Magaret DeB. Tutwiler se dio por vencida. En un breve comunicado, anunció que renunciaba a su cargo de subsecretaria de Estado encargada de la Diplomacia Pública para convertirse en Directora de Comunicación de la Bolsa de Nueva York.

Desde enero del 2004, trataba de «vender» la imagen de los Estados Unidos al mundo en general y al público árabe en particular. Pero los conflictos burocráticos, las incoherencias estratégicas y sobre todo las fotografías de ataúdes de soldados norteamericanos muertos en Irak y las fotos de las torturas en Abou Gharib dieron al traste con su paciencia. Millones de dólares no pueden enmascarar la realidad de la política exterior de Washington.

Margaret DeB. Tutwiler

Es poco probable que Colin L. Powell logre garantizar el cargo. Ya, Charlotte Beers, la célebre publicitaria del arroz Tío Bens, había abandonado sus funciones luego de un año de mandato y habían sido necesario varios meses para reemplazarla. Nadie quería seguir jugando a los kamikazes: todo esfuerzo se vuelve contra el que lo realiza.

Así, la Tutwiler había organizado, hace algunos meses, una visita guiada a la prisión de Abu Gharib en interés de los periodistas. Se trataba de ilustrar la liberación de Irak mostrando la normalización de una prisión que había sido símbolo de la dictadura de Sadam Husein.

La agente de Relaciones Públicas explicó a la prensa que se estaba tan bien en esa prisión después que había pasado a la Coalición que algunos presos ya no se querían ir. Pero, he ahí que sigue siendo un centro de tortura y Tutwiler era la única que no lo sabía. Las fotos de las sevicias realizadas por la 800a brigada se retomaron en la prensa con los comentarios anacrónicos del servicio de Relaciones Públicas.


Prisionero iraquí detenido y torturado por el ejército de los Estados Unidos en la prisión de Abu Gharib, Bagdad, Irak.
(Ver las fotos)


El problema es más profundo de lo que parece: la política de Washington es fruto de un equilibrio inestable entre grupos de presión. En cada tema, por lo tanto, no existe una estrategia, sino varias, que son dirigidas paralelamente. Según los momentos, predomina uno u otro grupo.

Ahora bien, no se pueden «vender» esas maniobras dilatorias a la opinión pública internacional. La única estrategia a largo plazo, aceptada por todos los componentes del poder, es la dominación imperial. Pero, por definición, la dominación se impone por la fuerza y ninguna publicidad puede hacerla seductora.

Hoy día se sabe que se creó un Comité Político de Coordinación de la Estrategia de Comunicación (Strategic Communication Policy Coordinating Committee - SCPCC) en el seno del Consejo de Seguridad Nacional, el 10 de septiembre de 2002.

Está copresidido por la subsecretaria de Estado de la Diplomacia Pública (Beers, luego Tutwiler) y la asistente especial del presidente en materia de Democracia, Derechos Humanos y Operaciones Internacionales (Shirin Tahir-Kheli). En dicho Comité sesionan el responsable de la lucha antiterrorista en el Consejo Nacional de Seguridad, el responsable de la Comunicación de la Casa Blanca y la jefa de la Oficina de la Comunicación Global de la Coalición.

En la práctica, ese Comité sólo se ha reunido una vez por trimestre y no ha tomado ninguna decisión. Como de costumbre, lejos de fortalecer la coordinación entre agencias, la «reunionitis» sólo ha exacerbado las rivalidades burocráticas.

El Departamento de Estado ha logrado un raro nivel de ineficacia, que sólo es superado por el Pentágono. Siempre existe una contradicción entre la diplomacia convencional, que se dirige a los Estados, y la diplomacia pública (o propaganda), que se dirige a la opinión pública.

Para no perder su credibilidad manteniendo un discurso de doble rasero, el secretario de Estado, John Foster Dulles había, en 1953, creó una agencia autónoma de comunicación, la USIA, fuera del Departamento de Estado.

Pero en el momento de la guerra de Kosovo, la propaganda se confundió con la diplomacia convencional: la secretaria de Estado Madeleine K. Albright también intoxicó a los Estados aliados y a la opinión pública.

Resulta que, bajo la presión del senador Jesse Helms, quien quería hacer ahorros en el presupuesto, se reintegró la USIA al Departamento de Estado y se despidió de paso a la mitad de la plantilla. Pero desde la invasión a Irak, la opinión pública se aleja de la opinión de los gobiernos y el Departamento de Estado se encuentra de nuevo desarrollando un doble lenguaje.

Además, el personal de la Voz de las Américas y otros medios de comunicación oficiales adquirieron con el tiempo un estatus de periodistas independientes mediante la instauración de otra agencia, la Broadcasting Board of Governors-BBG.

Algunos periodistas sienten un malsano placer en criticar cuando están en el aire la acción de su gobierno, y dejan entrever las contradicciones internas que pulverizan el mensaje general. En resumen, eso cuesta muy caro y es contraproducente.

La Casa Blanca ya no está clara; tiene dos servicios de comunicación: el primero para la presidencia, el segundo para la Coalición. O más bien para mantener la ficción de la existencia de una Coalición de Estados libres e iguales que defienden juntos el Bien del mundo, ya que sólo hay fuerzas complementarias del Imperio.

El lector observará estupefacto que la Oficina de Comunicaciones Globales de la Coalición aparece como una rúbrica del servidor internet de la Casa Blanca, pero es desconocida por los demás Estados de la «Coalición».

Por último, el Departamento de Defensa US realiza cuatro tipos de comunicación externa:

 Operaciones de Información (IO) para desestabilizar a los adversarios;

 de Relaciones Públicas (PA) para alabar la calidad de su trabajo;

 des Operaciones Psicológicas (PSYOPS) para intoxicar, desmoralizar o manipular;

 y de difusión de información para imponer sus propios análisis.

Cada servicio trabaja de forma compartimentada y regularmente se inmiscuye en el campo de actividad de las demás.

Patricia S. Harrison

En la cacofonía ambiente, la función de Margaret DeB. Tutwiler será garantizada interinamente por Patricia S. Harrison, asistente del secretario de Estado de Educación y Cultura.

Sobre todo no debería hacer nada. Ese vacío de autoridad debería ser de inmediato provechoso al Departamento de Defensa. Se sabe que la antigua Oficina de Influencia Estratégica, que se utilizó para manipular a escala mundial el estado de choque del 11 de septiembre, se disolvió oficialmente y se reconstituyó de forma oficiosa.

Por consiguiente, Donald Rumsfeld tendrá de nuevo las manos libres.

Los sinsabores de la comunicación estadounidense muestran también que, contrariamente a los objetivos asignados, la máquina de mentiras se utiliza hoy prioritariamente para intoxicar a la opinión pública interna acerca de los temas que logran consenso en la clase dirigente, y no para vender la imagen de los Estados Unidos en el extranjero, proceso característico de los regímenes totalitarios.