadora y una impresora que más parecían del año de la chispa. Sentados en torno a una larga mesa se encontraban un puñado de soñadores que hablaban de hacer un periódico alternativo: ¡De qué tan hablarán!, me dije para mis adentros.

Sin saberlo, acudía a la primera mesa de redacción. Sin mayor, preámbulo nos pusimos manos a la obra, porque el tiempo apremiaba y se tenía previsto que el periódico tendría que circular el 21 de Enero del 2001, primer aniversario de la caída de Mahuad.

Por entonces estaba terminando una Maestría en Estudios Culturales Latinoamericanos en la Universidad Andina Simón Bolívar, y hacía mis primeros pininos en la academia impartiendo clases de Psicología Social y Metodología de la Investigación en la Universidad Politécnica Salesiana y con mis alumnos de la facultad de Psicología salimos para apoyar la lucha popular en las calles. Confesé que mi formación no era la de comunicador social, que mi formación era la de Psicólogo Clínico y más precisamente de Psicoanalista, y que había escrito una que otra cosa en el ámbito de la Literatura. En respuesta, se me preguntó si estaba dispuesto a asumir el desafío.

No sé cuántos días con sus noches escribí, reescribí, corregí y volví a corregir mi primer artículo acerca de la fiesta de Saquisilí, que se tituló: “Recogimiento religioso y explosión cultural”, con el temor del principiante de que fuera vetado y por consiguiente quedara out del proyecto. En respuesta, mis futuros amigos, compañeros, panas y camaradas, no me anularon como suelen hacer los grandes medios de comunicación, más bien me apoyaron a que cumpliera con entusiasmo mi tarea y me designaron Editor de Cultura e integrante del Consejo de Redacción del quincenario.

Luego sobrevinieron los arduos debates, la crítica constructiva, el análisis y la reflexión sobre los acontecimientos del Ecuador y del mundo, la formación política, las peñas culturales en la misma oficina: “mano a la ingle” (como suele decir el poeta Alfonso Murriagui) con una copita de ron o vino porque Opción ya tenía una nueva grabadora de periodista, una cámara de fotos, un radiograbador o la expectativa de ver cómo había quedado cada nuevo número.

Desde mi ático caótico de San Antonio de Pichincha en donde me refugio, doy gracias a la vida por la solidaridad y la camaradería de Ramiro Vinueza, Franklin Falconí, Gonzalo Mendoza “Avispa”, Fernando Oña, Alfonso Murriagui, Patricio Aldaz, Karla Calapaqui con quienes iniciamos este sueño hecho realidad, y a quienes se han ido sumando en el avatar periodístico: Amparito Sigcha, Adriana Puruncajas, Edison Solís, Tatiana Carcelén, Lénin Rodríguez, Sergio Caza, Cristhian Amaguaña, Carmita Pierpuezan, Angel Sagñay, José Maldonado, Miguel Morales, etc.

!Tanta vida y jamás- como diría el poeta peruano César Vallejo-,jamás claudicaremos en luchar por las causas justas y estar del lado de los pueblos oprimidos y explotados! Gracias a tantos colaboradores, distribuidores, lectores, suscriptores por acolitar para que Opción, al cumplir ocho años de ininterrumpido trabajo, sea uno de los referentes del periodismo alternativo en el Ecuador, Latinoamérica y el mundo.