Lo hizo luego de llamar telefónicamente a George W. Bush, que casi una década antes, a bordo de un portaviones, decretó también “el triunfo” estadounidense sobre el régimen de Bagdad, al cual se acusaba de poseer armas de destrucción masiva nunca encontradas hasta hoy.

Desde luego, para Obama se trata de nefasta herencia y de su promesa electoral inconclusa, de ahí que exaltara la medida, rindiera tributo a los más de cuatro mil soldados locales muertos en Iraq, y hablara sobre la necesidad de volcar ahora los esfuerzos en liquidar la crisis económica galopante que enfrenta el imperio.

Pero de ahí que, en medio de tantas loas y reclamos, recordó, pese a todo, cómo Washington sigue comprometido militarmente en Iraq, y que su “poderoso ejército”, el cual prometió mantener “a la cabeza del mundo”, dejará no menos de 50 mil efectivos en la añeja Mesopotamia para “ayudar” a los iraquíes a valerse por sí.

Es compromiso nacional, enfatizó, mientras empresas petroleras y contratistas de toda suerte se frotaban las manos con satisfacción al asimilar el trasfondo de esa suerte de acertijo oficial en torno a que me voy, pero me quedo.

Lo cierto es que el golpe de efecto de la Casa Blanca recuerda mucho al de George W. disfrazado de piloto de guerra mientras gritaba victoria a unas cuantas millas de los incendios bélicos.

No obstante, la realidad confirma que la aventura contra Iraq, la cual dicho sea de paso ha matado a casi un millón de locales y desquiciado la vida del país, se ha tragado también billones de dólares y miles de vidas norteamericanas sin atisbos de gloria, mientras el caos continúa como la norma de vida en la ocupada nación centroasiática.

Por otro lado, la aventura afgana no ofrece tampoco buena pinta. Este 2010 se proyecta ya como el año más costoso en vidas para las tropas ocupantes, las cuales fueron reforzadas por el propio Obama, empeñado en que su campaña contra el terror tiene a Kabul como principal pivote.

De hecho, ya suman 490 los soldados extranjeros muertos en estos primeros ocho meses, de los cuales 323 son estudiantes, y se espera que para diciembre resulte superada la cifra récord de bajas foráneas, unos 521 militares muertos en 2009.

El propio general David Petraeus, comandante de las tropas norteamericanas y de la OTAN en Afganistán, ha dicho que “nadie puede cuestionar el hecho que los talibanes extiendan su presencia”, justo cuando la Casa Blanca habla de pasar el control del orden interno a manos de las controvertidas autoridades locales para fines del 2011.

Desde luego, el plato proviene del propio menú iraquí, donde “el compromiso con los aliados” siempre dejará resquicio para la presencia bélica y su incremento en caso de urgencia.

Agencia Cubana de Noticias