Con partidos que no representan a la sociedad, políticos sospechosos de corrupción, ausencia de la división de poderes y autoridades electorales sin credibilidad, el sistema político mexicano se sume en la mayor crisis de legitimidad que ni durante los peores momentos del priismo se conoció. Politólogos e historiadores coinciden en que un régimen sin base social es insostenible. “Asistimos a la muerte de la política; la sociedad busca nuevas vías para transformar su realidad”, señala Aguirre Rojas
Los electores dan la espalda a la “fiesta de la democracia”. Los “ganadores” de la jornada electoral asumirán sus cargos con el respaldo de una minoría apenas perceptible. Las propias estimaciones del Instituto Federal Electoral previeron que la gran mayoría no acudiría a las urnas, habría anulado su voto o simplemente no votaría por el “triunfador”. Con ese déficit de legitimidad cargarán no sólo la LXI Legislatura, seis gobernadores, 12 legislaturas locales, 525 ayuntamientos, la Asamblea Legislativa del Distrito Federal y los 16 delegados políticos de la capital de la república, sino toda la “clase política” y el régimen de Felipe Calderón, aseguran analistas.
“La ‘clase política’ ya viene ejerciendo los cargos sin legitimidad. Creen que pueden seguir ejerciendo el poder indefinidamente mediante el mundo virtual que crean los medios de comunicación que le son afines. Sin embargo, es claro que las bases están carcomidas. Es como una muela cuyas raíces están podridas: podrá sostenerse algunos días o semanas, pero esa muela finalmente tendrá que extirparse”, explica Pablo Moctezuma Barragán, politólogo, historiador y urbanista.
Carlos Antonio Aguirre Rojas, doctor en economía por la Universidad Nacional Autónoma de México y posdoctor en historia por la École des Hautes Etudes en Sciences Sociales de París, señala que el repudio a las elecciones en México es parte de “un proceso profundo de deslegitimación de las instituciones, de colapso de los procesos políticos, de demostración de que la política como mecanismo de expresión del descontento social ya no es el espacio adecuado; estamos viviendo la muerte de la política: todo el sistema de la democracia representativa, la división y equilibrio de poderes, el mecanismo de las elecciones están colapsados”.
El fracaso de la vía electoral
En diciembre próximo se cumplirán 32 años de la reforma electoral que permitió a la oposición de izquierda su entrada al juego por el poder político. Más de tres décadas después el abstencionismo y la anulación de los votos parecen señalar el fracaso de la vía electoral como método para el cambio de régimen y, en consecuencia, como forma de resolver las profundas desigualdades sociales y económicas.
“La democracia mexicana carece de la más mínima autenticidad, incluso si se le juzga desde el punto de vista de sus propios postulados doctrinales. Se trata, ni más ni menos que, de una farsa totalmente prefabricada y controlada por los grupos de poder económico y político y por el Estado, cuyo único propósito es dar ciertos visos de legalidad, de ‘legitimidad popular’, a su dictadura de clase.”
Habla el sociólogo Arturo Palacios Aguirre, académico, investigador y quien ha escrito diversos ensayos acerca de los grupos y partidos de izquierda en México. De cara al proceso electoral de este 5 de julio, analiza la diferencia entre tomar el poder político en México y ejercer la administración del gobierno.
“Resulta evidente que no es posible tomar el poder por la simple vía del voto ciudadano, como pretende la oposición de izquierda en México desde hace décadas. Ello es así, porque con el triunfo electoral no se toma el poder real, sino, simplemente, las riendas del gobierno”, subraya.
Cuando un candidato de las fuerzas de la oposición llega a triunfar, no se desmoronan, por ese sólo hecho, las fuerzas que apoyan al antiguo régimen, ni cambian tampoco su ideología, su manera de pensar y de sentir.
Advierte que todo aquello que constituye el verdadero poder –el ejército, la policía, los jueces y magistrados, la burocracia y, principalmente, la palanca del poder económico (la tierra, las fábricas, los bancos, el transporte, las comunicaciones)– sigue estando en las manos y al servicio de la clase explotadora, de la clase beneficiaria del viejo sistema.
Entre las causas del rechazo a la “clase política”, los investigadores destacan la ausencia de plataformas políticas reales. Todas las propuestas son tan parecidas que un político puede pasar de un partido de derecha a uno de centro o de supuesta izquierda sin ningún problema ideológico. Y en general todos los partidos tienden a adelgazar el Estado.
“El Estado mismo se ha ido deslegitimando, ha entrado en crisis y ha dejado de cumplir sus funciones fundamentales. Todo lo que tiene que ver con sistemas de seguridad social, educación pública, salud está totalmente colapsado, y eso arrastra a la clase política”, señala Aguirre Rojas.
—¿Se acabaron las diferencias? ¿Todos los partidos y los políticos que están por la vía electoral son iguales?
—Sí hay diferencias. La ultraderecha que ahora está en el poder en México, y en otros países como Colombia, proviene de un partido ultraconservador en el plano cultural; además es muy represiva y muy racista. Mientras, partidos que se pretenden de izquierda como el Partido de la Revolución Democrática (PRD) es un poco más liberal en materia cultural y aborda un poco más la problemática social. Pero hasta ahí.
El autor señala que el problema del sistema de partidos actual es que ninguna de estas agrupaciones políticas por sí sola, pero tampoco en su conjunto, logran representar el descontento social. Tampoco logran que la sociedad mexicana, con toda su pluralidad y complejidad, se sienta representada por ellos.
“Tenemos miles de sectores y movimientos: feministas, indígenas, campesinos, obreros, estudiantiles, de múltiples minorías… y ningún partido está siendo capaz de reflejar esta pluralidad de intereses, esta pluralidad de demandas.”
El PAN, la fascistización
Edgar González Ruiz, filósofo y especialista en la derecha política mexicana, explica que le Partido Acción Nacional (PAN) busca fortalecer los pilares que lo sostienen en el poder, y que son los mismos en los que tradicionalmente se han poyado los regímenes de corte fascista: el ejército, el clero, los medios de comunicación y el gran empresariado.
El partido en el poder dejó de lado las promesas de empleo y seguridad que ofreció en 2006 y lanzó ahora en 2009 un mensaje monotemático: la lucha contra las drogas. Con ello pretendería también “legitimar” la presidencia de Felipe Calderón y las labores policiacas del Ejército Mexicano.
––¿Efectivamente se vota contra las drogas al votar por el PAN? –se le pregunta a Pablo Moctezuma Barragán, autor de Los orígenes del PAN y de ensayos históricos sobre el panismo.
––No, se vota por el uso de la fuerza. Parece que ésa es la consigna del panismo de hoy: no imponerse por el poder de la ley, sino por el poder de la fuerza. Se está construyendo una Presidencia fuerte por encima del Congreso, de los estados y de la soberanía nacional, sin importar el respeto a las leyes. Esto es un proceso de fascistización.
Edgar González Ruiz, por su parte, señala que “al votar por el PAN se vota por el partido que heredó la tradición de los cristeros, el que representó la continuidad de los conservadores, se vota por la parte más conservadora de la jerarquía católica, por el partido que siempre estuvo contra la educación sexual, contra el aborto y por el partido que en su momento tuvo simpatías por los nazis y Pinochet. Tan sólo en este momento, es votar por la militarización”.
El voto por el PAN, según Carlos Aguirre Rojas, se habría convertido en un voto por una estructura tan corrupta como la del Partido Revolucionario Institucional (PRI), pero sin la experiencia de cómo negociar ni a quién corromper ni a quién reprimir.
“Una inmensa cantidad de mexicanos estaba convencida que no podía haber nada peor que el PRI. Los nueve años de administración panista nos han demostrado que sí. Los gobiernos panistas son igual de neoliberales y represores, pero, además, entreguistas y anticulturales.”
El PRI, el retorno al pasado
El partido más viejo del sistema político mexicano, que nació en 1929 con el nombre de Partido Nacional Revolucionario y por más de 70 años detentó el poder, aún es el que más identifica la ciudadanía con la corrupción, el compadrazgo, la represión y la impunidad.
Sin embargo, es el único que podría mantener un crecimiento sostenido desde que fue echado del poder en 2000, tiempo en que no sólo perdió la Presidencia de la República, sino el Congreso de la Unión, y casi la mitad de los gobiernos y congresos estatales. Desde entonces, todo ha sido subir en las preferencias, más por decepción del panismo en el poder y la corrupción en los otros partidos que por los méritos de la plataforma política priista.
“El voto por el PRI es un voto por el retorno al pasado”, señala Aguirre Rojas. “Es la representación de una estructura corrupta neoliberal que muy pocas diferencias guarda en este momento con el PAN en materia económica, política y social”.
El PRD, el fracaso de la “izquierda” electoral
Autor del libro Los partidos políticos en México. Una perspectiva histórica, Arturo Palacios señala que con el fracaso del proceso electoral de 2009 también “se romperá el paradigma de una izquierda que en su ingenuidad supuso que podría tomar el poder por la vía pacífica para instrumentar cambios estructurales en beneficio de los desposeídos, y que hoy llega a un proceso electoral desgastada, dividida, y fraccionada”.
Rosa Albina Garavito agrega que esa “izquierda” llega, además, corrompida, convertida en una franquicia electoral, luego de haber traicionado los principios enarbolados en 1988.
Por su parte, Arturo Palacios prevé que a pesar de la debacle del PRD la izquierda no aprenderá la lección: se recompondrá en un nuevo frente de organizaciones o en un nuevo organismo, pero seguirá pugnando sólo por tomar las riendas del gobierno, que no así el poder político, como ha sido la trayectoria de la izquierda en el país.
Los ejemplos sobran. Ahí donde ha ganado las elecciones y ha gobernado o gobierna el PRD –Baja California Sur, Zacatecas, Guerrero, Michoacán, Distrito Federal, Chiapas– no ha habido una diferencia sustancial en la forma de administrar el gobierno respecto de sus antecesores del PRI. Las estructuras de poder han permanecido casi intactas.
Palacios Aguirre explica que, una vez desacreditadas las instituciones electorales (el Instituto Federal Electoral y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación) y en la medida en que avance el proceso de una nueva reforma política, esa colusión será más estrecha; por tanto, dice, en el futuro debemos esperar de la izquierda no sólo confusión, sino incluso una mayor descomposición.
El papel del Congreso
Tratándose específicamente de la elección de diputados al Congreso de la Unión, en México es más cierto que en muchos otros países capitalistas, cualquiera que sea su desarrollo económico, aquello de que en un parlamento no se hace más que “charlar”, mientras que las verdaderas decisiones se toman en las oficinas de los grandes magnates o en los “privados” de las distintas secretarías de Estado.
La izquierda en la Cámara de Diputados, hasta ahora, se ha revelado como totalmente impotente para cambiar absolutamente nada de trascendencia. Ahí todo sigue igual: desde el reglamento antidemocrático de funcionamiento de la propia cámara, la elección de las distintas comisiones, la existencia de un “ jefe del control de la mayoría”, el boicot de las iniciativas provenientes de la minoría, hasta la votación mecánica e irracional de las mayorías retrógradas para aplastar cualquier avance de la oposición, señala Palacios Aguirre.
Crisis y ropaje democrático
En virtud de la agudización de la crisis económica en México, la burguesía se vio en la necesidad de remozar sus antiguos métodos de control y crear estabilidad como clase en el poder. Dentro de estos métodos, la “reforma política” resultó de una importancia especial, pues mientras fortalece el poder del Estado, aumentando su control sobre las masas y la oposición de izquierda, permite que la burguesía se oculte tras un ropaje democrático, dando rienda suelta a su palabrería sobre la “pluralidad ideológica”, “la verdadera democracia representativa” y demás frases demagógicas que utilizan para confundir al pueblo.
No sólo eso, puntualiza el especialista, errores garrafales y presunciones de triunfo exagerados por la coalición Por el Bien de Todos provocaron el rotundo fracaso de su candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador, y la asunción de la reacción más recalcitrante encabezada por Felipe Calderón Hinojosa, fruto de un descomunal fraude y arrebato descarado de las riendas del gobierno a una izquierda que ya se sentía con el poder en la bolsa.
En entrevista, dice que cuando el propio desarrollo del régimen capitalista ha colocado en estas condiciones a la clase poseedora, el Estado, que es el organismo que se encarga de preservar y administrar sus bienes, pone en práctica mecanismos que le permitan a su clase seguir obteniendo ganancias; la devaluación del peso y la inflación son ejemplos claros de esta actitud del Estado.
Así, ante el desencanto ciudadano, sólo la unión de la izquierda podría representar una esperanza para contrarrestar la situación política imperante, dice el politólogo.
PRD, 20 años a la basura: Garavito
Los partidos políticos son el reflejo de una decadencia del sistema político mexicano; “todos pierden con los resultados electorales del 5 de julio, aunque los más afectados son los más débiles, los más vulnerables, como el Partido de la Revolución Democrática (PRD), del cual fui (parte). Luché hace 20 años por defender el voto y ahora lo anulo. La anulación trasciende porque yo estoy sufriendo el desencanto social y la rabia como millones de mexicanos que padecemos este sistema, donde los partidos nos cuestan mucho sin que cumplan su función social”.
Así se expresa Rosa Albina Garavito Elías, quien renunció a su partido por considerar que éste ya era un instrumento caduco y sin rumbo para la lucha democrática en México.
La maestra Garavito no es una improvisada en las luchas sociales: participó en el movimiento armado de la década de 1970. Fue presa política en 1972, en Monterrey; además, vivió exiliada en Italia durante dos años y medio. En 1989, fue invitada por Cuauhtémoc Cárdenas a fundar el PRD. Entonces formó parte del Comité Nacional, luego fue legisladora por ese mismo partido.
Según Garavito, después del fraude electoral de 1988 llegaban delegaciones de mexicanos de diversas entidades del país pidiendo armas porque sentían que ya no había otro camino. “En esos días, nosotros les ofrecimos la lucha de la organización, de la conciencia y del trabajo; los convencimos de que las armas no eran el camino, por eso en ese tiempo el PRD cumplió una importante labor para evitar un derramamiento innecesario de sangre”.
El Frankestein
Después de las pugnas entre López Obrador y Jesús Ortega, de los golpes bajos entre las tribus y de todos los conflictos internos que ha padecido el partido, dice que el riesgo de que éste desaparezca no existe: “El PRD no puede desaparecer como partido, porque más que un partido es una franquicia electoral; nunca se constituyó como partido ni ha funcionado como tal, con proyecto e identidad propia. Siempre ha sido satélite de los liderazgos. La pregunta más bien es: ¿Quién se va a quedar con la franquicia? ¿Si me voy, cuánto pierdo? ¿Si me quedo, cuánto gano? Resulta que al interior hay una convivencia estrambótica, matrimonios de conveniencia”.
El maestro Valeriano Ramírez Medina, especialista en ciencia política por la Universidad Nacional Autónoma de México y estudioso del PRD, coincide: desde su fundación en 1989, el partido nunca logró construirse como tal: “Es un frente que nunca resolvió sus diferencias”. Por ello, vaticina que en 2012 perderá el gobierno de la ciudad de México.
Para el académico, el PRD es un “Frankestein”: “Los trotskistas siguen igual, los maoístas lo mismo y los tranzas también; el PRD acepta toda línea de acción siempre y cuando vayan dirigidos a un triunfo electoral”.
Explica que más que seguir una línea ideológica de estudio y discusión, las corrientes son más de práctica que de ideología y cada una forma sus asociaciones como grupos de presión al interior y al exterior.
“Así aparecen Armando Quintero, con sus taxistas, los chuchos, los bejaranos. A Jesús Ortega no le interesan sus bases, él se cree el iluminado. Es de la idea partidista de los que creen que van a avanzar a pesar del pueblo”.
De López Obrador opina que, como hijo de González Pedrero, hereda la enseñanza y formación de un cuadro del priismo con visión de caudillo. Andrés Manuel piensa y actúa así: “Cuando el partido está contra mí, entonces el partido está equivocado”. (Jaime Guerrero)
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