El domingo 3 de julio, lesbianas, gays, bisexuales y transgeneristas marcharán hasta la Plaza de Bolívar, para que Bogotá reconozca a las personas homosexuales como sujetos políticos y sociales portadores de derechos humanos. Este año la marcha se dirige “Contra todas las formas de violencia” y cuenta con el apoyo de la Alcaldía de Bogotá, que ha orientado importantes esfuerzos en cuanto a la logística, la seguridad y la convocatoria, entre otros aspectos de la marcha.

**********************

Él dice que mientras cursó el décimo grado en el colegio -cuando tenía dieciséis años- se la pasó pensando en lo mismo. Mientras los demás niños atendían la clase, él masticaba en su mente las formas de acabar con “el causante de todos los males”: que si el ahorcamiento, que si veneno en una gaseosa, que si una pistola... Pensar en los detalles o en “la logística” de esa muerte era lo único que en ese momento parecía prometerle el retorno de la calma a su familia.

En todo caso sorprende que Eduardo - quien ahora tiene 26 años y es un joven tranquilo, de buen sentido del humor y tan fácil de tratar como de apreciar- recuerde la manera en que alguna vez planeó una muerte. No obstante, sorprende aún más que el objetivo de tales planes haya sido él mismo: “Mucha gente me ha dado la guerra: en mi casa, en el colegio, en la iglesia y en el trabajo, pero yo mismo, en ese tiempo me traté peor y pensé mucho en suicidarme, dizque para que la paz volviera a mi familia”.

Según explica, el paso más doloroso y el que “muchos no se atreven a dar y por eso siguen mintiéndose” es el de reconocerse y aceptarse como gay, frente a muchas personas alrededor para quienes la homosexualidad es una enfermedad, un pecado, una anormalidad o, de cualquier manera, algo muy grave. “Es que todos estábamos sufriendo y hasta atacándonos por eso: mi mamá y mi papá -que se peleaban todo el tiempo y buscaban, por todos los medios, que yo me volviera heterosexual-; también sufría mi abuelo -que vivía con nosotros-, mi tía, el esposo de ella, mis primos y todos los que se enteraron... todos se la pasaban entre los gritos y las lágrimas. (...) Hasta el pastor que fue a mi casa, gritó y dijo que también dios tenía ira contra mí, por ser gay...”

Como Eduardo, son muchas las personas que atraviesan procesos difíciles antes de reconocer y aceptar que son gays, lesbianas, bisexuales o transgeneristas, en medio de frecuentes ambientes homofóbicos. Según Mario Gerardino, director de un programa radial bogotano sobre la homosexualidad, “una buena parte de la audiencia está conformada por adolescentes entre los catorce y los dieciocho años, que enfrentan grandes dificultades para reconocerse y aceptarse como homosexuales. Ellos creen que son los únicos, piensan que son anormales, muchos tienen una baja autoestima y temen que serán rechazados toda su vida. También tienen miedo a la homofobia, porque desde muy pequeños han visto a su alrededor que el afeminamiento de los hombres causa burlas y gran rechazo”.-

En este sentido, el psicólogo Freddy Armando Rincón -quien en 2004 realizó una investigación sobre el impacto psicológico de la discriminación contra las personas homosexuales en Bogotá- advierte la necesidad de fortalecer las organizaciones o redes sociales y promover la educación sexual de la familia, para afrontar y prevenir la homofobia. “Tanto las redes sociales, como el caso de contar con una familia que conozca sobre la orientación sexual de sus integrantes y que está preparada para aceptarlo, pueden ayudar a que la persona homosexual desarrolle habilidades o recursos para afrontar los eventos por discriminación sexual”.

De acuerdo con Rincón, faltan programas de educación sexual dirigidos a las instituciones sociales -entre ellas, la familia-, para el reconocimiento de las personas homosexuales: “en trabajo de campo con colegios, he visto que con frecuencia los estudiantes no saben qué significa orientación sexual, ni los conceptos más básicos al respecto” y, por lo tanto, tienen comportamientos discriminatorios contra personas que no son heterosexuales.

No obstante, Colombia parece estar todavía lejos de asumir una lucha frontal contra la homofobia, así como difícilmente aborda otros tipos de violencia aparte del conflicto armado. Las leyes, las instituciones, las políticas y prácticas gubernamentales en el país han sido concebidas según un modelo heterosexual de ser colombiano. La legislación colombiana no se refiere explícitamente a los derechos humanos de las personas LGBT.

Una legislación que excluye a las personas homosexuales -que no se refiere explícitamente a ellas- ha sido en sí misma una forma de violencia contra lesbianas, gays, bisexuales y transgeneristas, ya que niega y desconoce la situación, las necesidades y los intereses particulares de estas personas y les impone un sistema heterosexista.

De esta manera, mientras dichas personas no existan para las leyes, tampoco se desarrollan investigaciones que las reconozcan y que sustenten políticas públicas, programas y prácticas gubernamentales para la atención de temas tan urgentes como son, entre muchos otros, la salud, la educación sexual, y la lucha contra la violencia homofóbica.

No se cuenta con entidades ni autoridades gubernamentales entrenadas para reconocer, prevenir y tratar la violencia y los crímenes de odio contra personas homosexuales. Por el contrario, muchas disposiciones y prácticas gubernamentales pueden tender a la homofobia o a ignorar la violencia contra las personas LGBT. Entre otros casos, como lo ha advertido la U.S. Office on Colombia, desde 2001, en Pereira (Risaralda), la policía ha dejado sin resolver muchos asesinatos a travestis, que no han tenido ningún detenido; mientras que, según la misma fuente, “en Medellín, la Policía Nacional ha sido denunciada cerca de unas cien veces por abuso de autoridad y malos tratos contra hombres gay” [1].

En el año 2000, Medicina Legal llevó a cabo una de las pocas investigaciones acerca de violencia contra personas LGBT y se refirió a homicidios de homosexuales en Bogota. A pesar de que este trabajo se limitó a los 15 casos de hombres gay asesinados entre enero de 1999 y junio de 2000, advierte sobre la especialización que requiere desarrollar en Colombia, la investigación criminológica y forense en casos de violencia contra homosexuales.


[1] U.S. OFFICE ON COLOMBIA. The Impact of Conflict on Lesbians, Gays, Bisexuals, Transvestites and Transgender Individuals. Septiembre 2004