Después de su bien pensado discurso ante el Congreso, el mandatario se trasladó al Banco de la Nación donde junto a su furibunda esposa, mostró un rostro totalmente diferente. De la conciliación y el mea culpa, pasó a la denuncia de la conspiración de todos contra la democracia presuntamente mimetizada con su persona. Habló del reenganche con su pueblo y de bajar a las bases para liderarlo y defenderlo. ¿De qué pueblo habla?. Seguramente no de aquel que en porcentajes que llegan al 90%, demuestra su cansancio y su rechazo a esta dupla inexperta, llegada al poder en una coyuntura propicia sin mayor preparación ética ni política. ¿Contra quién es el puño en alto de la esposa? ¿Contra el pueblo peruano o contra todo opositor? Mas parece contra la democracia y contra el sentido común surgido de hechos concretos de corrupción que parece llegar hasta ambos y a su entorno mas cercano.
"Nuevamente nos vamos a poner de pie juntos porque no les vamos a permitir a aquellos corruptos que hoy día tratan de minar la democracia". Esta frase fuera del contexto político, al margen de la realidad social, deja en claro que el presidente vive un mundo psicológico diferente, un tiempo que sólo existe en su imaginación, que habita una burbuja que le genera autismo y actitudes equivocadas. Toledo no puede con su genio y su mente le juega malas pasadas. Padece la misma diferencia que hay entre un discurso preparado con inteligencia y una improvisación desbordada y fuera de control. Toledo no se gobierna a sí mismo, es ingobernable. ¿Cómo puede entonces gobernar el país?
La coyuntura nacional sigue siendo delicada y sigue exigiendo un cambio de rumbo en el manejo político y ético del gobierno. La oposición en el Congreso, liderada por Antero Flores-Aráoz recibió a un presidente que autorizó que se abra su secreto bancario y el de su mujer, que mostró cifras económicas esperanzadoras pero que no dio soluciones políticas que pudieran cambiar la etapa. No deslindó con los casos concretos de corrupción que involucran a su entorno y a su partido, no habló de un gabinete
independiente y técnico pedido a gritos, no respaldó la lucha anticorrupción de los procuradores, colocó la posible Asamblea Constituyente en un limbo entre el Congreso y el Acuerdo Nacional. No hubo voluntad real de rectificación. Al finalizar la jornada su presunta autocrítica se había diluido en ese malsano triunfalismo que le permite seguir imputando todos los males del gobierno a imaginarias campañas psicosociales de la prensa amarilla y de la mafia.
Quienes pensaron que Toledo había sentido el golpe de la opinión publica contraria y de la elección de Antero Flores-Aráoz como presidente del Congreso, se equivocaron. La prueba está en su discurso ante el Banco de la Nación que se quedó atascado en el 2000 sin mella ni verguenza. El presidente no tiene conciencia de la necesidad del cambio, no piensa en nuevas definiciones de política ni de comportamiento personal. Las posibilidades de vacancia o de renuncia presidencial no lo tocan.
Ese presidente requiere que se le cuadre políticamente y esa tarea le corresponde ahora al Congreso y en especial a su presidente. En primer lugar con la conformación de una comisión investigadora, en manos de la oposición, para los casos de corrupción en los que está envuelto el mandatario y su esposa, que procese el levantamiento del secreto bancario ya autorizado. En segundo lugar, conectando con las urgencias del pueblo en términos de trabajo, salud y educación. En tercer lugar dando equilibrio y estabilidad
al escenario político, asumiendo el liderazgo de la transición y adelantándose a los escenarios mas complejos de sucesión que podrían venir. Es la hora del Primer Poder del Estado, de su poder fiscalizador y de su esencia representativa, de un Congreso obligado a remontar su desprestigio para ser parte de la solución y no del problema.
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