El conflicto en el Alto Karabaj tiene ciertamente su origen en la disolución de la URSS pero ha sido reactivado por voluntad del presidente turco Recep Tayyip Erdogan. Sin embargo, es altamente improbable que Erdogan haya tomado esa iniciativa sin informar previamente a Washington. Lo mismo hizo el presidente iraquí Saddam Hussein antes de invadir Kuwait, activando por ambición la trampa que se le había tendido para provocar su caída.
Un viejo conflicto, congelado durante 30 años
El pueblo turco se define a sí mismo como descendiente de «los hijos del lobo de las estepas», o sea como heredero de las hordas de Gengis Khan. Conforma simultáneamente «un pueblo y dos Estados», que son Turquía y Azerbaiyán. El renacimiento político de Turquía da lugar automáticamente a la entrada de Azerbaiyán en el escenario internacional.
Por supuesto, este renacimiento político no significa un resurgimiento de la violencia de las hordas bárbaras, pero no se puede olvidar que aquel pasado forjó las mentes, a pesar de los esfuerzos de numerosos políticos que, desde hace un siglo, tratan de normalizar el pueblo turco.
En los últimos años de la época otomana, el sultán Habdulhamid II quiso unir el país entorno a su visión de la fe musulmana. Así ordenó la eliminación física de cientos de miles de no musulmanes. La eliminación de esa población se desarrolló bajo la dirección de oficiales alemanes, que durante ese genocidio adquirieron una experiencia que posteriormente pondrían al servicio de la ideología racial nazi. La política otomana de depuración étnica prosiguió en mayor escala con el movimiento de los llamados Jóvenes Turcos, al inicio de la República de Turquía, principalmente contra los ortodoxos armenios [1].
El crimen es adictivo y resurge esporádicamente en el comportamiento de los ejércitos turcos. Fue así como, en marzo de 2014, tropas turcas escoltaron a cientos de yihadistas del Frente al-Nusra (afiliado a al-Qaeda) y de Yesh al-Islam (el grupo terrorista Ejército del Islam, apadrinado por Arabia Saudita) hasta la ciudad siria de Kessab para masacrar a los pobladores de origen armenio. Los yihadistas que participaron en esa operación fueron enviados ahora a matar más armenios pero en el Alto Karabaj.
Las masacres cesaron en Azerbaiyán bajo la breve República Democrática (1918-1920) y durante el periodo soviético (1920-1990). Sólo reaparecieron en 1988, al calor del derrumbe del poder soviético en Moscú.
Precisamente durante el periodo soviético, en virtud de la política de nacionalidades de Stalin, se adjuntó a Azerbaiyán una región armenia para formar una República Socialista. Cuando se disolvió la URSS, la comunidad internacional reconoció el Alto Karabaj, pero no como armenio sino como azerí. El mismo error de precipitación se cometió en Moldavia con la Transnistria (la República Moldava Pridnestroviana), en Ucrania con Crimea y en Georgia con Osetia del Sur y con Abjasia. Eso provocó inmediatamente una serie de guerras, como la del Alto Karabaj (también llamado República de Artsaj). Son casos en los que el Derecho Internacional se ha desarrollado a partir de un error de apreciación inicial, cometido al principio de los conflictos, como en el caso de Palestina, y que no se ha rectificado con el tiempo, dando lugar a situaciones que hoy son casi insolubles.
Las naciones occidentales se interpusieron para evitar un conflicto generalizado. Pero el ejemplo de Transnistria demuestra que eso fue contraproducente: Estados Unidos recurrió al ejército rumano para tratar de acabar con la naciente República Moldava Pridnestroviana [2].
La Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (hoy OSCE y en aquella época CSCE) creó el «Grupo de Minsk», copresidido por Estados Unidos, Francia y Rusia, para encontrar una solución… que nunca vino: Rusia no quería tener que escoger entre sus antiguos asociados, Francia quería darse importancia y Estados Unidos prefería mantener una zona de conflicto en la frontera rusa. Por cierto, todos los demás conflictos surgidos durante la disolución de la URSS fueron deliberadamente incentivados por Washington y Londres mediante la agresión de Georgia contra Osetia del Sur, en 2008, y el golpe de Estado del EuroMaidan, en 2014, tendiente este último a sacar a los rusos de Crimea.
El ataque de ahora contra la República de Artsaj (Alto Karabaj) por parte de Azerbaiyán y Turquía fue justificado por el presidente azerí, Ilham Aliyev, en su discurso del 24 de septiembre ante la Asamblea General de la ONU [3]. Su principal argumento fue que el Grupo de Minsk había considerado que el statu quo era inaceptable pero que «Las declaraciones no son suficiente. Necesitamos actos». No podía ser más claro.
Siguiendo una ideología que ya resulta familiar, el presidente Aliyev endosaba toda la responsabilidad a sus adversarios, atribuyendo –por ejemplo– a los «terroristas armenios» la masacre de Joyali, perpetrada en 1992 con un saldo de 600 víctimas, cuando en realidad aquello fue una operación negra realizada en medio de un intento de golpe de Estado en su país. En todo caso, eso presenta de manera sesgada las acciones del ASALA (Ejército Secreto Armenio para la Liberación de Armenia, siglas en inglés) en los años 1970-1980. Aliyev resaltó que 4 resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU han ordenado la retirada de las tropas armenias, manipulando así las denominaciones similares entre la población armenia del Alto Karabaj y el vecino Estado de Armenia, mientras pasaba por alto el hecho que el Consejo de Seguridad también instruyó a Azerbaiyán la realización de un referéndum de autodeterminación en el Alto Karabaj. El presidente azerí también acusó, justificadamente, al nuevo primer ministro armenio, Nikol Pashinian, de ser uno de los hombres del especulador estadounidense George Soros, como si eso borrara todo lo anterior.
El conflicto en el Alto Karabaj sólo terminará cuando se realice un referéndum de autodeterminación, cuyo resultado deja poco espacio a una sorpresa. Por el momento, resulta provechoso para quienes –como Israel– venden armamento al agresor.
¿La guerra de más que puede dar lugar a la caída de Erdogan?
Dicho lo anterior, analicemos el conflicto actual desde otro ángulo, el de los equilibrios internacionales y teniendo en mente que el ejército turco ya está presente –de manera ilegal– en Chipre, en Irak y en Siria; que además está violando el embargo militar en Libia y que ahora viola también el alto al fuego en Azerbaiyán.
Bakú se organiza para retardar el inevitable plazo. Azerbaiyán ya obtuvo el respaldo de Qatar, que en ese teatro de operaciones también supervisa el financiamiento de las fuerzas yihadistas. Según nuestras informaciones, Turquía trajo al menos 580 yihadistas de la región siria de Idlib. Esa guerra cuesta caro y KKR, la poderosa firma del israelo-estadounidense Henry Kravis, parece implicada allí, como sigue estándolo en Irak, en Siria y en Libia. Como en los tiempos de la desestabilización del Afganistán comunista, el armamento israelí podría estar transitando a través de Pakistán. En todo caso, en Turquía se ven por todos lados carteles con las banderas de los tres países: Azerbaiyán, Pakistán y la propia Turquía.
Más sorprendente aún, el presidente Aliyev ha recibido el respaldo de su homólogo bielorruso, Alexander Lukachenko. Es probable que este último actúe de acuerdo con el Kremlin, lo cual pudiera ser el preludio de un apoyo más visible de Rusia a la Armenia ortodoxa –Rusia, Bielorrusia y Armenia son miembros de la Unión Económica Euroasiática y de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC).
Extrañamente, el Irán chiita no se ha pronunciado. Sin embargo, aunque son étnicamente turcos, los azeríes son el único otro pueblo chiita del mundo ya que fueron miembros del imperio safávida. El presidente iraní Hassan Rohani incluso había incluido a Azerbaiyán en el proyecto de federación chiita que presentó durante su segunda campaña electoral. Esa discreción iraní hace pensar que Teherán no desea entrar en conflicto con Moscú, oficialmente neutral. También influye ciertamente el hecho que Armenia ocupa un lugar nada desdeñable en el dispositivo que permite a Irán burlar las sanciones estadounidenses.
Del lado armenio, la diáspora armenia en Estados Unidos ha emprendido un intenso cabildeo en el Congreso para atribuir al presidente turco Erdogan –a pesar de que Turquía es miembro de la OTAN– la responsabilidad del conflicto ante un tribunal internacional.
En caso de acuerdo tácito entre Moscú y Washington, esta guerra podría tener consecuencias diplomáticas negativas para el presidente turco Erdogan, quien se ha convertido en una figura insoportable para los Dos Grandes. Como lo fue en su momento el presidente iraquí Saddam Hussein, quien pasó bruscamente de la categoría de lacayo del Pentágono a la de enemigo público número 1 cuando creyó que había sido autorizado a invadir Kuwait. Es posible que el presidente turco haya sido llevado a cometer el mismo error.
[1] «La Turquía de hoy continúa el genocidio armenio», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 30 de abril de 2015.
[2] «En 1992, Estados Unidos trató de aplastar militarmente la Transnistria», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 17 de abril de 2010.
[3] “Intervention by Ilham Aliyev the 75th meeting of the United Nations General Assembly”, por Ilham Aliyev, Voltaire Network, 24 de septiembre de 2020.
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