Manifestantes prenden fuego a una pancarta del depuesto presidente Kurmanbek Bakiev.

Situado en un extremo del Asia Central, Kirguistán constituye lo que el estratega británico Halford Mackinder no dudaría en llamar un eje geopolítico, o sea un territorio que, dadas sus características geográficas, ocupa una posición central en las rivalidades de las grandes potencias.

Ese pequeño y lejano país se está viendo sacudido actualmente por lo pudiera parecer una sublevación popular extremadamente bien organizada con vistas a desestabilizar al presidente atlantista Kurmanbek Bakiev. En sus primeras interpretaciones, algunos analistas emitieron la hipótesis de que Moscú estaría interesado en otorgar su apoyo a un cambio de régimen en Kirguistán.

Los hechos se atribuyen así a Moscú, que estaría aplicando su propia versión en negativo de las «revoluciones de colores» anteriormente instigadas por Washington, como la llamada revolución de las rosas registrada en Georgia en 2003, la revolución naranja ucraniana de 2004 y la revolución de los tulipanes de 2005, que puso en el poder al presidente proestadounidense Bakiev en el propio Kirguistán. Sin embargo, dado el contexto del cambio de poder que se está desarrollando en Kirguistán, resulta bastante difícil entender quién está haciendo qué y a favor de los intereses de quién.

Lo que sí se sabe, en todo caso, es que lo que está en juego tiene enormes implicaciones para el control militar de toda la región del continente euroasiático, desde China hasta Rusia y más allá. En efecto, esta situación tiene repercusiones para la futura presencia de Estados Unidos en Afganistán y, por ende, en toda Eurasia.

Un polvorín político

Revelaciones sobre sospechas de graves hechos de corrupción que pesaban sobre el presidente Bakiev y sobre varios miembros de su familia provocaron importantes protestas en marzo pasado. En 2009, Bakiev había revisado un artículo de la Constitución que enumeraba las disposiciones sobre la sucesión presidencial en caso de fallecimiento o de dimisión inesperada. Aquella revisión, ampliamente interpretada como un intento de instaurar un «sistema dinástico» de traspaso del poder, es uno de los factores que originaron las recientes protestas a través de todo el país. Bakiev puso a su hijo y a otros miembros de su familia en puestos claves en los que podían amasar grandes sumas de dinero –los estimados hablan de 80 millones de dólares al año– gracias a la autorización otorgada a Estados Unidos para la instalación de una base aérea en Manas y la firma de otros contratos [1].

Kirguistán es uno de los países más pobres del Asia central. Más del 40% de su población vive por debajo del llamado umbral de pobreza. Bakiev puso a su hijo Maxim (quien además dispone de suficiente tiempo y dinero como para ser uno de los propietarios de un club británico de fútbol) a la cabeza de la Agencia Central de Desarrollo, Inversión e Innovación, puesto que le permite controlar los recursos más inmediatamente rentables del país, como la mina de oro de Kumtor [2].

A finales de 2009, Bakiev aumentó fuertemente los impuestos a las empresas pequeñas y medianas y a principios de 2010 instauró nuevos gravámenes sobre las telecomunicaciones. También privatizó la mayor proveedora de electricidad del país y, en enero pasado, esa misma empresa –ya privatizada y, según se dice, vendida a ciertos amigos de la familia por menos del 3% de su valor estimado– duplicó el precio de la electricidad. Mientras tanto, el precio del gas urbano aumentó en un 1 000%, y hay que precisar que el invierno en Kirguistán es extremadamente inclemente.

La oposición acusaba a Bakiev de haber organizado una privatización complaciente de la red nacional de telecomunicaciones, que fue cedida a un amigo cuya empresa fuera de fronteras está domiciliada en Canarias. En realidad, la cólera popular contra Bakiev y sus comparsas es realmente justificada. Lo importante es quién está canalizando esa cólera y con qué objetivo.

Las protestas estallaron en marzo pasado cuando el gobierno decidió imponer un alza espectacular de la energía y las telecomunicaciones, cuyos precios se cuadruplicaron e incluso más, en un país ya exhausto. Durante las revueltas de principios de marzo, Rosa Otumbayeva fue nombrada vocero del Frente Unido, conformado por todos los partidos de oposición. La señora Otumbayeva exhortó entonces a Estados Unidos a adoptar una posición más activa contra el régimen de Bakiev y a condenar su poco respeto por las normas de la democracia, llamado que Washington dejó sin respuesta [3].

Según fuentes rusas bien informadas, en aquel momento Rosa Otumbayeva se entrevistó también con el primer ministro ruso Vladimir Putin sobre el deterioro de la situación. Al formarse el gobierno provisional bajo la dirección de Otumbayeva, Moscú fue el primero en reconocerlo y en proponerle una ayuda inmediata para la estabilización por 300 millones de dólares, transfiriéndole así parte del préstamo de 2 150 millones de dólares ya concedido en 2009 al régimen de Bakiev para la construcción de una hidroeléctrica en el río Naryn.

En principio, el préstamo ruso de 2 150 millones de dólares había sido concedido justo después de la decisión de Bakiev de cerrar la base estadounidense de Manas, decisión que los dólares estadounidenses echaron por tierra varias semanas más tarde. Para Moscú, había un vínculo entre la ayuda rusa y el anuncio del cierre de la base de Manas por parte de Bakiev.
La actual entrega de 300 millones de dólares, provenientes del préstamo de 2 150 millones ya prometido anteriormente y reactivado después de la expulsión de Bakiev, iría directamente a las cajas del Banco Nacional de Kirguistán [4].

Según un despacho de la agencia de prensa moscovita RIA Novosti, el primer ministro depuesto, Daniar Usenov, afirmó al embajador ruso en Bishkek que los medios de prensa rusos, que gozan de gran presencia en el Estado ex soviético, cuyo idioma oficial sigue siendo el ruso, habían tomado partido contra el gobierno del dúo Bakiev-Usenov [5].

Las fuerzas de seguridad del gobierno de Bakiev, a las que pertenecen los francotiradores de las Fuerzas Especiales posicionados entonces en los techos, mataron a 81 manifestantes provocando así una peligrosa escalada de las protestas durante la primera semana de abril.

Al analizar esos hechos es importante señalar un elemento que sugiere además que muchas más cosas están pasando entre bastidores. Ese elemento es que, antes de que estallara el levantamiento, fueron pocos los síntomas precursores de la revuelta que se dieron a conocer en la escena mediática internacional.
Las manifestaciones de protesta venían en aumento desde que Bakiev asumió el control de la llamada revolución de los tulipanes, con el apoyo financiero de Estados Unidos [6].

En 2005, aquel cambio de régimen contó con la intervención de la tradicional lista de ONGs estadounidenses, como la Freedom House, la Albert Einstein Institution, la National Endowment for Democracy y la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, siglas en inglés) [7]. Ningunos de los levantamientos anteriores a los del mes de abril habían alcanzado la misma fuerza ni el mismo grado de complejidad. Al parecer, los acontecimientos tomaron a todo el mundo por sorpresa, en primer lugar al propio Bakiev y a sus padrinos estadounidenses.

El ejército, la policía y los servicios fronterizos de seguridad se unieron al levantamiento desde las primeras horas de las protestas, lo cual hace pensar que existió una compleja e ingeniosa coordinación, planificada de antemano. En los momentos actuales nada indica todavía con claridad si quienes tomaron las decisiones actuaron desde el extranjero o no y, de tratarse del primer caso, si pertenecían o no al FSB ruso, a la CIA o a algún otro servicio secreto.

Parece que antes el 7 de abril de 2010, en momentos en que perdía ya el control de la situación, Bakiev se volvió hacia los estadounidenses. Pero al ver el derramamiento de sangre provocado en las calles por los francotiradores de Bakiev así como la cólera popular contra el gobierno, Estados Unidos parece haber preferido evacuar al presidente y su familia hacia su natal ciudad de Osh, presumiblemente con la esperanza de traerlo de regreso cuando la situación se calmara [8], cosa que nunca llegó a suceder.

Al igual que los miembros de su gobierno y los dirigentes del ejército, de la policía nacional y de los servicios fronterizos de seguridad, Bakiev anuncia su renuncia el 16 de abril y huye hacia el vecino Kazajstán. Según las últimas noticias, actualmente se encuentra confinado en Bielorrusia y se dice que el presidente Lukashenko, necesitado de recursos monetarios, aceptó acogerlo a cambio de 200 millones de dólares [9].

El nuevo gobierno provisional de Kirguistán, encabezado por la antigua oposición y por la ex ministra de Relaciones Exteriores Rosa Otumbayeva, ha declarado estar deseoso de emprender una investigación internacional sobre los crímenes de Bakiev y ya se ha conformado un voluminoso paquete de acusaciones contra el ex presidente, sus hijos y su hermano, entre otros miembros de su familia.

Bakiev no tenía otra posibilidad que la fuga. Varios días antes de su huida, el ejército y la policía ya se habían unido a la oposición encabezada por Otumbayeva, actitud que parece corroborar la idea de una secuencia de hechos extremadamente bien planificados al menos por parte de un sector de la oposición.

Mapa de Asia central. Kirguistán aparece en color azul marino a la derecha.

Un eje geográfico

Kirguistán es actualmente un eje geográfico. Ese país tiene fronteras con la provincia china de Xinjiang, altamente estratégica para Pekín. A pesar de ser uno de los países más pequeños del Asia central, Kirguistán también tiene fronteras –por el norte– con Kazajstán y sus recursos petrolíferos, con Uzbekistán por el este y con Tayikistán por el sur. Más importante todavía, el valle de Fergana, cuya situación política es altamente explosiva debido a sus importantes riquezas naturales, se extiende sobre una parte del territorio de Kirguistán. Esa zona multiétnica, donde los enfrentamientos políticos son habituales, se extiende también sobre los territorios de Uzbekistán y de Tayikistán.

Kirguistán es un país de elevadas montañas. Las cadenas montañosas de Tian Sian y del Pamir ocupan el 65% de su territorio. Casi el 90% del país se encuentra a más de 1 500 metros de altitud.

En cuanto a los recursos naturales, aparte de la agricultura –que representa la tercera parte de su PIB-, Kirguistán tiene oro, uranio, carbón y petróleo. En 1997, la mina de oro de Kumtor comenzó la explotación de uno de los yacimientos auríferos más grandes del mundo.

Hasta hace poco, la agencia nacional Kyrgyzaltyn poseía todas las minas [del país] y administraba la mayoría de ellas a través de empresas mixtas creadas en asociación con compañías extranjeras. La mina de oro de Kumtor, cerca de la frontera china, está completamente en manos de la empresa canadiense Centerra Gold Inc. Hasta el momento del derrocamiento de Bakiev era su hijo Maxim, jefe del Fondo para el Desarrollo, quien dirigía Kyrgyzaltyn. Esta empresa es además el principal accionista de Centerra Gold, actual propietario de la mina de oro de Kumtor.

Resulta especialmente revelador el hecho que Centerra Gold, basada en Toronto, ya haya anunciado la «sustitución» de Maxim Bakiev a la cabeza de Kyrgyzaltyn por Aleksei Eliseev, director adjunto de la Agencia Nacional para el Desarrollo de Kirguistán, probablemente a pedido del Departamento de Estado estadounidense y sin someterlo al voto de los electores kirguizios [10].

Kirguistán posee también importantes yacimientos de uranio y antimonio. El país dispone además de considerables reservas de carbón, estimadas en 2 500 millones de toneladas, que se encuentran esencialmente en el yacimiento de Kara-Keche, en el norte del país.

Pero más determinante aun que las riquezas minerales sigue siendo la base de la US Air Force en Manas, abierta en los tres meses que siguieron a la declaración de «guerra global contra el terrorismo» en septiembre de 2001. Poco después, Rusia instalaba su propia base militar no lejos de Manas. Kirguistán es actualmente el único país del mundo donde existen simultáneamente una base militar estadounidense y una rusa, lo cual parece ser por lo menos incómodo.

En resumen, situado en pleno corazón del territorio más estratégico del mundo, el Asia central, Kirguistán constituye un trofeo geopolítico especialmente disputado.

La política de Washington en punta de pies

Parece ser que el Departamento de Estado estadounidense trató de mantener a Bakiev, posiblemente con la esperanza de dispersar a los manifestantes, de poner fin a los motines y de mantener en el poder al hombre de los tulipanes. Anteriormente, Hillary Clinton había exhortado a la oposición parlamentaria (que se componía de ministros del propio gobierno que condenaban la corrupción y el nepotismo de Bakiev) a negociar y dialogar con el presidente Bakiev, financiado por Estados Unidos. A pesar de la publicación de despachos que anunciaban la renuncia de toda la administración kirguizia, el Departamento de Estado emitió declaraciones según las cuales el gobierno del presidente Kurmanbek Bakiev seguía en funcionamiento [11].

El 7 de abril, en momentos en que los incidentes alcanzaban su punto más álgido y el desenlace todavía no estaba claro, P. J. Crowley, vocero de la secretaria de Estado estadounidense, declaraba ante los periodistas: «Queremos ver a Kirguistán evolucionar, al igual que lo deseamos para otros países de la región. Dicho esto, [Kirguistán] tiene un gobierno que está funcionando efectivamente. Nosotros somos aliados de ese gobierno en la medida en que este nos aporta su apoyo, como ustedes saben, en las operaciones internacionales en Afganistán.» [12]. George Orwell hubiera encontrado admirable este ejercicio de doble lenguaje diplomático.

El 15 de abril, cuando se hace evidente que Bakiev tenía muy poco apoyo en su país, el Departamento de Estado estadounidense declara que no quiere tomar partido por el depuesto presidente ni por la oposición parlamentaria. En un comunicado que demuestra hasta qué punto Washington está caminando en punta de pies, en un esfuerzo por no equivocarse, en particular sobre la cuestión del derecho a usar la base aérea de Manas, Philip Crowley declara: «Queremos que la situación se resuelva de forma pacífica. Y no queremos tomar partido.» [13]. Desde entonces, después de las conversaciones con la ministra de Relaciones Exteriores Rosa Otunbayeva y sus colaboradores, el Departamento de Estado y el propio Obama aprobaron cálidamente la nueva situación política en Kirguistán.

Rosa Otumbayeva, quien había sido miembro influyente del Partido Comunista en la era soviética, dirigió la primera embajada de Kirguistán en Estados Unidos después de la independencia y posteriormente estuvo en el equipo de asistentes del secretario general de la ONU Kofi Annan. El gobierno provisional que dirige Otumbayeva anuncia que redactará una nueva Constitución en 6 meses y que preparará la realización de elecciones democráticas. La oposición dice tener la situación bien controlada en Kirguistán, a pesar de que los motines y saqueos que prosiguen fuera de la capital [14].

¿Quién está detrás de todo esto?

Aunque muchos especulan sobre la existencia de un accionar de los servicios secretos rusos en la antirevolución de los tulipanes, lo cierto es que tenemos que dejar esa pregunta en suspenso.

En una declaración realizada el 14 de abril durante su visita oficial en Washington, al cabo de una semana de incidentes, el presidente ruso Dimitri Medvedev expresaba sus preocupaciones en cuanto a la estabilidad de Kirguistán: «El riesgo de ver el país dividirse en dos partes –norte y sur– es real. Es por ello que nuestro deber es ayudar a nuestros amigos kirguizios a encontrar una solución tranquila para esta situación.» Medvedev imagina entonces los principales aspectos del peor escenario que pudiera producirse en ese país: al verse desestabilizado, el gobierno de Kirguistán se vería en una situación de impotencia ante extremistas que invaden el país, lo cual sería una repetición de la situación afgana [15].

Al ocupar la tribuna en Praga durante la conferencia sobre el desarme nuclear, el consejero de la Casa Blanca sobre Rusia, Michael McFaul, se expresaba en los siguientes términos sobre los hechos registrados en Kirguistán: «No se trata de un golpe de Estado montado por los americanos. De eso estamos seguros. Y tampoco se trata de un golpe de Estado dirigido por los rusos.» [16].

Teóricamente, Estados Unidos tiene todas las razones posibles para pensar que puede «trabajar» con los dirigentes del nuevo gobierno provisional de Kirguistán.

Rosa Otumbayeva es muy conocida en Washington desde que ocupó el cargo de embajadora, en los años 1990.

El número 2 de su gobierno provisional, Omurbek Tekebayev, ex vocero del parlamento y figura clave de la llamada «revolución de los tulipanes» de 2005, que puso a Bakiev en el poder, fue invitado en aquel entonces a Washington por el Departamento de Estado como participante en uno de los «programas» en los que se muestra a las figuras políticas extranjeras en ciernes las virtudes del l’American way of life.

El propio Tekebayev se refirió en aquel entonces a aquella experiencia de la siguiente manera: «Comprobé que los estadounidenses saben cómo seleccionar a la gente, cómo hacer una evaluación precisa de lo que sucede y cómo hacer pronósticos en cuanto a la evolución y los futuros cambios políticos.» [17].

Ciertos elementos parecen indicar que el apoyo de Moscú a los recientes sucesos de Kirguistán estaba concebido como el negativo de una revolución de color, para contrarrestar la creciente presencia estadounidense en Asia central. También existen elementos que demuestran la existencia de un segundo cambio de régimen estimulado por Estados Unidos, quizás después de que la administración Obama se diera cuenta de que su hombre fuerte –Bakiev– estaba acercándose demasiado a China en el plano económico. Una tercera versión, poco probable, atribuye los recientes levantamientos a una oposición de pacotilla, interna y desorganizada, que supuestamente nunca llegó a reunir en las calles más que unos miles de personas en los últimos 5 años para protestar contra la política de Bakiev.

Lo que si parece claro en este momento es que Moscú y Washington están recurriendo a las mismas tergiversaciones para mostrar un aparente consenso en cuanto a los hechos en desarrollo en Kirguistán.
El 15 de abril, el presidente de la OSCE (Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa), Kanat Saudabayev, afirmaba que la evacuación del presidente Bakiev sano y salvo era resultado de los esfuerzos conjuntos de Obama y Medvedev [18].

Es evidente que Washington y Moscú desean ardientemente imponer cada uno su presencia, sea cual sea el gobierno que surja en ese país del Asia central, de 5 millones de habitantes y desgarrado por los conflictos. Lo que se sabe un poco menos, a pesar de que resulta tan evidente como lo anterior, es la importancia vital que reviste para China el mantenimiento de relaciones estables con Kirguistán, país con el que comparte una extensa frontera. Desde nuestro punto de vista, lo que más interesante parece es el rumbo que tomarán los acontecimientos en ese país, tan lejano como estratégico en el plano estratégico.

¿Qué pasará con la base aérea de Manas?

Una cuestión vital para Washington es el futuro de la base aérea de Manas, muy cercana a la capital de Kirguistán. En un comunicado oficial del Departamento de Estado fechado el 11 de abril, la secretaria de Estado Hillary Clinton insiste en «el importante papel que desempeña Kirguistán al acoger el centro de tránsito del aeropuerto de Manas», dejando así planear la duda en cuanto a las prioridades de Washington en ese país, [prioridades] que nada tienen que ver ni con la democracia ni con su desarrollo económico [19].

Después de que Washington trazara el plan de «guerra contra el terrorismo», el Pentágono obtuvo los derechos de implantación militar en varios Estados estratégicos del Asia central, oficialmente para facilitar la lucha contra Osama Ben Laden en Afganistán. Washington obtuvo la concesión de Manas al mismo tiempo que los derechos de acceso de sus tropas en Uzbekistán.

Por supuesto, la presencia militar de Estados Unidos en Afganistán ha ido en aumento. Una de las primeras decisiones de Obama como presidente fue autorizar el llamado surge, o sea el fortalecimiento de las fuerzas de ocupación. Envió 30 000 hombres más y autorizó la construcción de 8 nuevas bases militares «temporales» en Afganistán, llevando así a 22 la asombrosa cantidad de bases estadounidenses en territorio afgano, entre las que se cuentan las importantes bases de Bagram y Kandahar.

El secretario de Defensa Robert Gates se niega a definir una fecha límite para la presencia estadounidense en Afganistán. Y no por causa de los talibanes sino debido a la estrategia a largo plazo de Washington, consistente en extender su «guerra contra el terrorismo» por toda el Asia central, sobre todo en la crucial zona del valle de Fergana, que se extiende entre Uzbekistán y Kirguistán. Es en ese contexto que los recientes acontecimientos de Kirguistán resultan más que beneficiosos para Rusia, China y Estados Unidos.

El 14 de abril Gates expresaba a la prensa su seguridad sobre la obtención de los derechos de la base de Manas por parte de Estados Unidos para desarrollar lo que el Pentágono llama el Northern Distribution Network (Red de Distribución del Norte), que permite abastecer por vía aérea [a las tropas presentes en] las zonas de combates en Afganistán [20]. Sólo unos pocos días antes varias personalidades del gobierno provisional de Kirguistán habían indicado que la atribución a Estados Unidos de los derechos de acceso a Manas era uno de los primeros asuntos que había que anular.

Durante una entrevista con el [presidente] ruso Medvedev, [el presidente] Barack Obama admitió que los acontecimientos de Kirguistán no estaban dirigidos por los rusos. Y rápidamente anunció que Estados Unidos reconocía la legitimidad del gobierno provisional de Rosa Otumbayeva.

La interrogante que se mantiene hoy en suspenso tiene que ver con el papel que Kirguistán va a desempeñar en la espectacular partida de ajedrez geopolítico por el control del Asia central y, por consiguiente, por el heartland euroasiático, según la terminología del geopolitólogo británico Halford Mackinder. Los principales actores de esta partida de ajedrez, de gran importancia geopolítica en Asia central, son China, Rusia y Estados Unidos. En la siguiente parte de este trabajo nos dedicaremos al análisis de los intereses geopolíticos de China en Kirguistán, que es precisamente uno de sus socios en el seno de la Organización del Tratado de Cooperación de Shangai.

(Continuará…)

[2John C.K. Daly, op. cit.

[3Leila Saralayeva, Kyrgyz opposition protests rising utility tariffs, Associated Press, 17 de marzo de 2010.

[4RIA Novosti, Russia throws weight behind provisional Kyrgyz government, 8 de abril de 2010. El muy bien informado ex embajador de la India M. K. Gajendra Singh, señala además, en un artículo publicado por RIA Novosti, que el primer ministro ruso Vladimir Putin se entrevistó con Rosa Otumbayeva por dos veces después de las manifestaciones del 7 de abril y que la propia Otumbayeva estuvo en Moscú en enero y en marzo de este año. Ver K. G. Singh, Geopolitical battle in Kyrgyzstan over US military Lilypond in central Asia, RIA Novosti, 13 de abril de 2010.

[6Richard Spencer, «Quiet American behind tulip revolution», The Daily Telegraph, Londres, 2 de abril de 2005.

[7Philip Shishkin, In Putin’s Backyard, Democracy Stirs — With US Help, The Wall Street Journal, 25 de febrero de 2005. Sobre esas asociaciones supuestamente no gubernamentales, ver: «Freedom House: cuando la «libertad» no es más que un pretexto», «La Albert Einstein Institution: no violencia según la CIA», «La NED, las redes de la injerencia «democrática» » y «La USAID y las redes terroristas de Bush», Red Voltaire.

[8Kyrgyzstan National Security Service ‘source’, Specially for War and Peace.ru, 10 de abril de 2010, traducido del ruso por el autor.

[9«Belarus President Lukashenko Report» del blog politico War and Peace.Ru.

[10Ver: sitio web de Centerra Gold, Toronto, Canadá.

[11David Gollust, «US Urges Dialogue in Kyrgyzstan», Voz de los Estados Unidos de América, 7 de abril de 2010.

[12«We want to see Kyrgyzstan evolve, just as we do other countries in the region. But that said, there is a sitting government. We work closely with that government. We are allied with that government in terms of its support for international operations in Afghanistan», State Department Daily Briefing, 7 de abril de 2010.

[15Karasiwo, «Nuclear deals and Kyrgyz fears – Medvedev in Washington», 14 de abril de 2010.

[16Maria Golovnina y Dmitry Solovyov, «Kyrgyzstan’s new leaders say they had help from Russia», The Globe and Mail, Toronto, 8 de abril de 2010.

[17Sreeram Chaulia, «Democratisation, NGOs and ‘colour revolutions’», 19 de enero de 2006.

[19Philip Crowley, vocero de la secretaria de Estado, «US Clinton Urges Peaceful Resolution of Kyrgyz Situation», 11 de abril de 2010, citado por RIA Novosti.

[20Donna Miles, «Gates expresses confidence in continued Manas access», American Forces Press Service, 14 de abril de 2010.