El jefe de Estado saliente, Alan García Pérez, no irá al Congreso el próximo 28 a entregar a su sucesor Ollanta Humala la banda presidencial. Innecesario por idiota buscar disposiciones o leyes que preceptúen dicha acción. Quien posea manos limpias, alma cristalina, bolsillos en orden y satisfacción del deber cumplido en faena pulcra, no tiene que amilanarse ni ostentar su instransferible pusilanimidad mostrando la única y real estatura moral de que siempre fue dueño. Hay un deber ético, una actitud sobria y una valentía que están por encima de cualquier otra cosa. ¿Es posible reclamar honestidad a quien brilla por carecer de aquella?

Cualquier revolución o movimiento social tiene en la ética uno de sus fundamentos insustituibles. Esa aberración de que “roba pero hace obra” es sólo para tarados a quienes preocupa no el bien común, sino la estafa y la exacción en la cosa pública. El saberse honrados, incapaces de medrar en los contratos otorgados de manera directa, permite que los hombres y mujeres se reconozcan en claridad de propósitos y ambiciones y metas a conseguir. Preguntarse ¿qué ha sido el gobierno que se va?, puede llevar a muy penosas conclusiones.

Y basta con mirar las instituciones del Estado abultadas en sus planillas, atiborradas de personal excedentario y mediocre, por la discutible “razón” del favoritismo y gracias a la “doctrina” que un gobierno debe “dar trabajo”. Los resultados son nefastos: corrupción a todo nivel, desde muy abajo hasta muy arriba.

El civilismo que repartía el ron y la butifarra para embrutecer al ciudadano común y corriente encontró en la administración del saliente jefe de Estado, su reinauguración oprobiosa. Los delincuentes de cuello y corbata están por todas partes y hasta pronuncian discursos en convites privados. Es tal su desparpajo que se sienten fuertes aunque no hayan conseguido la reelección al Congreso y saben que tienen jueces, secretarios, operadores, adláteres comprados al peso.

Sería injusto reconocer a una sola pandilla su acción depredadora. No. ¡De ninguna manera! ¡Aquí existieron y coexistieron, cada quien en su hábitat particular de robos, múltiples grupos de rufianes! La especialización, que toma varios años conseguir en las universidades, aquí en Perú, se hizo en cinco años y a tartamudos se les llama doctores, a cretinos, internacionalistas y a cacos, políticos.

Convertir un país en vivero de pobres diablos que aceptan la “bondad” de inauguraciones de obras a medio hacer, con presupuestos con US$ 100 millones de dólares más que los originales, ha sido obra de gentuza de mal vivir y peores costumbres.

La garrulería incontinente de ciertos individuos no alcanza a disimular sus miedos y terrores. Verbi gracia: ¿se entiende ahora por qué declinan ir al Congreso a saludar al sucesor y bajar al llano? ¡Vergüenza, miseria, falta de pantalones! ¡Así de simple!

Pero si los mandamases en camino de volver a ser tipos comunes y corrientes, es decir, enjuiciables, son los representantes del “roba pero hace obra”, los corifeos, casi siempre miopes de cerebro y comprados por propinas, también protagonizan un espectáculo de torpeza y fanatismo mercenario.

No hay posibilidad exitosa de cualquier empresa si se plantea el robo como política de Estado. Desde hace casi 200 años los sucesivos gobiernos le vienen enajenando al sufrido pueblo peruano su voluntad de victoria y horizonte. Palafreneros de poderes de ultramar, los gobiernos se tapan entre ellos y más allá de muecas o fuegos artificiales, los poderosos continúan manejando el imperio de sus destinos y los que menos tienen apenas si moran en el anonimato colectivo y con la desesperanza que aniquila a un país.

¿Será la ocasión que se inaugura más de lo mismo? Procuremos con generosidad de patriotas embebidos de ética y capacidad peleadora, que NO sea así.

Y que el felón que no puede con sus miedos comprenda que no es ni tan grande ni tan hábil porque ya sabemos su real estatura moral, minúscula, desdeñable, ridícula.

¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

¡Sólo el talento salvará al Perú!

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