El presidente colombiano Uribe, puso en evidencia la colaboración de Gutiérrez en su estrategia, en tanto el Presidente ecuatoriano afirmó que «Ecuador no se involucrará en el conflicto», revelando el peso de la creciente oposición interna a asumir como propia la guerra del Plan Colombia, pero, los hechos siguen caminando sobre el filo de una navaja.
Álvaro Uribe recibió en la Plaza de Armas de Nariño en Bogotá, al Presidente ecuatoriano, Lucio Gutiérrez, con los mejores elogios que él puede pronunciar: «Nunca olvidaremos su liderazgo en el Grupo de Río para comprometer a la comunidad Internacional a colaborar de manera decidida en la solución del desafío que Colombia enfrenta de parte de los terroristas».
Sus palabras pusieron en evidencia la participación del gobierno de Lucio en la guerra de Uribe, envuelta en el explosivo papel de regalo del Plan Colombia, algo que él ha negado expresamente ante el reclamo de la prensa ecuatoriana, que ha exigido transparencia en el tratamiento de este conflicto.
Las pruebas están sin embargo a la vista. El telón de fondo de la propuesta del Presidente ecuatoriano acordada con Uribe en los márgenes de su propia política y dirigida al Grupo de Río, fue forzar a los guerrilleros colombianos a ir a la mesa de negociaciones o enfrentarse a una intervención militar multinacional.
A ella se añaden el establecimiento de un virtual estatuto especial de guerra en la zona fronteriza. La movilización de 7.000 soldados ecuatorianos a la línea limítrofe para operar -según lo han denunciado militares ecuatorianos en retiro-, como yunque de contención de los guerrilleros atacados desde el norte, lo que mantiene latente la perspectiva de su participación en acciones armadas y sangrientas y la amenaza de envolver a Ecuador en una guerra que no es suya. La base aérea de Manta se ha desarrollado como un eje esencial de la intervención de EE.UU. en el conflicto, así como las diversas acciones monitoreadas por el Comando Sur en el cordón fronterizo realizadas desde por su «ayuda» militar, hasta con la participación de la USAID, la Oficina de Migraciones y otros organismos de ese país. Incluyen acciones conjuntas de inteligencia militar entre las Fuerzas Armadas de Colombia y la CIA de EEUU, como lo reveló la detención del guerrillero de las FARC, Ricardo Palmera en Quito. Y un programa con más de 200 componentes que promueve el General James Hill, para avanzar la intervención militar del Pentágono en Ecuador.
El Plan Colombia, es presentado por Washington como una guerra a las drogas, en el contexto del cual avanza sus posiciones e intereses geopolíticos en la región andina, amazónica y en el Pacífico y es usado por el gobierno de Bogotá, como una guerra a las fuerzas beligerantes, que durante 40 años sostienen una confrontación armada. Para el Presidente Uribe, éstas fuerzas, las FARC y el ELN, son terroristas, en tanto para ellas, el terrorista es Uribe y los paramilitares.
En este contexto, las cuidadas declaraciones de Gutiérrez en el Congreso de Colombia, donde afirmó que «Ecuador no se involucrará en el conflicto colombiano por respeto a la libre determinación de los pueblos», revelan el peso de la creciente oposición interna a asumir como propia la guerra del Presidente Uribe, pero el escenario de los hechos sigue caminando sobre el filo de una navaja. ¿Quién miente?
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