Raúl Salinas de Gortari al salir de prisión con sus familiares y abogados.
FOTO MVT.

¿Quién mató a Luis Donaldo Colosio?

El taxi driver: Mario Aburto Martínez, asesino
material y, sin duda alguna, ni la menor, él realizó el primer disparo contra la cabeza de Colosio y en 99% de probabilidad también hizo el segundo disparo. Curioso, desde hace años la justicia mexicana determinó esto.

Pero en el proceso de investigación y en el juicio se cometieron tantos y tan burdos errores que se necesitaron cientos y cientos de horas de trabajo y diálogo directo o de hecho de periodistas e investigadores independientes, ¡caramba! Aburto tenía anotadas de manera oficial hasta tres estaturas, para poder llegar a una conclusión aceptada por la mayoría de los «líderes de opinión».

Ya resulta muy difícil que alguien salga ahora con otro «asesino material». Una parte por cansancio de la opinión pública y otra porque hay suficientes pruebas, no aportadas por la «justicia» mexicana sino por los periodistas independientes, como para que cuando se traten de levantar nuevas llamaradas, éstas pronto se apaguen solas.

Luis Raúl González Pérez puede sentirse conforme con su trabajo; aceptó todas las preguntas, en forma disciplinada y tranquila, y procuró responderlas de buena fe y con mucho trabajo. Con esto es suficiente: fue el taxi driver. Pero esto lo podemos decir con tranquilidad ahora. No hace una década o un quinquenio.

¿Y Carlos Salinas de Gortari y José Córdoba Montoya? Por allí, bajo sospecha política pero no judicial. Se acabó. Quien ni siquiera se encuentra bajo sospecha política es el general Domiro García Reyes, quien ocupaba un cargo en el estado mayor presidencial en el momento del asesinato. A pesar de haber aceptado en forma no profesional la orden de Colosio de «dejen que el pueblo se acerque». Y quien lo dude vea a la izquierda y a la derecha, al frente y atrás de Colosio en Lomas Taurinas, el escenario del crimen. Un esquema de «seguridad» quebrado en forma total.

¿Quién mató al cardenal Posadas en Guadalajara? Unos batos locos y muy drogados, los de la calle Logan de San Diego, apoyados por gatilleros nacionales de los Arellano
Félix, fueron a matar a Joaquín Archibaldo Guzmán (a) El Chapo en el aeropuerto, pues habían recibido un pitazo de altos jefes de la Policía Judicial federal de los
movimientos de El Chapo, y en el aeropuerto dispararon ráfagas contra todo lo que les pareció sospechoso y directito, directito, acribillaron al cardenal.

Ahí estaban presentes altos jefes de la federal como Enrique Arari, por ejemplo quienes reportaron desde el terreno de los hechos a sus jefes lo que estaba sucediendo: acontecimientos fuera de todo control. Luego los subprocuradores y León Aragón, director de la Policía Federal, protegieron a sus policías y embarcaron a Jorge Carpizo en su juego de Nintendo. Esta es la hipótesis más racional, lógica y apoyada por los hechos conocidos. ¿Hay alguna otra? Quizá, pero no alcanza suficiente credibilidad ni siquiera cuando otro cardenal apoya las especulaciones.

Raúl Salinas de Gortari.

¿Y Carlos Salinas de Gortari y Córdoba Montoya? Bajo sospecha política pero no judicial. Pero nadie, excepto el ahora cardenal de Guadalajara, se atreverá a decir
que Carpizo actuó de mala fe.

A lo más protegió a sus subprocuradores y a León Aragón sin saber que ellos conocían desde el primer momento lo que había ocurrido,
porque los jefes de la Federal lo habían reportado apenas concluida la fiesta de las balas en el aeropuerto de Guadalajara. Esta hipótesis completa no es todavía la de
la justicia mexicana.

Ésta se quedó corta: fueron los batos locos de la calle Logan apoyados por los Arellano Félix. Pero nada qué decir todavía de manera oficial de los jefes de la Federal y los subprocuradores. Aunque varios de los policías estén muertos o terminaron en la cárcel. De los subprocuradores, los comandantes
federales, nadie se acuerda ya. Ni siquiera del suicidado Mario Ruiz Massieu.

¿Y quién ordenó el crimen de José Francisco, ese priísta «reformista» y «demócrata» ex gobernador de Guerrero, quien se convertiría como pastor de los diputados en una figura política de primer orden con Zedillo? Bien, los asesinos materiales y quienes
participaron en la planificación del homicidio están en la cárcel.

Pero el supuesto «primer autor intelectual», el ex diputado Manuel Muñoz Rocha está «desaparecido», aun cuando se le podría localizar en San Antonio, Texas, en un elegante y muy protegido barrio, y de cuándo en cuándo viaja a la frontera de Texas con México y de ser necesario la cruza para encontrarse con buenos amigos y familiares en Ciudad Victoria, Tamaulipas.
O Monterrey, Nuevo León. Así que el autor intelectual primario
está «desaparecido». Jo jo jo jo.

Pero hay consenso en el sentido de que Manuel Muñoz Rocha, diputado federal, amigo de Raúl Salinas de Gortari y protegido de su padre Raúl Salinas Lozano, quien tanto prefería Acapulco para hacer negocios de todo tipo, para sus muy particulares placeres y para vivir sus últimos y apacibles días, no tenía motivo real para buscar la desaparición de José Francisco Ruiz Massieu.

Así que lo más probable es que recibiese órdenes. De quien podía dárselas. Estuviesen o no en conocimiento de Raúl Salinas de Gortari;las aprobasen o no los hermanos Salinas de Gortari. Alguien más arriba de Raúl Salinas de Gortari en la jerarquía personal del desaparecido, jo jo jo, Manuel Muñoz Rocha. Éste recibió órdenes de quien podía dárselas y quien sí tenía un motivo o varios para buscar la muerte del «brillante y pacifista» ex gobernador de Guerrero.

Por más perversos e irracionales que resultaran. Y se pudo imponer. A Muñoz Rocha, a los hermanos Salinas de Gortari y, hasta hoy, a todas las circunstancias. Aunque probablemente ya lleve unos meses muerto. Contaminando alguna tumba.

Habrá que aceptar, de buena fe, el mandato inapelable de los magistrados: Raúl Salinas de Gortari no es responsable penalmente del homicidio de José Francisco Ruiz
Massieu. El bueno de Pablo Chapa Bezanilla y su cómplice el panista Lozano Gracia deberían preocuparse de este fallo.

Los exhibe en su real dimensión: al nivel de
Paquita la del Cráneo. A esos extremos llegó la procuración de justicia en México. No tan extraños a lo que ocurre ahora: véase el ejemplo de la vendetta ridícula de la PGR contra el joven hijo del ya mencionado Chapo Guzmán. Ahora no andan tan lejos de aquellos extremos; casi nada se ha avanzado. También con Fox hay Chapas.

Con todo, la tragicomedia de la familia Salinas de Gortari-Ruiz Massieu, digna de lo mejor de la literatura negra mundial, no ha terminado. Raúl tiene que cobrar varias
deudas importantes y multimillonarias y recuperar las decenas de millones de dólares invertidos en un patriótico «fondo de inversión», el cual hasta ahora está congelado en Europa.

Dinero limpio, limpiecito, de los Hank Rohn y los Peralta. No: si la aglomeración de apellidos da miedo nada más de observarla. Todavía falta mucho por ver. Y Raúl tiene que encontrar a Manuel Muñoz Rocha antes de que a alguien se le ocurra buscarlo en serio en San Antonio. Hay que terminar ya con este aspecto de la historia; al fin que la justicia mexicana ya dictaminó su «inocencia» en lo penal. Y, conste, en primer término esa «inocencia» es real. Aunque en forma alguna total.

Carlos y Raúl, los del corrido «El Circo», cantado por los Tigres del Norte, saben que la función debe continuar. Más ahora cuando los Echeverría, los Salinas y Camacho y Ebrard se han saludado y casi abrazado. Pura realpolitick: de lo que se trata es de regresar al ejercicio pleno del poder. Exacto: la función debe siempre continuar. Aunque López Obrador, El Peje, ni siquiera lo intuya. O pretenda hacernos creer que él sí es inocente y puro.

Así, la liberación de Raúl Salinas de Gortari, deja pendientes más preguntas que respuestas. La primera de ellas es, por supuesto: ¿quién tenía la autoridad para ordenar a Muñoz Rocha llevar adelante el asesinato de Ruiz Massieu?

Alguien muy poderoso, perverso y capaz de saltarse a Carlos y Raúl. Alguien capaz deproteger al desaparecido aun ahora. ¿Usted tiene en la lengua algún nombre?