Retomamos la publicación del libro de Thierry Meyssan Sous nos yeux, titulado en español De la impostura del 11 de septiembre a Donald Trump. Ante nuestra mirada, la gran farsa de las primaveras árabes, e iniciamos esta segunda parte, dedicada a la política de Francia, con la entrada en escena de los presidentes Jacques Chirac y Nicolas Sarkozy. Veremos como los “regalitos” van transformando la política extranjera de Francia, que debería estar al servicio de los intereses del país, en una secuencia interminable de arreglos personales “entre amigos”.
Este artículo este parte del libro De la impostura del 11 de septiembre a Donald Trump. Ante nuestra mirada, la gran farsa de las primaveras árabes.
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Las «Primaveras árabes»,
vistas desde París
La política exterior de Francia, que antes se basaba en la visión estratégica de Charles de Gaulle, cede poco a poco su lugar a la búsqueda de dinero fácil en la que se embarcan de ciertos políticos. Después de haber resistido al imperialismo estadounidense, Jacques Chirac se retira de esa lucha y mezcla las cuestiones de Estado con sus negocios personales.
Nicolas Sarkozy sirve a los intereses de Estados Unidos y de paso negocia para sí mismo todo lo que se puede explotar en beneficio personal.
Francois Hollande va más lejos aun poniendo la República Francesa al servicio de un grupo de intereses privados que conforman el nuevo partido de la colonización.
En una búsqueda constante de más dinero, Francia se pone sucesivamente al servicio de Turquía, de Qatar, de Arabia Saudita y, finalmente, al servicio de los dirigentes de las grandes transnacionales
16- Jacques Chirac, «el Árabe»
Jacques Chirac tiene a Hafez al-Assad en gran estima. Ve en él un hombre excepcional, portador de una verdadera visión de futuro para su país y su región.
Francia había combatido a Hafez al-Assad en varios momentos de la guerra civil libanesa. Le atribuía públicamente el asesinato del embajador de Francia en Beirut, Louis Delamare, en 1981. La respuesta inmediata de Francia fue un atentado, perpetrado por orden del presidente Francois Mitterrand, contra el buró nacional de la conscripción militar, en Damasco, con un saldo de 175 muertos.
Hafez al-Assad había tomado el poder en 1967, después de la derrota siria ante Israel, apoyándose a la vez en seguidores del partido Baas y en varios aventureros. Entre estos últimos se hallaba su hermano, Rifaat al-Assad, quien se convertirá después en compañero regular de partidos de golf de Francois Mitterrand y en amigo de Abdallah, el futuro rey de Arabia Saudita. En 1982, viviendo ya entre Francia y Siria, Rifaat organizó el atentado perpetrado en París –en la calle Marbeuf– contra la revista Al-Watan Al-Arabi, que se había atrevido a criticarlo. Su amistad con el presidente Mitterrand desvió de él la investigación policial. El atentado fue atribuido a su país y Francia expulsó a dos diplomáticos sirios, entre los que se hallaba un responsable de la inteligencia siria, Michel Kassoua. Finalmente, el asunto no afectó realmente las relaciones entre los dos países.
En el año 2000, Jacques Chirac es el único jefe de Estado extranjero que asiste a los funerales del presidente sirio Hafez al-Assad. A raíz del fallecimiento de este último, surge en Siria un movimiento de oposición, pero Francia –que había apostado por el vicepresidente Abdel Halim Khaddam– reconoce la decisión del partido Baas, que designa a Bachar al-Assad como sucesor de su padre.
Asumiendo una posición de mentor, Jacques Chirac –quien goza entre los jefes de Estado de la región de una autoridad que le vale ser llamado “El Árabe”– trata de introducir a Bachar al-Assad en la escena internacional. Pero el joven presidente sirio no piensa dejarse manejar. Chirac negocia con él para que la petrolera francesa Total obtenga los derechos de explotación de varios campos petroleros en Siria. Pero, durante el proceso de licitación, la proposición de Total resulta escandalosamente desventajosa para Siria. A pesar de ello, la oferta obtiene el respaldo de altos funcionarios sirios, entre los que se halla el consejero presidencial para temas económicos, Nibras al-Fadel, de quien se descubre rápidamente que se dedica a un doble juego por cuenta de Total y del patrón siro-británico de la firma Petrofac, Ayman Asfari. Al ser informado sobre este caso de corrupción, el presidente sirio Bachar al-Assad excluye a Total del proceso de licitación, lo cual provoca la cólera de Jacques Chirac.
El presidente Chirac encuentra un problema similar en Líbano, donde había negociado para Francia, siendo el primer ministro libanés su amigo personal Rafic Hariri, la realización de trabajos de prospección en busca de petróleo en aguas territoriales libanesas. Dos responsables de la Fuerza Siria de Paz cubren la operación: el jefe de los servicios de inteligencia, Ghazi Kanaan, y el vicepresidente sirio Abdel Halim Khaddam. Chirac envía un navío de la marina de guerra francesa a realizar la prospección. Pero, al ser informado, el presidente libanés Emile Lahoud convoca al embajador de Francia, le comunica que los “arreglos” personales de Hariri no constituyen compromisos para el Estado libanés y que el barco francés tiene que salir de las aguas territoriales libanesas.
Ante ambos llamados al orden, Chirac evita en lo adelante dirigir la palabra al presidente de Siria, Bachar al-Assad, y al presidente del Líbano, Emile Lahoud.
Luego de haber expresado su apoyo a Estados Unidos ante los atentados del 11 de septiembre de 2001, el presidente Jacques Chirac se pregunta, al leer mi libro La Gran Impostura [1], si ha sido engañado. Ordena entonces a la Dirección General de Seguridad Exterior (DGSE, el servicio de inteligencia de Francia para el extranjero. Nota del Traductor.) que verifique la tesis de mi libro. Después de movilizar cientos de funcionarios y numerosas embajadas, la DGSE le responde que no está en condiciones de aprobar el libro, pero que todos los elementos que ha podido verificar –con excepción de una citación– son exactos. Chirac, que conoce muy bien a Saddam Hussein, ve en ello una confirmación de que Francia no debe apoyar el ataque anglosajón en el Medio Oriente.
El ministro francés de Relaciones Exteriores, Dominique de Villepin, enfrenta entonces al secretario de Estado Colin Powell. De Villepin viaja urgentemente a Nueva York, olvidando en su oficina de París el expediente que la DGSE le había preparado. A pesar de ello, el discurso que el ministro francés improvisa, el 14 de febrero de 2003, desata una salva de aplausos sin precedente en la sala del Consejo de Seguridad de la ONU… y provoca la cólera de Washington. Dominique de Villepin se abstiene de criticar las mentiras monumentales de Colin Powell –desde el supuesto apoyo de Saddam Hussein a al-Qaeda hasta la existencia de un supuesto programa iraquí de fabricación de armas de destrucción masiva– pero subraya que nada justifica la guerra que Estados Unidos pretende iniciar.
El presidente estadounidense George W. Bush apenas se digna a hacer acto de presencia, sólo por pocas horas, en la cumbre del G8, organizada en la ciudad francesa de Evian. Mientras que una intensa campaña mediática contra Francia tiene lugar en Estados Unidos, el consejero del Pentágono Edward Luttwak –inspirador del golpe de Estado del 11 de septiembre– declara sin rodeos:
“¡Chirac tiene una cuenta pendiente con Washington! Tiene una larga cuenta pendiente con Washington. Y en Washington hay una decisión, evidentemente, de hacerlo pagar. Chirac quiso comer y hartarse [sic] a costa de Estados Unidos en la escena diplomática y, por supuesto, lo pagará.”
Presa del pánico, Jacques Chirac cambia de casaca y en lo adelante sigue todas las iniciativas de Estados Unidos, llegando incluso a poner a la embajadora de Francia en Tiflis, Salomé Zourabichvili, a disposición de Washington, que la convierte en ministra de Exteriores de Georgia durante la «revolución de las rosas», en diciembre de 2003, y haciendo participar a Francia en el secuestro del presidente de Haití, Jean-Bertrand Aristide, enviado a la fuerza a la República Centroafricana en marzo de 2004 [2].
En esa misma línea de conducta sumisa, el presidente Jacques Chirac y su amigo multimillonario libanés Rafic Hariri redactan la Resolución 1559, que exige la retirada de la fuerza de paz siria desplegada en Líbano y el desarme de todas las milicias libanesas, incluyendo el Hezbollah y los grupos palestinos. La diferencia entre las demás milicias libanesas –al servicio de jefes feudales o subvencionadas por Estados extranjeros– y el Hezbollah reside en que este último es una red de resistencia contra el colonialismo israelí inspirada en la Revolución iraní y armada –en aquel momento– por Siria. La Resolución 1559 es por lo tanto inaplicable, a no ser que se pretenda ofrecer el Líbano en bandeja de plata al ejército de Israel. Por cierto, el presidente Chirac decide imponer un boicot contra el presidente libanés, Emile Lahoud, quien ni siquiera es invitado a la Cumbre de la Francofonía.
El 14 de febrero de 2005, Rafic Hariri –quien ya para entonces no es primer ministro del Líbano– es asesinado, supuestamente mediante el uso de una carga explosiva instalada en un vehículo al paso de su caravana [3].
Jacques Chirac viaja precipitadamente a Beirut, pero no para asistir a los funerales de Rafic Hariri, ni siquiera para reunirse con responsables del gobierno libanés, sino para pasar un día entero con los juristas del difunto, firmando documentos comerciales de carácter privado. Y luego regresa a París, mientras que la «revolución del Cedro» alcanza su apogeo en Líbano, bajo la discreta supervisión de los hombres de Gene Sharp, los agitadores serbios que trabajan para Washington.
Dejándose influenciar, Jacques Chirac comparte la convicción de que los presidentes de Siria, Bachar al-Assad, y del Líbano, Emile Lahoud, habían planificado juntos el asesinato de su amigo personal y socio de negocios Rafic Hariri. Por consiguiente, Chirac apoya la Comisión de la ONU encargada de investigar el crimen en lugar de la justicia libanesa. Vendrán después, durante varios años, el ostracismo mundial del presidente Bachar al-Assad y el arresto de los 4 generales más cercanos al presidente libanés Emile Lahoud. Incluso se crea un «Tribunal» internacional bajo los auspicios del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, pero sin la aprobación del Parlamento libanés, para juzgar a los dos presidentes «asesinos».
Pero las obsesiones de Jacques Chirac no afectan la cooperación franco-siria. A partir de 2003, y hasta la suspensión de las relaciones diplomáticas en 2012, los servicios secretos de Siria informan a los de Francia sobre los jóvenes franceses que pretenden viajar a Irak, o que luchan allí contra el ocupante estadounidense. Y cuando esos jóvenes tratan de pasar por Siria, son detenidos y discretamente repatriados a Francia en vuelos militares. Esta cooperación siria también permite a Francia mantener el orden público y evitar numerosos atentados en suelo francés. Entre los yihadistas que Siria extradita se cuentan Boubaker al-Hakim, futuro asesino del líder tunecino Chokri Belaid, y Sabri Essid, el medio hermano de Mohamed Merah, otro futuro asesino a las órdenes del Emirato Islámico (Daesh). Sin embargo, Francia no sólo interrumpirá esa relación durante la «primavera árabe» sino que además pondrá en libertad a todos esos individuos debido a la alianza concertada entre París y la Hermandad Musulmana.
Jacques Chirac deja de gobernar Francia a partir del 2 de septiembre de 2005. Un grave accidente cerebro-vascular lo deja imposibilitado para ejercer sus funciones como presidente, aunque aparentemente las conserva. Durante los 2 años, las luchas internas entre los gaullistas –reunidos alrededor del primer ministro Dominique de Villepin– y los atlantistas –agrupados tras el ministro del Interior Nicolas Sarkozy– dividen el gobierno francés.
En el verano de 2006, durante la agresión israelí contra el Líbano, Dominique de Villepin respalda al Hezbollah, cuyo desarme había solicitado Chirac. Al término de su mandato presidencial, Chirac exhibe públicamente su corrupción instalándose en un lujoso apartamento que la familia Hariri pone a su disposición para su retiro. Con el respaldo de la esposa de Chirac, Nicolas Sarkozy se convierte en su sucesor.
17- Nicolas Sarkozy, «el Americano»
Nicolas Sarkozy es electo presidente de Francia en mayo de 2007. Pero su victoria no se debe a su programa político sino a la imagen de hombre voluntarioso que transmite a los electores. Los franceses lo ven como el hombre capaz de reactivar un país adormecido y estancado. Lo que no saben es que, durante su adolescencia, Sarkozy fue educado en Nueva York por la que había sido la tercera esposa de su padre, Christine de Ganay, quien ya para entonces se había casado nuevamente con el embajador estadounidense Frank Wisner Jr., hijo del fundador de los ejércitos secretos de la CIA y la OTAN, la red stay-behind conocida como Gladio. Así que Sarkozy cuenta con el respaldo de Washington para convertirse en presidente de la República Francesa [4].
En 2003, Jacques Chirac se había mostrado como un valiente gaullista, antes de convertirse en un “realista” interesado sobre todo en su propio beneficio personal. Nicolas Sarkozy, en cambio, es visto en Washington como un agente y se le asocia de inmediato a los proyectos de Estados Unidos.
Siendo aún ministro del Interior, Nicolas Sarkozy había iniciado contactos con Abdullah Senussi, el jefe de los servicios secretos internos libios y cuñado de Muammar el-Kadhafi. La justicia francesa había condenado a Senussi en ausencia por su papel en el atentado contra el vuelo 772 de la UTA, que costó la vida a 170 personas en 1989, durante la guerra en Chad. Con vista a la elección presidencial francesa, Libia propone financiar la campaña electoral de Sarkozy a cambio de una promesa de amnistía o de un sobreseimiento del caso. Un ministro-delegado y hombre de confianza de Sarkozy, Brice Hortefeux, negocia el pago con el coronel Kadhafi. Finalmente, según el alto funcionario libio que supervisó la transacción, un hombre de negocios franco-libanés, Ziad Takieddine, viaja a París con 57 millones de euros.
Durante la campaña electoral, Libia observa que la candidata socialista Segolene Royal también tiene posibilidades de conquistar la presidencia. Senussi se pone en contacto con un ex ministro socialista de Relaciones Exteriores, Roland Dumas, quien –según el mismo alto funcionario libio ya mencionado– viaja a Trípoli y regresa a París con 25 millones de euros, casi la mitad de la suma entregada a Sarkozy.
La legislación francesa prohíbe el financiamiento de campañas electorales con fondos de un Estado extranjero. De hecho, los candidatos ni siquiera tienen derecho a utilizar tanto dinero en sus campañas. Nicolas Sarkozy y Segolene Royal tampoco pueden garantizar un sobreseimiento del caso sin pisotear la independencia de la justicia francesa. Sí pueden, en cambio, decretar una amnistía –ya desde la presidencia– pero no pueden negociarla en beneficio personal. Roland Dumas lo sabe perfectamente por haber sido, desde 1995 y hasta el año 2000, presidente del Consejo Constitucional, órgano encargado precisamente de garantizar el buen desarrollo de las elecciones. Posteriormente, la justicia francesa investigará los delitos de Sarkozy, ignorando los de Segolene Royal [5].
Los negocios entre las familias de Kadhafi y de Sarkozy continúan después de la llegada de Sarkozy a la presidencia. La “Primera Dama” (sic), Cecilia Sarkozy, se encarga de hallar una solución al caso de las 5 enfermeras búlgaras y del médico palestino detenidos en Libia desde hace 8 años. En 1999, más de 400 niños se habían contaminado con el retrovirus del sida en el hospital de Bengazi. Los islamistas acusan a Muammar el-Kadhafi de descuidar esa ciudad y de haber conspirado para asesinar a sus niños. Para disculpar al Guía, el fiscal local opta por acusar al personal médico extranjero, y ordena torturar a los miembros de ese personal para que “confiesen”.
Pero Bulgaria, que acaba de convertirse en miembro de la Unión Europea, solicita a la Comisión de Bruselas que negocie con Trípoli la liberación de las enfermeras búlgaras. Libia se ve así ante los mismos funcionarios que le habían atribuido el atentado del vuelo 103 de la PanAm, que estalló sobre la localidad escocesa de Lockerbie en 1988, con un saldo de 270 muertos. Aunque Muammar el-Kadhafi siempre negó toda implicación en ese atentado, Libia acepta indemnizar a las familias de las víctimas con 2 700 millones de dólares, con tal de liquidar su último litigio con los occidentales. Consciente de que tiene que lidiar también con la imaginación de los islamistas, el Guía decide utilizar la infección registrada en el hospital de Bengazi para recuperar lo que tuvo que pagar injustamente por el asunto de Lockerbie. Solicita entonces que se le devuelva ese dinero a cambio de su retirada de ciertos países africanos y de la liberación de las enfermeras búlgaras y del médico palestino. Finalmente, Estados Unidos entrega la suma a Qatar, que hace a Libia un pago supervisado por la Unión Europea. El ministro de Justicia libio, Mustafá Abdel-Jalil –miembro de la Hermandad Musulmana–, personaje que había cubierto las torturas cuando era presidente del Tribunal de Apelaciones de Trípoli, entra así en relación con emisarios del presidente francés Nicolas Sarkozy. El mismo alto funcionario libio que supervisó las entregas de fondos para las campañas electorales de Nicolas Sarkozy y Segolene Royal señala que Cecilia Sarkozy recibe entonces de Libia una gratificación de 2,7 millones de dólares, proporcional al monto del trato. Nicolas Sarkozy, que para entonces está divorciándose de ella, le regala esa suma. Con ese dinero, Cecilia y su nuevo esposo abrirán una firma de relaciones públicas en Qatar. Aunque perpleja ante esta forma de actuar, Bulgaria celebra la liberación de las enfermeras.
Ya como personaje nuevamente presentable, Muammar el-Kadhafi emprende una gira por Europa que lo lleva a pasar 5 días en Francia. Allí escandaliza a todos al instalar su jaima (tienda de campaña tradicional) en los jardines de la residencia para invitados oficiales de la República Francesa. Peor aún, Kadhafi se da el lujo de declarar a la televisión internacional francesa France24 que Libia es más democrática que Francia, lo cual no es tan absurdo como creen los televidentes. De hecho, los lectores podrán comprobarlo a lo largo de toda esta historia.
Lo cierto es que Francia ha dejado de ser una democracia en la medida en que el pueblo y sus representantes no son realmente consultados sobre la adopción de numerosas decisiones, principalmente cuando se trata de política exterior y de defensa. Francia fue una República hasta el final del último mandato presidencial de Jacques Chirac, ya que el Poder sólo tomaba decisiones según su percepción del interés general. Pero vamos a ver que después deja de ser así. Libia, por su parte, es en aquel momento una democracia directa inspirada en las ideas de los utópicos franceses del siglo XIX. Pero ese sistema también es ilusorio ya que la sociedad libia en realidad se basa en la pertenencia tribal, de manera que las opiniones personales tienen poco valor. Es, por cierto, esa realidad social lo que permite a Kadhafi ejercer la función de jefe de Estado, cuando ese cargo ni siquiera existe oficialmente en el país. En aquel momento, la gran diferencia entre Francia y Libia reside en otra cosa: luego de negociar con Estados Unidos, Libia realmente pone fin a toda injerencia en los países vecinos, mientras que Francia no tiene ningún reparo en violar la Carta de las Naciones Unidas, principalmente en África y, dentro de poco, también en el Levante. Pero lo más importante es que Kadhafi proclamó en Libia la emancipación de cada persona y puso fin a la esclavitud, mientras que Francia –que no practica la esclavitud en su suelo desde 1848– no vacila en aliarse con Estados esclavistas, como Arabia Saudita y Qatar.
La primera acción del presidente Sarkozy contra Siria es –en marzo de 2008– organizar la huida del principal falso testigo del caso Hariri, Mohammed Zuhair as-Siddik, a quien hace llegar un pasaporte falso checo. La acusación de asesinato lanzada contra los presidentes Emile Lahoud y Bachar al-Assad está derrumbándose, pero aún se mantiene el misterio sobre el organizador de toda la farsa montada alrededor del crimen. Como si nada sucediese, Sarkozy realiza un viaje oficial a Damasco, para reactivar las relaciones entre Francia y Siria y asegurarse de que esta última no vuelva a intervenir en la vida política libanesa.
En mayo, el primer ministro libanés –y agente de los servicios secretos jordanos–, Fouad Siniora, inicia un conflicto con el Hezbollah. Siniora trata de eliminar el puente aéreo entre Irán y la Resistencia libanesa así como el sistema de comunicación interno de esta última para que Estados Unidos y Arabia Saudita puedan controlar el Líbano y atacar Siria. Pero el Hezbollah pasa rápidamente a la ofensiva. El sistema de seguridad de Siniora se desmorona en pocas horas y el primer ministro se ve obligado a retroceder.
Se abren negociaciones de paz en Doha. Qatar y Francia imponen un nuevo presidente en Líbano, que llevaba 6 meses sin jefe de Estado desde el fin del mandato de Emile Lahoud. París escoge para el cargo al general Michel Sleimane, jefe del estado mayor, por tratarse de un individuo fácil de manipular. Deseoso de obtener la nacionalidad francesa para su familia y para sí mismo, el general Sleimane había presentado a las autoridades francesas una serie de documentos falsificados. La justicia francesa está procesando su caso. Con su designación como presidente del Líbano, su caso de falsificación de documentos queda en suspenso, como una espada de Damocles colgando sobre su cabeza. Inquieto ante una posible reacción de Siria, Qatar ofrece al presidente Assad, quien no ha pedido absolutamente nada, un avión y vehículos oficiales.
El emir de Qatar, Hamad ben Khalifa Al-Thani, llega a Beirut para entronizar al “presidente” Sleimane, cuando quien en realidad debía investir a este último, su predecesor Emile Lahoud, ni siquiera es invitado a la ceremonia. Durante la investidura, en la sede de la Asamblea Nacional libanesa, el ministro francés de Exteriores Bernard Kouchner no se sienta en los bancos destinados al público sino que se instala en la sección reservada a los miembros del gobierno libanés. El ministro francés incluso manifiesta irritación cuando el ex presidente de la Asamblea Nacional observa que el artículo 49 de la Constitución libanesa estipula que un jefe de estado mayor no puede convertirse en presidente de la República menos de 2 años después de haber dejado el ejército. A pesar de eso, los diputados eligen a Michel Sleimane, en franca violación de la Constitución libanesa.
En julio de 2008, Nicolas Sarkozy propone la creación de la Unión para el Mediterráneo, una gran operación con la que pretende, al mismo tiempo, competir con sus socios europeos e insertar a Israel en el concierto de naciones de la región. Sarkozy invita simultáneamente al presidente Bachar al-Assad y a su homólogo israelí Shimon Peres a presenciar el desfile militar del 14 de julio en los Campos Elíseos. Durante la celebración, Assad evita cuidadosamente todo contacto con Peres. Por otra parte, el Líbano y Siria establecen por fin las relaciones diplomáticas que nunca habían tenido desde que los franceses separaron ambos países, en 1943.
Pero la creación de la Unión para el Mediterráneo (UPM) finalmente fracasa por las mismas razones que el Proceso de Barcelona, iniciado por la Unión Europea en 1995: es imposible reunir a todos los actores de la región sin haber solucionado antes el conflicto israelí.
Sarkozy hace un segundo viaje oficial a Siria, en enero de 2009. La administración Obama lo contacta y Sarkozy se abstiene de toda decisión. Sólo es un viaje de reconocimiento.
(Continuará)
La edición en español de este libro también existe en papel.
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[1] L’Effroyable Imposture, Thierry Meyssan, préface du général Leonid Ivashov, Demi-Lune (2002).
[2] «Golpe de Estado en Haití»; «Paris relâche le président haïtien», por Thierry Meyssan, Réseau Voltaire, 3 y 16 de marzo de 2004.
[3] «Revelaciones sobre el asesinato de Rafik Hariri», por Thierry Meyssan, Оdnako (Rusia), Red Voltaire, 29 de noviembre de 2010.
[4] «Operación Sarkozy: Cómo la CIA puso uno de sus agentes en la presidencia de la República Francesa», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 10 de julio de 2008.
[5] Declaración del autor como testigo realizada ante el juez Tournaire, 24 de marzo de 2018. Avec les compliments du Guide. Sarkozy-Kadhafi - l’histoire secrète, Fabrice Arfi y Karl Laske, Fayard, 2017.
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