En el Ecuador se debate sobre si la libertad de expresión está en riesgo, o si lo que realmente está en riesgo es el LIBERTINAJE de quienes han ejercido una dictadura sobre la información y la opinión.

Y todos los posibles análisis que puedan hacerse al respecto pasan siempre por una realidad de fondo, que la menciona el periodista y profesor universitario de Argentina, Victor Ego Ducrot: “que todo proceso periodístico pertenece, ineludiblemente, a la dialéctica de la lucha por el poder, ya sea para construirlo, conservarlo, desconstruírlo, o para modificar su naturaleza de clase”.

Así es. Más allá de cuanto puedan decir los señores Jorge Ortíz, Emilio Palacio, José Hernández, Alfredo Pinoargote, etc., respecto del clima de agresiones que supuestamente existe contra la prensa en nuestro país, lo que está en el fondo de la confrontación entre los medios de comunicación y la tendencia democrática, patriótica, progresista y de izquierda (dentro de la cual actúa el Gobierno), es la lucha por el poder.

El discurso que buscan legitimar los grandes medios, y estos periodistas en particular, es que en el Ecuador se vive una supuesta agresión a uno de los derechos más importantes de los seres humanos, el derecho a la libertad de expresión. Y no solo en nuestro país, sino también en Bolivia y Venezuela, siendo este último, supuestamente, el cerebro de este “eje del mal”.

Así lo deja ver la última “Declaración de Quito, por las libertades de expresión y de prensa en la región andina”, que se emitió en el mes de octubre y que firman la Asociación Nacional de la Prensa de Bolivia, el Instituto Sociedad y Prensa de Colombia, Perú y Venezuela; la Fundación para la Libertad de Prensa y Fundamedios, de Ecuador, dirigida por el ex crítico de medios y ahora defensor de Ecuavisa, César Ricaurte.

Estos personajes y sus medios se asumen como la materialización del derecho a la libertad de expresión de todos los ciudadanos, y a su periodismo como la garantía de la democracia.

Parten de unas supuestas imparcialidad e independencia en su práctica, que los vuelve una supra-autoridad política y moral. Entonces, dirigirles una mala mirada es una agresión imperdonable, mucho más si se les grita -como al parecer ocurrió en la Universidad Central con una periodista y su fotógrafo- algunas verdades.

El libreto ya conocido se saca a escena nuevamente: la izquierda representa la violencia, el terror, el cáncer que hay que extirpar. No hay otra versión que pueda adquirir la jerarquía de verdad como la que emiten estos medios.

Como lo sostiene el periodista Víctor Ego Ducrot, al que hacíamos referencia antes, lo que los medios del poder hacen es legitimar una parcialidad como que fuera objetividad. Es decir, construyen la verdad a partir de una supuesta objetividad basada en su enfoque parcializado de los hechos.

Y aunque en ocasiones no es muy fácil identificar esa parcialidad de los medios al contar los sucesos, el académico propone una metodología de investigación a la que llama “intencionalidad editorial”.

“Para ‘descubrir’ la Parcialidad hay que investigar, entre otros, sobre los siguientes puntos:

• Pertenencia corporativa del medio en cuestión. El entramado de su estructura societaria y de su ingeniería financiera.

• Relaciones del medio con el medio cultural, económico, social y político, tanto local como internacional.

• Antecedentes históricos del medio en cuestión, tanto desde el punto de vista de su propia conformación como desde su posicionamiento ante hechos informativos de trascendencia.

• Características de las fuentes utilizadas. Comportamiento histórico y contextualizado de las mismas.

• Comportamiento histórico y contextualizado del autor concreto de la pieza o de las piezas periodísticas sometidas a análisis.

En el primer aspecto tendríamos que decir, de manera general, que ya no es secreta la estructura de propiedad de los grandes medios de comunicación en el Ecuador. La mayoría de ellos forman parte de no más de diez familias poderosas, con intereses en distintas áreas de la economía y las finanzas. Uno de quienes investigó esta situación es el actual presidente de la Comisión para la Auditoría de Frecuencias de Radio y Televisión, Guillermo Navarro, que recientemente presentó un informe que ha generado un remesón en el mundo empresarial y comunicacional. Recomendamos leer su libro: “Los poderes fácticos”, que publicó con la contribución del quincenario alternativo OPCIÓN en el año 2002.

En lo segundo, la asociación que estas empresas tienen con grupos monopólicos internacionales como la Sociedad Internacional de Prensa (SIP), o el Grupo de Diarios de América (GDA), demuestran los intereses y las concepciones que defienden y promueven en sus contenidos a nivel continental.

En lo tercero, aún está por sistematizarse un estudio histórico del comportamiento de estos medios en determinadas circunstancias que ha vivido el país, pero es obvio que han actuado de manera directa, promoviendo candidatos de derecha, respaldando a sus gobiernos y mostrándose como portaestandartes de determinadas posturas atrasadas del sistema.

En lo cuarto, basta mirar las agendas de invitados que tienen estos medios. Si contáramos en Teleamazonas, por ejemplo, cuántos minutos se les ha brindado a personajes como César Montúfar o Pablo Lucio Paredes, o Antonio Acosta, o Jaime Nebot, y lo comparáramos con el tiempo que han tenido representantes de la izquierda, la diferencia sería por lo menos de 10 a uno. Es con esos personajes que construyen el discurso dominante, las lógicas de gobernabilidad que supuestamente deben aplicarse en la sociedad.

Y por último, si hiciéramos una disección acerca de quiénes son, cómo han actuado y cómo piensan ciertos periodistas “instituciones” dentro de estos medios, miraríamos que representan lo más conservador y atrasado que tiene el Ecuador, pese a gozar de un prestigio que los mismos medios han forjado.

Descubrir la intencionalidad editorial debería dejar de ser un ejercicio meramente académico para que se convierta en una práctica política generalizada entre las masas trabajadoras, porque solo así se desarmaría, en gran medida, ese arsenal ideológico que tiene la oligarquía y el imperialismo contra los pueblos, contra el cambio, contra la revolución. Se demostraría que en el Ecuador existe una agresión DE la prensa, y no a la prensa.