La piratería, que se desarrolló desde la Edad Antigua en la región del Mediterráneo, pasó ser considerada como legítima a partir del siglo XII, cuando los soberanos la convirtieron en “guerra de persecución” y la autorizaron.

A pesar de su abolición oficial en 1856, la piratería se sigue practicando aún hoy en día, aunque con motivaciones y técnicas actualizadas. Como las que utiliza la OTAN, cuyos navíos de guerra están autorizados a abordar «barcos mercantes sospechosos» en aguas internacionales y a confiscar su cargamento, y cuyos aviones de guerra pueden interceptar «aviones civiles sospechosos», incluso en el espacio aéreo internacional, y obligarlos a aterrizar.

La acción de Turquía, cuyos cazas F-16 interceptaron un avión sirio de pasajeros que cubría el vuelo Moscú-Damasco y lo obligaron a aterrizar en Ankara, constituye por lo tanto, para la OTAN, un acto plenamente legítimo. Después de retener a los pasajeros, entre los que se hallaban numerosos ciudadanos rusos acompañados incluso de niños, las autoridades turcas procedieron a registrar el avión –sin testigos– y declararon haber descubierto y confiscado «material militar y municiones».

Moscú asegura que lo único que había a bordo del avión sirio eran componentes de un radar, enviados a Siria en virtud de un acuerdo comercial perfectamente normal, y exige la devolución de dicho equipamiento. Pero Washington, poniéndose del lado de Ankara, declara no tener «duda alguna de que había a bordo del avión un importante material militar» (que ahora pudiera ser exhibido como “prueba”, ya que las autoridades turcas juran haberlo encontrado en el avión).

El primer ministro turco Erdogan, en vez de ser conminado a responder por ese acto de piratería aérea, se convierte entonces en acusador y señala a la ONU como culpable, según él, de cosas como «negligencia, debilidad e injusticia», que impiden una acción internacional en contra de Siria.

Erdogan, verdadero paladín del derecho internacional, no menciona el hecho que el verdadero tráfico –no sólo de armas sino también de hombres armados– es el que pasa a través de Turquía para alimentar la guerra en Siria, país con el cual el propio Erdogan mantuvo anteriormente relaciones de relativa buena vecindad. Política que hoy se transformado en una actitud totalmente opuesta. Los 900 kilómetros de frontera que Turquía comparte con Siria, en una región donde turcos y sirios tienen incluso culturas comunes y mantenían relaciones comerciales provechosas para ambos países, han sido transformados por Ankara en un puesto avanzado de la guerra contra Siria, mientras que Erdogan acusa a ese país de ser el violador de la frontera.

Detrás de todo esto está la OTAN, que dice «tener listos todos los planes necesarios para defender a Turquía», o sea que está lista a enviar tropas. Lo mismo hacían los piratas cuando desembarcaban para entregarse al saqueo. La diferencia es que el botín de hoy es un país entero: Siria, de la que esperan apoderarse creando, desde Turquía, «zonas tapones» dentro del territorio sirio.

Lo mismo están haciendo en la frontera entre Jordania y Siria. La operación, en la que también participó Italia, comenzó en mayo con la maniobra Eager Lion [En español, “León impaciente”. NdT.]. Al final de dicha maniobra, un contingente de especialistas militares estadounidenses se quedó en Jordania para crear una «zona tapón», en territorio sirio. Esta operación en forma de tenaza se cierra del lado israelí donde comienza el 21 de octubre un gran ejercicio israelo-estadounidense con misiles designado como Austere Challenge 12 que durará 3 semanas, para preparar la «respuesta a un ataque simultaneo sirio e iraní». Una «respuesta» en la que se prevé incluso recurrir a las armas atómicas.

En el momento culminante de la maniobra llegará de Bruselas el almirante James G. Stavridis, comandante supremo de la OTAN, para garantizar que también esté lista para la guerra (ya iniciada de hecho con las sanciones unilaterales de los países atlantistas contra Siria e Irán) la Unión Europea, que acaba de recibir el Premio Nobel de la Paz por su labor a favor de la «fraternidad entre las naciones».

Fuente
Il Manifesto (Italia)

Traducido al español por la Red Voltaire a partir de la traducción al francés de Marie-Ange Patrizio