El miércoles 7 debió haberse presentado el aún canciller Rafael Roncagliolo ante una Comisión del Congreso. Ese día el ambiente se mostró con turbulencias debido a las imprecisas -y más tarde aclaradas por escrito- declaraciones del ex primer ministro Salomón Lerner Ghitis sobre las actividades del Movadef. Como suele ser de reglamento la "gran prensa" puso sus potentes faros en torno a este asunto.

Debía, el titular de Relaciones Exteriores, como todos recuerdan, dar explicaciones de los sucesos nefastos acontecidos en la legación diplomática peruana en Buenos Aires y que costó la renuncia de Nicolás Lynch. También, brindar esclarecimiento de hechos similares y ¡muchísimo peores que en la Argentina! en México. Pero la prensa andaba a la caza por otros rumbos.

El jueves sí visitó Roncagliolo al pleno del Congreso pero como la estrategia contra los desmanes del Movadef era nueva, se llevó a cabo una sesión reservada de la que no se tiene, hasta hoy, mayor conocimiento. Los hechos de meses y semanas atrás, que dejaron mal parado al servicio diplomático del Perú que brilló por su ineficiencia, falta de criterio y sentido común en Buenos Aires y México D.F., permanecieron al amparo de un secretismo que constrasta aberrantemente con lo público del ridículo asimilado en ambos sitios.

¡Por supuesto, no piense mal, las declaraciones de Lerner Ghitis, el silencio con conocimiento de causa de radio, televisión y prensa escrita sobre los intríngulis recientes de México D.F., nombres y fechas con precisión, la ilustre bestialidad de Kenyi Fujimori mostrando el hotel cinco estrellas en que sufre prisión Alberto Kenya Fujimori por sus crímenes de lesa humanidad, son total y absoluta coincidencia! ¡Así es el Perú, tierra feraz en que llueve para arriba, solaz en que los intelectuales de quiosco callan en todos los idiomas y hacienda en que analistas -los hay a montones, crecen debajo de cada piedra que hay a lo largo y ancho del país- se olvidaron de México D.F. y se contentaron con la renuncia de Lynch.

Nada de lo dicho es invento o fantasía. Tampoco es ficticia la coetaneidad de los sucesos, por el contrario, encajan como piezas involuntarias de un gigantesco rompecabezas que nació a la independencia en 1821 "por la voluntad general de los pueblos y por la justicia de su causa que Dios defiende" con medio país ocupado por la fuerza española y que debió esperar hasta 1824 para convencerse del fracaso y derrota integral de los godos. Lo que vino a posteriori, no puede ser sino eco garrafal de este conjunto de coincidencias y payasadas en una república de juguete.

La Alianza del Pacífico que integra Perú con México, Chile y Colombia, fue firmada por el presidente Humala en Antofagasta el 6 de junio pasado. Pero poquísimas semanas antes había estado en Chile primero -y recibido por su presidente Sebastián Piñera, y México después -también sesionó con el jefe de Estado Felipe Calderón- el señor Alan García Pérez, según sus voceros, dando conferencias de todo jaez. Si se repara con cuidado, a posteriori la llamada Megacomisión del Congreso anemizó su fuerza e importancia ante la opinión pública pasando a un segundo o tercer plano. ¿Do ut des? Años atrás hubo un político que acuñó una frase de honda repercusión: en política no hay casualidades.

Por un asunto de "menor importancia" Nicolás Lynch renunció a la embajada que ejercía en Argentina. El tema de los desaguisados en México D.F. fue inmensamente peor, con embanderamientos, cánticos, lectura de cartas y ovación de lemas, dentro y fuera de la legación y ¡ni una mosca se ha movido porque también debe ser un acápite de menor importancia! La atroz falta de pericia, incapacidad ostentosa y orfandad en la conducción del canciller Rafael Roncagliolo no necesita ser exagerada para obtener una descalificación desopilante.

Estas coincidencias de Estado son un aporte, no debemos poner en tela de juicio la inventiva peruana, a la sociología mundial. No sólo podemos exhibir los cientos de internacionalistas, estrategas, analistas, juristas, etc, que también crecen en los árboles y que por sueldo justifican cualquier estupidez para y por el gobierno de turno, sino que también -y lo acaban de probar con creces- su habilidad para el silencio sepulcral y cómplice podría ser un producto de exportación. No tradicional, dicho sea de paso.

Las maniobras de distracción no sólo involucran a los del Estado y sus gobiernos episódicos. Hasta la Confiep, esa institución empresarial que alienta el primoroso cuidado de los contratos de estabilidad jurídica y la bala y castigo contra los manifestantes en cualquier acción de protesta, ha dicho que "descarta" -insulsa palabreja que se usa para todo- que el terrorismo sea un problema en Perú. Sin duda se ha olvidado del terrorismo de Estado que cada gobierno alienta cuando apalea obreros y mata a campesinos inermes por reclamar justicia y libertad. ¿Coincidencia siniestra, no?

¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

¡Sólo el talento salvará al Perú!

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