"La región andina,
desde Colombia a Venezuela,
es un objetivo muy probable
de una intervención estadounidense,
cuyo proyecto
necesita de nuevas invasiones".
Noam Chomsky
"La región andina,
desde Colombia a Venezuela,
es un objetivo muy probable
de una intervención estadounidense,
cuyo proyecto
necesita de nuevas invasiones".
Noam Chomsky
Más allá o más acá de Roger Noriega o de Colin Powell y de las jornadas de "reparos", todo indica que los sectores más radicales de la oposición venezolana intentan repetir un libreto similar al de abril de 2002. Realizar una masacre y, con apoyo de los medios de comunicación social, acusar a la Fuerza Armada venezolana -y por ende, al comandante en jefe Hugo Chávez- del genocidio para reclamar la intervención extranjera.
Estos grupos -alentados por la que durante décadas fuera la clase dirigente venezolana- tienen varios problemas. Uno, su falta de concepto de nación y de soberanía, su carencia total de patriotismo. Como no consiguieron el desembarco de los marines estadounidenses (que reclamaba por los medios de comunicación más de un empresario), hoy buscan incitar esta acción por mediación del sicariato colombiano.
Cuando el último día de octubre de 2002, el presidente Hugo Chávez dijo a la prensa extranjera que tenía conciencia de que gobernará un tiempo largo en medio de un ineludible conflicto de baja intensidad, reconoció que el país estaba marchando hacia una colombianización de su política interna.
Conflictos permanentes de baja intensidad, la instalación en Venezuela de fenómenos colombianos como el sicariato -más de 80 campesinos y dirigentes sociales asesinados- y los paramilitares, junto a la apelación del terrorismo como arma política -bombas en representaciones extranjeras, intentos de magnicidio, asesinato de dirigentes campesinos-confirma un clima enrarecido y enardecido por una prensa comercial que distribuye como válidos todos los globos de ensayo de la inteligencia militar colombiana, y la participación de empresarios colombianos (los mismos que lucran desde hace cinco décadas con la violencia en su país) en la vida política venezolana.
Los episodios políticos del país pasaron del golpe de abril de 2002, a la insubordinación de un grupo de militares golpistas concentrados en la Plaza Francia de la residencial urbanización de Chacao, al paro-sabotaje petrolero entre diciembre de 2002 y febrero de 2003, al intento de violencia urbana de las "guarimbas", hasta la captura de 130 paramilitares colombianos este mismo mes, a apenas 20 kilómetros del centro de Caracas, confirma que el Plan Colombia está envolviendo de a poco, desestabilizando el patio interno de los venezolanos.
"To free Cuba, support Venezuelan referendum", señaló en una nota de prensa Diego Arria, ex embajador de Carlos Andrés Pérez en Naciones Unidas. "La mejor manera de rehacer la democracia en Cuba no es incrementando ineficientes sanciones económicas. Es ayudando a Venezuela a recuperar su propia democracia, que está siendo robada, pedazo a pedazo, por Hugo Chávez, el cada vez más dictatorial presidente venezolano".
La captura de los paramilitares colombianos en una hacienda, a apenas 20 kilómetros de Caracas - encabezados por tres "comandantes" avezados en el crimen, unos 40 reservistas, una veintena de soldados profesionales activos del Ejército y un contingente de jóvenes desempleados inexpertos, incluidos 9 menores que fueron devueltos a las autoridades de Colombia-, deja en evidencia que diversos factores como el exilio cubano, el narcotráfico, la oligarquía colombiana, sectores "halcones" de Estados Unidos, los dueños de los medios de comunicación comerciales, hacen sus esfuerzos para desestabilizar y ocupar militarmente Venezuela, uno de los reservorios de hidrocarburos más grandes de Occidente.
Pero esta vez no solo se trata de petróleo: es que en Venezuela, un gobierno democrático -y por la vía pacífica- se ha atrevido a mantener una política independiente de Washington y avanzar en políticas socioeconómicas que favorecen a las grandes mayorías, marginadas durante décadas por una democracia formal y bipartidista.
La oposición venezolana, incapaz de unificarse o tener siquiera un plan común, sabe que no será fácil la vía electoral para salir de Chávez. Las últimas encuestas, realizadas por la propia oposición, lo confirman. Y por ello apelan al único recurso a disposición para poder volver a disfrutar de los privilegios del poder corrupto de más de 40 años de democracia formal: la violencia y el magnicidio. Los medios comerciales de comunicación venezolanas, estimuladores de la violencia, orquestan y dirigen la publicidad para justificar una intervención extranjera bajo el pretexto de desalojar del poder a un régimen que no sigue las directivas de Washington.
Irónicamente, la excusa para desalojar al primer mandatario del poder es precisamente una matriz de opinión mediante la cual se quiere hacer ver a su gobierno ligado con el terrorismo y las mafias de la droga. Este argumento no tiene el menor soporte: si alguna administración ha sido dura con el tráfico de drogas, esa ha sido la presidida por Chávez. Y si alguna administración ha sido víctima del terrorismo, es justamente ésta. Lo que llama la atención es la falta de definciones en la oposición, un deslinde de la violencia por parte de extranjeros en territorio venezolano.
El diputado colombiano por el Polo Democrático, señalaba el 25 de febrero de 2003 que "la táctica paramilitar es aglutinar fuerza, y concentrar hombres y recursos en la frontera. Van a esperar dos cosas; o que un extremo y poderoso sector de la oposición venezolana los contrate para hacer la guerra adentro de Venezuela al estilo de la contra nicaragüense, o que el mismo gobierno de los EE.UU., una vez que salga de su problema en Irak si sale bien, decida apoyarse sobre estas fuerzas paramilitares para intervenir en Venezuela. Los paramilitares están esperando eso y por eso están controlando la frontera, y cada vez concentran más armas y equipos allí. Esta verdad no la cuenta Uribe".
La caída de los paramilitares es apenas un accidente más en el camino de aquellos que vienen preparando, desde hace más de dos años, una guerra civil, una matanza. Pese a la minimización, banalización, que la prensa comercial -venezolana y también trasnacional- hizo de los hechos, hoy la guerra parece tocar la puerta de todos los venezolanos (disculpen el tono dramático, pero esa es la realidad). Importar narcoterroristas colombianos para asesinar al Presidente y sembrar el caos en Venezuela fue -hasta ahora- la última jugada de la derecha, los grupos económicos, Estados Unidos y la oligarquía bogotana para interrumpir el proceso democrático de transformaciones sociales que conduce Hugo Chávez.
El objetivo principal de los paramilitares consistía lisa y llanamente en asesinar a Hugo Chávez, quien debía cenar esa noche del miércoles 12 con un grupo de banqueros en la residencia presidencial de La Casona, reveló al periodista chileno Ernesto Carmona el Vicepresidente. Rangel. Simultáneamente, otro grupo asaltaría el palacio Miraflores y el resto atacaría por lo menos dos depósitos de armas, el Comando Regional N°5 de la Guardia Nacional y la base aérea La Carlota. Un oficial activo de la aviación trataría de hacerse de un avión para arrojar algunas bombas sobre la ciudad. Casi nada.
El preso más relevante de estos días fue el general Francisco Usón, ministro de Hacienda de Chávez cuando el golpe del 11 de abril de 2002, capturado el 22 de mayo en Puerto Ordaz. La policía aun busca a Néstor González González, otro general retirado comprometido en la logística que permitió a los narcoterroristas cruzar el país sin haber sido detectados.
El Vicepresidente José Vicente Rangel dio a conocer el currículum de los jefes del grupo capturado en la finca Daktari, propiedad de Roberto Alonso, un emigrado cubano, ciudadano venezolano y estadounidense, autocalificado inventor de "la guarimba" y hermano de María Conchita Alonso, excantante y actriz hollywoodense de reparto.
Los tres líderes paramilitares capturados son sujetos de alta criminalidad, responsables de numerosos asesinatos contra poblaciones civiles campesinas de Colombia, expertos en "el corte de corbata", una incisión en la garganta que desangra a la víctima todavía con vida, además de la castración de hombres y el rebanado de pezones a las mujeres.
El jefe principal es un tal «comandante Lucas», José Ernesto Ayala Amado, quien se proponía cortar la cabeza de Chávez y fumarse un habano, según las grotescas confesiones obtenidas por los interrogadores. Lucas hizo algunas "prácticas" durante el adiestramiento de sus hombres: asesinó a tres que trataron de desertar. La fotografía de un cadáver exhumado, con una data de muerte de 15 a 20 días, exhibe "el corte de corbata" y el estómago vaciado, una técnica paramilitar que retrasa la descomposición de los cadáveres.
Rangel afirmó ante los diplomáticos extranjeros, con documentos gráficos en sus manos, que en Homestead, Florida, existe un campo de entrenamiento de paramilitares destinados a actuar en Venezuela. Mostró fotografías del jefe del campo en plena actividad, el ex capital de la Guardia Nacional Luis García, quien actúa impune, ante la impasibilidad de las autoridades estadounidenses. En buen romance, el vicepresidente pidió a los diplomáticos que saquen sus manos de Venezuela y que dejen actuar sola a la oposición.
En plena Caracas, cuentan los mentideros políticos, un grupo disfrazado de "paracos" intentó el secuestro de una fiscal que lleva el caso de Súmate, hecho frustrado por la acción rápida de su acompañante.
No cabe duda que la derecha venezolana juega con dos barajas, una de apariencia legal y democrática y otra ilegal y subversiva. Pero, pese a contar con una prensa -escrita, radial y sobre todo televisiva- cartelizada a favor de los sectores más radicales, la oposición no logra siquiera ponerse de acuerdo en un plan de acción, en una propuesta de país, y menos aún en un candidato para suceder a Chávez. Aunque desde Estados Unidos y España se trata de imponer la figura del empresario golpista Gustavo Cisneros -"un adelantado" según su panegirista Carlos Fuentes- como un Berlusconi posible para Venezuela.
Para estos sectores, la única salida parece ser el magnicidio o un golpe de estado, y lo proclama a diestra y siniestra, en un terrorismo (no solo) mediático que desde hace cuatro años transita con total impunidad.
Es cierto que la oposición cuenta con algunos oficiales activos de la Fuerza Armada, aun cuando la mayor parte de ellos no tiene mando y es vigilado (en una situación muy sui generis) por sus subalternos, permanentemente.
Y pese a contar con excelentes libretistas, autores exitosos en golpes de estado, genocidios y magnicidios a lo largo y ancho de América Latina, la oposición venezolana más radical parece atada a un solo libreto: generar muertos para impulsar la injerencia, la intervención extranjera.
Los paramilitares colombianos fueron contratados para vestir uniformes del ejército venezolano y realizar una matanza en alguna urbanización del este caraqueño (quizá el mismo día de la verificación de firmas), debidamente "documentada" por los canales de televisión privados, endosarles el acto a los fuerzas oficiales y demandar -con la "pequeña ayuda" de sus amigos extranjeros (empresariado colombiano, sectores del gobierno estadounidense, exilio cubano de Miami, trasnacionales estadounidenses y españolas, televisoras dependientes del poder económico de estos amigos)- la intervención extranjera para desalojar a Chávez y sus reformas, del poder.
Es el mismo libreto, que fue creído en parte por la comunidad internacional en abril de 2002 (hasta que el excelente trabajo del cineasta Angel Palacios terminó por demostrar quiénes fueron los verdaderos asesinos de Puerto Llaguno y cómo se fraguó el siniestro montaje de la televisora Venevisión, que recibiera hasta un premio en España). Es el mismo libreto -con los mismos sponsors- que se intenta repetir ahora, aunque en esta oportunidad, más allá de francotiradores, se contaba -o se cuenta- con mercenarios extranjeros, con paramiltares colombianos, conocidos internacionalmente no solo por genocidas sino por ser los más sanguinarios e inhumanos del mundo.
Pero el gobierno de Chávez continúa desarrollando "las misiones" contra el analfabetismo, incorporando miles de estudiantes a las nuevas universidades gratuitas, implementando programas para que todos puedan terminar el secundario, llevando la salud a los barrios pobres y fortaleciendo las cooperativas, microempresas e industrias pequeñas y medianas, en particular en el sector agroindustrial. Se construyen nuevas líneas del metro, centrales azucareros, dos líneas de ferrocarriles, autopistas, obras viales... pero nada de eso tiene difusión en la prensa comercial. Las misiones han logrado un objetivo fundamental para el futuro del proyecto: elevar la autoestima de los sectores populares.
Quizá por primera vez en la historia del país, Venezuela está sembrando el petróleo. El "desastre" que proclama la oposición se contradice con las cifras macroeconómicas: las reservas internacionales batieron récords (24.500 millones de dólares, suficientes para pagar toda la deuda externa y aguantar un tiempo) y el crecimiento económico del primer trimestre del año fue de 29,8%. La política venezolana de fortalecer la Opep ha repercutido en precios altos, cuyos dividendos por primera vez llegan a las masas más desfavorecidas hasta ahora. El modelo económico que impulsa Chávez orienta el gasto público hacia proyectos que ponen énfasis en el desarrollo humano.
El ministro de Planificación Jorge Giordani habla de una "transición", no de una revolución, porque aquí no está en peligro el capitalismo, sino al modelo neoconservador (el gobierno fortalece a la pequeña empresa y a las cooperativas), pero lo cierto es que los antiguos dueños de Venezuela no toleran tanto cambio y menos aún procesos de transformación social en favor de los pobres de la región, aunque sean impulsados por gobiernos elegidos según las reglas más ortodoxas de la "democracia representativa".
Y en un giro cualitativo, Chávez proclamó abiertamente el carácter antiimperialista del proceso que llama "revolución bolivariana" y -apenas interpretando la Constitución- exhortó a crear milicias para defenderla. Todo el que lo desee, hombre o mujer, podrá enrolarse y recibir instrucción militar. Es un nuevo concepto de "defensa integral" que va más allá de la simple reincoporación de reservistas. Un concepto que gusta poco a una clase dominante que soñaba con ver marines desfilando por La Guaira.
El gobierno de Hugo Chávez tiene -quizá- la plusmarca de asonadas militares: más de un docena en menos de un lustro, casi todas ellas abotadas por sus propios organizadores, siendo la más espectacular la del 11 de abril de 2002 que llevó al poder por menos de 47 horas la dictadura del empresario Pedro Carmona Estanga, una operación quirúrgica alentada y financiada desde el exterior.
Esta acción de inteligencia de las fuerzas de seguridad venezolanas dejan a la intemperie el papel del narcotráfico y de los paramilitares colombianos como elemento esencial en las directrices del Plan Colombia, la columna fundamental en la campaña de descrédito contra el gobierno de Chávez.
Los dueños de los medios de comunicación comercial venezolanos son la punta de lanza de la ofensiva mediática que se repite a lo largo y ancho del mundo.
El periodista Miguel Salazar denunció que "vuelve a ponerse en marcha un nuevo intento de golpe de Estado, si es que alguna vez sus organizadores se tomaron un receso. En esta oportunidad es mucho más amplia la variopinta comprometida, directa e indirectamente. Desde empresarios, curas y sindicalistas, hasta funcionarios y voceros políticos del propio Gobierno. No obstante, el papel fundamental de la intervención extranjera lo juega el sector comercial de Colombia, tremendamente afectado en su balanza tras ver esfumarse sus tinglados en el intercambio con Venezuela. Incluso, en esta ocasión, contra Chávez conspira lo más granado del narcotráfico latinoamericano".
Salazar señala que tras el golpe, será brutal la represión contra los componentes de los medios de comunicación que incluso ahora son delirantes adversarios del gobierno, así como contra las organizaciones de los derechos humanos que ahora forman parte de la estrategia desestabilizadora.
Salazar afirma que la sedición penetró el estamento bolivariano en sus formas organizativas. "El círculo sedicioso ha ido cerrando sus tentáculos desde dentro del propio régimen. Hasta ahora hay más de un alto funcionario comprometido con un escenario similar al vivido en la Grenada intervenida por la administración Reagan".
Nuevamente vuelve a aparecer el apoyo financiero como soporte de la red golpista: se abren cuentas bancarias en el exterior contando con la "vista gorda" de los distintos gobiernos comprometidos con el derrocamiento de Chávez. En medios diplomáticos de Caracas se habla de una nueva conmoción en la industria petrolera y de una huelga de transporte fomentada y sostenida por el empresariado colombiano para acelarar una implosión que de pie para reclamar una intervención extranjera. El "fin primordial será capturar a Hugo Chávez para llevarlo a una cárcel estadounidense mientras se le abre juicio por cargos de terrorismo y apoyo a las actividades del narcotráfico", según Salazar.
Lo cierto es que Venezuela cubre el 15% de la demanda de petróleo de EE.UU, y para el 2009 estará en condiciones de triplicar ese abastecimiento, sin descuidar sus obligaciones de proveedor de América Latina y sus proyectos de integración y complementación energética en PetroAmérica.
El riesgo está siempre latente: este país está mucho más cerca que Irak. Y si hace casi dos años hablábamos de una colombianización de Venezuela, hoy debemos temer una iraquización. Y, nuevamente, disculpe lo dramático.
por Thierry Meyssan
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