Continuamos la publicación por capítulos del libro Sous nos yeux, de Thierry Meyssan, publicado en español bajo el título De la impostura del 11 de septiembre a Donald Trump. Ante nuestra mirada, la gran farsa de las primaveras árabes. En esta parte, el presidente francés Nicolas Sarkozy, manipulado por su amigo, el emir de Qatar, y por su ministro proturco, Alain Juppé, mete el ejército de Francia en la guerra contra Libia y contra Siria.
Este artículo este parte del libro De la impostura del 11 de septiembre a Donald Trump. Ante nuestra mirada, la gran farsa de las primaveras árabes.
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20- Inicio de la guerra contra Siria
Aunque Al-Jazeera termina todos sus reportajes en Túnez, Libia y Egipto preguntándose ¿cuándo va extenderse el desorden a Siria?, habrá que esperar hasta el viernes 18 de marzo de 2011 para ver el inicio de la operación contra ese país. En Deraa, 4 personas mueren durante una manifestación. Las protestas se extienden en cuestión de días y la ciudad es puesta bajo control militar. Los enfrentamientos dejan más de 100 muertos y el centro de la ciudad queda destruido.
Según la televisión qatarí Al-Jazeera, la policía había arrestado en Deraa a varios niños por haber pintado consignas antigubernamentales en las paredes. Los niños detenidos supuestamente fueron torturados y los policías les habían arrancado las uñas.
Más tarde es la ciudad de Homs la que se convierte en escenario de una gran manifestación, que también deriva en actos de violencia. Homs también será puesta bajo control militar.
El 10 de mayo, Alemania, Francia, Holanda, Reino Unido y Suecia obtienen en la Unión Europea la adopción de sanciones contra Siria: prohibición de ventas de equipamiento destinado a la policía y sanciones contra 13 responsables del gobierno. Entre los sancionados se halla Maher al-Assad, comandante de la Guardia Republicana y hermano menor del presidente sirio.
El 25 de mayo, Alemania, Francia, Portugal y Reino Unido tratan de lograr que el Consejo de Seguridad de la ONU adopte una resolución que pondría a Siria en la misma situación que Libia, pero fracasan. Sudáfrica, Brasil, la República Popular China, la India y la Federación Rusa se oponen a que la comunidad internacional dicte a la República Árabe Siria la conducta a seguir en sus asuntos internos.
Es en ese momento cuando BaradaTV difunde fotografías del cadáver de Hamza Alí al-Khateeb, un niño de 13 años supuestamente torturado y castrado por los servicios secretos de la fuerza aérea. Según Al-Jazeera, el régimen tortura y asesina a los niños sirios.
El 31 de mayo y el 16 de julio de 2011, Francia, Qatar y Turquía auspician la organización de dos conferencias de la oposición política siria. La primera se desarrolla en Antalya y la segunda en Estambul. Esta última se denomina “Conferencia de Salvación Nacional”, en referencia al “Frente de Salvación Nacional” creado en 2007 por la Hermandad Musulmana.
La conferencia de Estambul da lugar a la creación, en septiembre, del “Consejo Nacional Sirio” (CNS), siguiendo el modelo del Consejo Nacional de Transición libio que los occidentales habían presentado como alternativa creíble a la Yamahiriya Árabe Libia. Ambas organizaciones, tanto la libia como la siria, son conformadas por Francia con una serie de personalidades ya seleccionadas por la CIA desde hace años. Al igual que los libios del CNLT, los sirios del CNS comienzan inmediatamente a recibir un salario. La mayoría de los miembros de ambos grupos pertenecen también a la Hermandad Musulmana, etiqueta que casi nunca utilizan como miembros de los “consejos”, de manera que ambas organizaciones son presentadas como laicas. El Consejo sirio se halla bajo la presidencia de Burhan Ghalioum, profesor de Sociología en la universidad de París Panthéon-Sorbonne y colaborador de la National Endowment for Democracy (la conocida NED estadounidense). La prensa se abstiene de divulgar el hecho que este “gran laico” fue consejero de Abassi Madini, el presidente del Frente Islámico de Salvación (FIS) argelino durante su exilio en Qatar.
El 7 de junio, la televisión internacional France24, que depende del ministerio de Exteriores de Francia, transmite en vivo una conmovedora intervención telefónica de la embajadora de Siria en París, Lamia Shakkour, quien anuncia su dimisión en protesta contra las masacres en su país. Aunque la directora adjunta de la redacción de France24, Renée Kaplan, jura que la voz que sale al aire es la de la embajadora siria –a quien la propia Renée Kaplan conoce muy bien–, en realidad quien habla es la esposa del periodista Fahd Al-Argha-Al-masri, y lo hace desde otro estudio de France24 [1]. En perfecta coordinación con France24, el ministerio francés de Exteriores entra inmediatamente en contacto con todos los embajadores sirios en el mundo, les anuncia la “dimisión” transmitida en vivo de su colega Lamia Shakkour y los insta a que dimitan también, amenazándolos con que serán perseguidos por la Corte Penal Internacional. La verdadera embajadora de Siria en París protesta de inmediato y exige una rectificación de France24, que, por supuesto, se niega a rectificar. Cuando otra televisión, BFMTV, da finalmente la palabra a la embajadora de Siria, la mentira de France24 queda al desnudo sin que ningún embajador sirio haya cedido a las presiones. El Consejo Superior Audiovisual (CSA) –la autoridad francesa de la radio y la televisión que debe velar por el respeto de la deontología en ambos medios, autoridad cuyos miembros son nombrados directamente por el presidente de la República, por el presidente de la Asamblea Nacional y el presidente del Senado– no se tomará nunca el trabajo de investigar el asunto.
El 4 de julio, Bernard-Henri Levy organiza en París una reunión de apoyo a la oposición democrática siria y al derrocamiento del tirano Bachar al-Assad. Bernard-Henri Levy preside la reunión en compañía del ex ministro de Exteriores sarkozista Bernard Kouchner y de su futuro homólogo hollandista, Laurent Fabius. Los tres invitan la clase dirigente francesa, tanto de derecha como de izquierda, a participar en esta iniciativa. Personalidades de derecha, de izquierda y varios ecologistas firman el compromiso. Nadie nota en la sala la presencia de dirigentes israelíes y de la Hermandad Musulmana. Todas las personalidades invitadas a unirse a la iniciativa creen actuar correctamente y nadie intuye las consecuencias de lo que acaba de suceder [2].
El 8 de julio, los embajadores de Estados Unidos y Francia en Damasco, Robert Ford y Eric Chevallier, asisten a una manifestación en la ciudad siria de Hama [3]. El gobierno sirio convoca a ambos diplomáticos y los acusa de respaldar a la oposición y de estimular los desórdenes. Defensores de la República Árabe Siria protestan ante las embajadas de Estados Unidos y Francia. Robert Ford acusa descaradamente a los baasistas de haber atacado su representación diplomática, sosteniendo que en Hama la oposición no había recurrido a la violencia. La secretaria de Estado Hillary Clinton afirma que Assad «no es indispensable». En una declaración de su presidente, el Consejo de Seguridad de la ONU condena el ataque a las embajadas.
El 29 de julio, el coronel Riad al-Assad anuncia su deserción y la creación del «Ejército Sirio Libre» (ESL). Llama los militares sirios a unirse a él y a derrocar el «régimen». Pero todo es una operación montada por la DGSE francesa. El coronel Riad al-Assad fue seleccionado sólo porque su apellido se parece al del presidente Bachar al-Assad –la transcripción de ambos apellidos al alfabeto latino es exactamente la misma, pero en árabe no se escriben igual.
Para identificarse, el ESL recibe la «bandera de la independencia»… que en realidad es la bandera de la colonización francesa, conservada por un tiempo después de proclamarse la independencia de Siria. En esa bandera figuran los 4 colores panárabes: el rojo de Mahoma, el color negro de los Abasidas, el verde de los Fatimidas y el blanco de los Omeyas. Las tres estrellas rojas representan el gobierno de Damasco, el de Alepo y el territorio de los Nosairis –o sea de los alauitas. Los sirios conocen bien esa bandera porque aparece, desde 2006, en la serie más popular de la televisión local, Bab al-Hara, sobre la historia de una pequeña localidad siria bajo la ocupación francesa. El siniestro comandante de la gendarmería que aparece en la serie tiene en su oficina la bandera del ocupante francés y, junto a ella, la futura bandera del ESL.
Está en marcha la «democratización» del Medio Oriente ampliado. Al menos, eso parece. Sin entender nada de lo que está pasando, Francia, «patria de los derechos humanos», que ya acaba de quedar en ridículo con lo sucedido en Túnez, cree que tiene absolutamente que seguir la corriente.
21- Puntos comunes de las operaciones
contra Libia y Siria
El hecho que se asigne al “Ejército Sirio Libre” la bandera del mandato colonial francés y que el Consejo Nacional de Transición libio haya recibido la bandera del rey Idris demuestra la existencia de una repartición previa de los papeles entre las potencias occidentales. Libia estaba destinada a quedar nuevamente bajo la tutela británica y Siria bajo la de Francia.
Al principio, Francia garantiza la propaganda occidental. El 5 de julio de 2011, France24, la televisión internacional vinculada al ministerio de Exteriores de Francia, recibe un “mandato” del Consejo Nacional de Transición libio para remediar la ausencia de administración propia de los opositores libios. Alain Duplessis de Pouzilhac, Presidente-Director general del sistema Audiovisual Exterior de Francia (AEF) y Mahmud Shammam, ministro de Información del Consejo Nacional de Transición libio, firman el acuerdo en una ostentosa ceremonia. Los sindicatos de periodistas franceses protestan ante esta toma oficial de partido en el tema libio, hecho que viola la ética profesional de la prensa [4]. A pesar de esas protestas, el polémico acuerdo será extendido en octubre –aunque más discretamente– al Consejo Nacional de la oposición siria.
A finales de marzo de 2011, surge una polémica entre el ministro francés del Interior, Claude Guéant, y el primer ministro turco Recep Tayyip Erdogan, sobre el carácter de la guerra contra Libia, guerra que el ministro francés había comparado públicamente con una «cruzada». La polémica proporciona al ministro francés de Exteriores, Alain Juppé, la oportunidad para negociar un acercamiento con su homólogo turco, Ahmet Davutoglu.
Desde los tiempos del rey Francisco I existe una larga y vergonzosa tradición de alianza entre Francia y los otomanos. En el siglo XVI, París, pasando por alto las divergencias religiosas, se dejó seducir por los “regalos” del sultán Suleimán El Magnífico. Corrupto hasta la medula, el rey francés Francisco I aceptó aliarse con el musulmán Suleimán –a quien incluso se refería como su «padre»– en contra del Sacro Imperio germánico de los Habsburgo. En la correspondencia que intercambiaban, Suleimán llega a darse el lujo de humillar al monarca francés llamándolo su «wali de Francia», o sea su “gobernador”. Los ejércitos otomanos llegaron a instalarse en el sur de Francia y Francisco I transformó la catedral de Toulon en mezquita para acogerlos allí.
El Tratado Juppé-Davutoglu sigue siendo secreto, a pesar de que el derecho francés prohíbe la diplomacia secreta desde el fin de la Primera Guerra Mundial. Por esa razón, ese tratado nunca fue ratificado por los parlamentarios franceses y carece de valor jurídico.
El presidente Nicolas Sarkozy y su ministro de Exteriores Alain Juppé no pueden dar a conocer ese tratado sin exponerse, en el caso de Sarkozy, a ser destituido de inmediato por el Alto Tribunal (la Haute Cour), mientras que su ministro Juppé sería condenado por la Corte de Justicia de la República. El problema es que el Tratado Juppé-Davutoglu prevé la participación de Turquía en la guerra que acaba de iniciarse contra Libia y en la guerra que va a comenzar contra Siria. Turquía se compromete a movilizar la población de la ciudad libia de Misurata –mayoritariamente descendiente de soldados judíos del Imperio Otomano, los Adghams, y de nómadas que se dedicaban a la venta de esclavos negros, los Muntasirs, que en el pasado ya habían respaldado a los Jóvenes Turcos– para que ayude a la coalición internacional en el derrocamiento de la Yamahiriya Árabe Libia. Turquía se compromete también a movilizar las poblaciones turcomanas del norte de Siria para derrocar la República Árabe Siria. A cambio, Francia se compromete a respaldar la admisión de Turquía en la Unión Europea –a pesar de que el presidente Sarkozy ha prometido lo contrario a los electores franceses en su campaña electoral. Pero lo principal es que ambos países se comprometen a resolver el problema kurdo sin afectar la integridad territorial de Turquía. En otras palabras, pretenden crear –en suelo sirio– un Estado independiente que designarían como «Kurdistán», y hacia donde serían expulsados después parte de los kurdos de Turquía. Es un proyecto absurdo ya que el Kurdistán histórico está exclusivamente en Turquía. En realidad se trata ni más ni menos que de un plan de conquista contra Libia y Siria y de limpieza étnica en Turquía.
De hecho, en 1936, el gobierno francés había negociado con el movimiento sionista la creación del Estado de Israel, no en la Palestina bajo mandato británico sino en Líbano y Siria, entonces bajo mandato francés. Judíos europeos crearían implantaciones a lo largo del Éufrates. El «Kurdistán» se habría situado entre el Éufrates, Turquía e Irak. Aquel plan nunca fue presentado a los parlamentarios ya que habría provocado la caída del gobierno del Frente Popular.
Es importante recordar aquí que el político francés Alain Juppé nunca vaciló en ayudar a genocidas cada vez que le pareció útil. En junio de 1994, Juppé organizó con Francois Mitterrand la operación “Turquoise”, durante las masacres perpetradas en Ruanda. Si bien es cierto que en aquel momento se trataba de crear una “zona humanitaria segura” para las poblaciones en peligro, también se trataba, principalmente, de usar esa cobertura –a espaldas de las fuerzas armadas francesas– para que la DGSE pudiera sacar del país a los genocidas.
Combinando trabajo y beneficio personal, el gobierno de Erdogan se las arregla para que el empresariado turco haga un “regalo” a Alain Juppé.
Paralelamente al acuerdo con Turquía, el ministro francés de Exteriores Alain Juppé pone al senador gaullista Adrien Gouteyron al frente de una misión sobre la situación de las comunidades cristianas del Oriente. El senador Gouteyron realiza largas visitas a las comunidades cristianas del Medio Oriente –exceptuando las de Siria– y concluye, de manera nada sorprendente, que hay que ayudar a los cristianos a mantenerse en sus países y también mejorar la acogida que reciben cuando emigran a Francia [5]. Sin saberlo, el senador está pavimentando así el camino al desplazamiento de las poblaciones maronitas [6].
A lo largo de su mandato presidencial, Nicolas Sarkozy se adapta, en la gran mayoría de los casos, a los intereses qataríes. El emir de Qatar es el individuo que más dinero maneja en todo el mundo y trata de conquistar un estatus de gran potencia internacional mediante la compra de personas y funciones. De esa manera logró instaurar la paz en Sudán y nombrar –pisoteando la Constitución del Líbano– al “presidente” libanés. Sabiendo que el presidente francés está obligado a entregar al Estado los regalos de alto valor, el emir de Qatar ofrece al presidencial matrimonio Sarkozy todo tipo de atenciones y ventajas personales, como el pago de suntuosas vacaciones y el uso permanente de uno de sus aviones privados.
Nicolas Sarkozy modifica la Convención Fiscal Franco-Qatarí de manera que la dispensa del pago de impuestos a la embajada de Qatar se extienda a todas las inversiones que el emir y los miembros de su familia hacen en Francia. En pocos años, los miembros de la familia al-Thani compran bienes inmobiliarios por un monto de 5 000 millones de euros, adquieren grandes hoteles y casinos y entran en el capital de prestigiosas empresas francesas, como Total, EADS y Areva. Compran además un club de futbol –el París Saint-Germain– y crean en Francia varios canales de televisión dedicados al deporte. La interesada generosidad del emir de Qatar abarca todos los sectores de la sociedad francesa. De ella se benefician unos 50 parlamentarios de todos los partidos políticos. El emir trata también, aunque sin lograrlo, de hacerse del control de los barrios periféricos musulmanes. Pero poco a poco va comprando a la mayoría de los líderes políticos y económicos de Francia, de manera que el pequeño emirato tiene en el embajador francés una especie de vocero qatarí en el Consejo de Seguridad de la ONU y puede darse el lujo de utilizar a su antojo las fuerzas armadas francesas [7].
(Continuará)
La edición en español de este libro también existe en papel.
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[1] «L’Ambassadeur de Syrie en France victime d’une tentative de déstabilisation», por Frédéric Lacastille, InfoSyrie, 7 de junio de 2011.
[2] «Escroquerie: Infosyrie était au meeting «pro-syrien» de BHL», Louis Denghien, InfoSyrie, 5 de julio de 2011.
[3] «Hama: la France à la remorque de Washington?», Louis Denghien, InfoSyrie, 11 de julio de 2011.
[4] «RFI: les syndicats exigent des garanties»; «RFI, le coup de com d’Alain Pouzilhac»; Marion d’Allard, L’Humanité, 17 y 19 de julio de 2011.
[5] Rapport sur la situation des Chrétiens d’Orient, Adrien Gouteyron, Rapport au Premier ministre, 23 de junio de 2011-29 de febrero de 2012.
[6] Los maronitas son católicos miembros de una iglesia oriental, la Iglesia Siriaca Maronita de Antioquía, que tiene su sede en Líbano. Nota de la Red Voltaire.
[7] Qatar, Les secrets du coffre-fort, Christian Chesnot y Georges Malbrunot, Michel Lafon, 2013; Une France sous influence: Quand le Qatar fait de notre pays son terrain de jeu, Vanessa Ratignier y Pierre Péan, Fayard, 2014.
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