"...Caminaron sin hablar, cansados, contagiados por la vida muerta de este pueblo, acentuada por el intento falso de bullicio que venía del altoparlante con su twist repetido una y otra vez..." CARLOS FUENTES.
“CAMBIO DE PIEL”
En una reciente entrevista realizada en una radio local de Cuenca, un sociólogo afín al gobierno correísta señalaba que “…no hay peso de oposición política, ya que los movimientos sociales están divididos, un ejemplo es el no-acuerdo entre la Junta Cívica de Guayaquil y la CONAIE; los demás movimientos sociales no se visualizan, lo que sí se nota, al desparecer ésta oposición, son las luchas internas al interior de Alianza País, el partido que gobierna…”.
Admitir la cuasi desintegración de los movimientos sociales ecuatorianos, después de crear toda una maquinaria epistémica-comunicacional para vilipendiar a los partidos políticos y los movimientos políticos de izquierda, limpiar la imagen de las ONGs y crear la aparente bienaventuranza de los grupos ecológicos académicos y mundiales que actúan en el país, y luego posesionar un movimiento amorfo, sin base, con línea ideológica socialdemócrata contemporánea, admitida como el capitalismo andino, el capitalismo humano o socialismo del siglo XXI, es una forma de neocolonialidad, pero también un signo de posmodernidad ideológica.
Hasta en los centros de estudio superiores y los espacios de la esfera pública/privada, se propende a tender redes para pescar (cooptar) a río revuelto los talentos apolíticos que harán su trabajo sin protestar, sin unirse, pues solo cual máquinas cumplirán órdenes de una línea ya establecida, obtendrán productos comunicacionales, productos culturales, productos ideológicos, cumplirán planes, programas y proyectos, y llevarán un estilo de vida y habitos de consumo cultural desde la posmodernidad: protestas light, pensamiento ideológico ligth, opiniones light, ropa ligth, comida light, leerán libros ligth, pensarán y actuarán light para cuidar de no perder sus puestos de trabajo y continuar en el statu quo, aunque mentiroso, bien acomodado. Poco a poco moldearán sus cerebros a órdenes automatizadas, el racionalismo será su juicio, y las labores autómatas, rápidas, eficaces y eficientes, su utopía.
En apariencia, el movimiento apolítico, amorfo, con línea de base socialdemócrata contemporánea es partícipe de todo y para todos, desde el consenso hasta el disenso, desde la participación ciudadana, hasta dar la vida por la patria. Pero por más que ya no haya una verdad, sino un millón de verdades, por más que funcionen varios centros y no un solo centro de poder, las jerarquías no las podrán borrar, y la palabra del mesiánico presidente ecuatoriano será más importante que cualquier cabildeo de los Asambleístas Nacionales, o de las resoluciones de un Comité de Defensa Revolucionaria, o el mejor proyecto emprendedor desde la Agroecología, o la excelente Escuela de Líderes Políticos implantada en alguna provincia del país.
La colonialidad y la neocolonialidad siguen reinantes después de muchos siglos, y esto se refleja en los voceros e ideólogos del gobierno. Los apolíticos, los que desprestigian a los movimientos sociales y populares, los que ya no hablan de materialismo dialéctico (tienen vergüenza de ser llamados modernos y peor marxistas), sino que hablan de “teoría de redes”, “teoría de la complejidad”, “cambio de época”, “cibernética social”, “otredad”, “teoría de la convergencia”, de las novísimas teorías, tirando por la borda a Keynes y la CEPAL, hoy caen en la vieja trampa del rumor ideológico enquistado en los gobiernos de derecha de la década anterior en Ecuador que desprestigiaban a los movimientos que creían en al utopía de la igualdad. El desprestigio y el rumor, típicos significantes del libre mercado y la competencia, son señales de posmodernidad que demuestra la fragilidad de pensamiento, incluso hasta en el interior de una fanesca que tiene más pescado (presidente Correa) que muchos granos (Asambleístas), así diré, pues, de Alianza País (partido que gobierna el Ecuador).
Admitir que quienes los pusieron en el poder se allanen o allanarán a un maremágnum político, es perder el horizonte que tanto pregonan desde la participación social y la creación de políticas públicas conjuntas, para ir sosteniendo un proyecto que en el papel está magnífico, pero que en la práctica indudablemente tiene ribetes de derecha, totalitarismo y profunda vanidad, lo que va en contra de la iguadad social a la que deben tender los gobiernos latinoamericanos.
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