Ver film completo «Memoria de un saqueo» otros capítulos abajo.
Primera parte.
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Se está proyectando en los cines de Galicia y de toda España Memoria del saqueo, un genial documental de Fernando Pino Solanas que obtuvo, en 2004, el Oso de Oro honorífico en el Festival de Berlín. Nacido en Buenos Aires en 1936, Solanas, a quien conozco y admiro desde hace muchos años, es considerado a escala internacional como uno de los grandes maestros del cine contemporáneo. Es autor, en particular, de La hora de los hornos (1966, realizada junto a Octavio Getino), obra subversiva y uno de los documentales de mayor impacto político en el ámbito latinoamericano, que le valió un excepcional reconocimiento internacional.

Es una película contra el olvido. Trata de exponer cómo, por qué y por culpa de quién un país tan rico como Argentina vivió uno de los derrumbes económicos y sociales más brutales que jamás haya padecido un Estado en tiempos de paz. Pino Solanas hace para la historia el inventario de las decisiones que condujeron a su país a la ruina y que desembocaron el 19 de diciembre del 2001 en revuelta popular y el derrocamiento del presidente De la Rúa. Con mucha inteligencia, el filme establece la génesis de esa insurrección y denuncia toda la cadena de errores cometidos por los sucesivos dirigentes argentinos, desde la inmensa deuda contraída durante la dictadura militar hasta las desastrosas privatizaciones de las compañías estatales decididas por el presidente Ménem, convertido en un feroz ultraliberal.

Solanas insiste en la responsabilidad de este dirigente que, según él, usó la traición como bandera y la corrupción como práctica ordinaria. Pero pocas instituciones se salvan de la denuncia : el Fondo Monetario Internacional, los grandes bancos extranjeros, los medios de comunicación, los sindicatos, el poder judicial¿ Todos ellos, de una u otra manera, tienen parte de responsabilidad en el hundimiento de la Argentina, en el saqueo de sus riquezas y en el empobrecimiento brutal de su población.

Le pregunto a Pino cómo le vino la idea de hacer de nuevo un filme tan fuerte y tan eficaz en su denuncia. Me dice: «Hice esta película para reconstruir una de las etapas más sombrías de la historia de Argentina. Para revelar las causas que provocaron el saqueo económico y el genocidio social. Treinta y cinco años después de La hora de los hornos, he querido retomar la historia a partir de las palabras y de los gestos de sus protagonistas y situar las imágenes en su contexto económico y social. Con este inventario trágico del saqueo de mi país quiero contribuir a su refundación democrática y participar en el gran debate sobre los estragos producidos por la globalización neoliberal».

Le pregunto si piensa que Ménem tiene la principal responsabilidad. Me dice: «Él y su ministro de Economía Cavallo se inventaron la paridad peso-dólar para acabar con la inflación. Fue una calamidad. Ya nadie pudo producir de manera rentable en Argentina. Era más barato importar, e imposible exportar. Toda la industria se hundió y el país conoció una ola de cesantía sin precedentes. Los capitales huyeron al extranjero. La culpa de Ménem es gigantesca pero hubo muchos cómplices, entre ellos las compañías extranjeras -muchas españolas- que se aprovecharon para adquirir por un precio de miseria las principales riquezas del país».

La denuncia principal de Solanas, y en ello está la gran inteligencia de la película, es contra ese tipo de agresión invisible que representa -en un marco democrático- la lógica de la globalización. Una agresión económica que provoca más víctimas que una guerra. Esas decenas de miles de personas que pierden el trabajo, que viven en la miseria sin ninguna protección social, que pasan toda clase de necesidades y que incluso -como esos niños que muestra el filme- se mueren de hambre en un país que es uno de los mayores productores de alimentos del mundo. Por todo eso, por su formidable fuerza política y la increíble audacia de su estilo, Memoria del saqueo es una película indispensable que todo ciudadano debe ver para comprender mejor el mundo trágico en que vivimos.

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La Voz de Galicia