La República Árabe Siria acaba de vivir una nueva elección presidencial, a pesar de la hostilidad de ‎las potencias occidentales deseosas de dividirla y de destruir el Estado sirio para imponer a ‎los sirios un “gobierno de transición” calcado del modelo que se aplicó a Alemania y Japón ‎al término de la Segunda Guerra Mundial [1]. Según los observadores internacionales, provenientes de todos los países que mantienen ‎embajadas en Damasco, la elección se desarrolló normalmente. Bachar al-Assad fue ‎ampliamente reelecto para cumplir un cuarto mandato presidencial. ‎

Todo esto amerita algunas explicaciones. En lo esencial, este artículo habría podido ser escrito ‎en 2014, después de la anterior elección presidencial siria, ya que las potencias occidentales ‎mantienen exactamente las mismas posiciones y actitudes de aquella época, a pesar de que han ‎sido derrotadas en el plano militar. ‎

El contexto

En 2010, o sea antes de la guerra, la República Árabe Siria era un Estado en pleno desarrollo ‎demográfico y económico. Su presidente era el jefe de Estado árabe más popular, tanto en su país como en el mundo árabe. Bachar al-Assad solía salir con su esposa, sin escolta, ‎en cualquier lugar de Siria. Era visto en Occidente como un ejemplo positivo de sencillez y ‎modernidad. ‎

Cuando, basándose en informaciones falsas, la ONU autorizó las potencias occidentales a ‎intervenir en Libia, la televisión satelital qatarí Al-Jazeera llamó inútilmente –durante meses– a sus ‎telespectadores en Siria a sublevarse contra el partido Baas. Después de la caída de la Yamahiriya ‎Árabe Libia, arrasada por las bombas de la OTAN, en Siria grupos armados destruyeron símbolos ‎del Estado y atacaron a los civiles. Como en Libia, los sirios encontraban cuerpos ‎desmembrados en las calles. ‎

Finalmente, como resultado de los llamados incesantes de las televisiones Al-Jazeera y al-Arabiya y de la ‎Hermandad Musulmana, empezaron a verse en Siria algunas manifestaciones contra ‎el presidente Bachar al-Assad. Aquellos manifestantes generalmente afirmaban que al-Assad ‎no era un «verdadero musulmán» sino un «infiel alauita». Eran manifestantes que ‎nunca hablaban de democracia, concepto que los islamistas aborrecen. Pero en otras ‎manifestaciones, organizadas por el PSNS (Partido Social Nacionalista Sirio), se criticaba la ‎organización de la administración y se denunciaba el papel abusivo de los servicios secretos. ‎

Mientras tanto, elementos del Grupo Islámico Combatiente en Libia (GICL), que la OTAN ‎acababa de poner en el poder en Trípoli, eran enviados a Turquía, como «refugiados» pero con su armamento, utilizando canales de la ONU, para fundar el denominado «Ejército Libre Sirio» ‎‎ [2]. ‎La «guerra civil» se iniciaba entonces en Siria mientras que los dirigentes occidentales, en vez ‎de reclamar democracia, clamaban a coro «¡Bachar tiene que irse!»‎

Durante 2 años, la población siria se vio confrontada a dos narraciones diferentes de lo que ‎estaba sucediendo: por un lado, los medios sirios denunciaban una agresión extranjera y ‎no mencionaban las manifestaciones contra el Estado sirio; del otro lado, los medios árabes ‎anunciaban la caída inminente del «régimen de Bachar» y la llegada al poder de un gobierno de ‎la Hermandad Musulmana. De hecho, esa cofradía tenía apoyo en una pequeña parte de la ‎población. En realidad, los desórdenes dejaban muchas más víctimas entre los miembros de la ‎policía siria y del ejército que entre la población civil. Poco a poco, los sirios se dieron cuenta ‎de que, a pesar de sus errores y defectos, quien los protegía era la República, ‎no los yihadistas.‎

Durante esta «guerra civil» de 3 años, los yihadistas –armados y dirigidos por la OTAN desde la ‎región turca de Izmir (Esmirna)– operaban bajo las órdenes de oficiales turcos, franceses ‎y británicos y ocupaban regiones rurales, mientras que el Ejército Árabe Sirio defendía a la ‎población que buscaba refugio en las ciudades. ‎

En 2014, la aviación de la Federación Rusa intervino –a pedido del gobierno sirio– para destruir las ‎instalaciones subterráneas construidas por los yihadistas. El Ejército Árabe Sirio inició entonces la ‎contraofensiva y comenzó a recuperar los territorios que los yihadistas habían ocupado. ‎Fue entonces, en 2014, cuando la OTAN estimuló la transformación de un grupo yihadista iraquí ‎en lo que fue el Emirato Islámico (Daesh), inicialmente llamado «Estado Islámico en Irak y el ‎Levante» (EIIL) [3]. En un año, el número de yihadistas ‎extranjeros que luchaban contra la República Árabe Siria sobrepasó la cifra de 250 000 hombres. En tales ‎condiciones, es completamente absurdo seguir hablando de «guerra civil». ‎

Ya en 2014, la República Árabe Siria creó un ministerio de la Reconciliación, bajo la dirección de Alí ‎Haidar, líder del PSNS. Durante los 7 años siguientes, la República Árabe Siria concedió sucesivas ‎amnistías a los sirios que habían colaborado con los invasores y les dio así la posibilidad de ‎reintegrarse a la sociedad. ‎

Actualmente, Siria está dividida en 4 partes:
 la parte fundamental del territorio sirio está bajo control del gobierno;
 la gobernación de Idlib, en el noroeste del país, donde están reagrupados los yihadistas, se halla ‎bajo la protección del ejército turco;
 el noreste está bajo la ocupación de tropas de Estados Unidos –que están allí en contra de la voluntad ‎del gobierno sirio y por lo tanto ilegalmente– y de milicias kurdas;
 la meseta del Golán, en el sur, sigue bajo la ocupación militar de Israel, que incluso proclamó ‎unilateralmente la anexión de ese territorio antes de la guerra. ‎

La posición de las potencias extranjeras

A la luz del derecho internacional, la presencia de Irán y Rusia en Siria es legal, ya que fue ‎solicitada por el gobierno sirio. Pero Israel, Turquía y Estados Unidos están ocupando ‎ilegalmente partes del territorio sirio.‎

Estados Unidos reunió contra Siria la mayor coalición militar de todos los tiempos. ‎Paradójicamente, Washington bautizó esa coalición intervencionista como «Amigos de Siria». ‎Pero no logró mantener unidos a los miembros de esa coalición antisiria, que fueron recobrando ‎poco a poco su autonomía para perseguir cada uno sus objetivos particulares:‎
 El Pentágono pretendía destruir el Estado sirio, conforme a lo previsto en la doctrina Rumsfeld-‎Cebrowski [4];‎
 Turquía esperaba anexar territorios perdidos a raíz de la caída del imperio otomano, ‎mencionados en el «Juramento Nacional» de 1920 [5];‎
 Reino Unido trataba de restaurar sus propios intereses económicos imperiales;‎
 Francia quería reimplantar el mandato que la Sociedad de las Naciones le había otorgado ‎en 1922 [6].‎

Al cabo de 10 años de guerra, después del “diálogo” de las armas, está claro que el pueblo sirio ‎quiere conservar su República y que esta se ha puesto bajo la protección de Rusia. Las potencias ‎occidentales ya no podrán modelar Siria a su antojo, ni a corto ni a mediano plazo. Parecería ‎lógico esperar entonces que los líderes occidentales reconociesen por fin que han sido ‎derrotados y que modificaran su discurso. Pero no es eso lo que está sucediendo. En la política, ‎al igual que en la ciencia, las doctrinas no desaparecen obligatoriamente después de haber sido ‎derrotadas o desmentidas, sólo desaparecen con la generación que las lanzó y las defendió. ‎

Así que los medios occidentales se empeñan en seguir divulgando noticias falsas y en lanzar ‎contra el presidente Assad y la República Árabe Siria acusaciones sobre supuestas torturas y otras ‎atrocidades, exactamente como lo hizo el III Reich cuando describía al general francés Charles ‎de Gaulle como un lacayo de los judíos y de los ingleses que encabezaba una banda de ‎mercenarios y torturadores. ‎

Justo antes de la nueva elección presidencial siria, Washington y Bruselas se concertaron sobre su ‎posición común. Según el gobierno de Estados Unidos y la Unión Europea, la nueva elección ‎presidencial siria no tendría valor legal porque supuestamente contradice la resolución 2254 del ‎Consejo de Seguridad de la ONU. ‎

Pero la resolución 2254 [7], adoptada hace 6 años, nunca menciona la ‎elección presidencial. Lo que sí plantea ese texto es que el futuro de Siria pertenece únicamente ‎a los sirios y confirma la legitimidad de la lucha de la República contra los grupos yihadistas. ‎El hecho es que después de la adopción de esa resolución en el Consejo de Seguridad de la ONU ‎vinieron las negociaciones en Suiza entre las diferentes partes sirias, seguidas de otros ‎encuentros paralelos en Rusia. Las delegaciones participantes en esos encuentros decidieron ‎reformar la Constitución siria, lo cual nunca llegaron a concretar. Y, poco a poco, ‎los colaboradores de la OTAN –los llamados «opositores»– han venido deponiendo las armas, ‎y ya no hay «opositores» creíbles con quienes continuar las conversaciones. ‎

Los refugiados sirios

En 2010, la República Árabe Siria contaba 20 millones de ciudadanos sirios residentes en suelo ‎sirio, así como 2 millones de refugiados palestinos e iraquíes. En 2011, Turquía construyó ‎nuevas ciudades cerca de su frontera con Siria y llamó los sirios a residir en ellas hasta que ‎se restaurase la paz del lado sirio. Turquía aplicaba así una estrategia de la OTAN [8] ‎concebida para privar a Siria de su población civil. Posteriormente, Turquía aplicó un sistema de ‎selección a esa masa de refugiados, se quedó con los sunnitas para ponerlos a trabajar en sus ‎fábricas y envió los demás a Europa. Al mismo tiempo, otra masa de sirios llegaba a Líbano ‎y Jordania huyendo de los combates. Actualmente, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas ‎para los Refugiados (ACNUR o UNHCR por sus siglas en inglés) tiene un total de 5,4 millones de ‎refugiados sirios registrados en todo el mundo. ‎

El estado de desorganización en el país hace imposible determinar con precisión la cantidad de ‎muertes provocadas por la guerra contra Siria. Se habla de al menos 400 000 sirios muertos, ‎aunque es posible que la cifra real sea muy superior, y de al menos 100 000 yihadistas ‎extranjeros muertos durante la guerra. ‎

También se desconocen la cantidad exacta y la nacionalidad de la población que se halla hoy en ‎las zonas que permanecen bajo control turco o estadounidense. Durante la guerra, ‎las potencias y los medios occidentales divulgaron sin descanso cifras absolutamente grotescas. ‎Hablaron, por ejemplo, de un millón de «demócratas» en la Ghouta Oriental (en las afueras ‎de Damasco, la capital). Pero cuando el ejército regular sirio recuperó esa región se comprobó ‎que allí había sólo 140 000 personas (90 000 sirios y 50 000 extranjeros). La cifra de 3 millones de habitantes en las zonas ocupadas, proveniente de medios y agencias ‎occidentales, probablemente no tiene ya ningún valor. ‎

En todo caso, hoy se cuentan 18,1 millones de ciudadanos sirios, según la República Árabe Siria. ‎Pero hay muchos sirios que no se han puesto en contacto con las autoridades de su país y que ‎siguen viviendo quizás como refugiados en el extranjero. ‎

Olvidando sus propias tácticas demográficas y autoengañados por su propia propaganda ‎contra Siria, los gobiernos occidentales creen que los refugiados sirios salieron de su país ‎huyendo de la «dictadura». Pero en Líbano la organización de la votación para la elección ‎presidencial siria en la embajada de Siria en Beirut dio lugar a inesperadas manifestaciones de ‎júbilo por la victoria de la República frente a la agresión externa… como en 2014. De hecho, la ‎inmensa mayoría de los refugiados sirios han proclamado siempre que no salieron de su país ‎huyendo del «régimen» sino tratando de escapar a la barbarie de los yihadistas. ‎

La candidatura de Bachar al-Assad

Contrariamente a la versión propalada en Occidente, Bachar al-Assad no «heredó» ‎la presidencia. Ni siquiera estaba previsto que se dedicara a la política y en 1992 se había ‎instalado en Londres, ejerciendo como oftalmólogo. Allí se esforzaba por estar al servicio de sus ‎pacientes, al extremo de negarse a abrir un consultorio privado y preferir trabajar en un hospital ‎accesible a todos. Sin embargo, después de la muerte de su hermano Bassel, Bachar acepta ‎regresar al país y hacer estudios en una academia militar. En 1998, su padre, el presidente ‎Haffez al-Assad, lo pone a la cabeza de la Sociedad Informática Siria y posteriormente le confía ‎varias misiones diplomáticas. Cuando fallece el presidente Haffez al-Assad, Bachar no es ‎candidato a la sucesión, pero la muerte de su padre abre un periodo de incertitud para ‎el país. Es solamente a solicitud del partido Baas –en aquel momento partido único– que Bachar al-Assad ‎acepta la presidencia de la República y los sirios confirman su nominación mediante en ‎referéndum. Siendo ya presidente de la República, Bachar al-Assad emprende un esfuerzo de ‎liberalización y modernización de su país. ‎

En esa época, el presidente sirio se comporta como un dirigente europeo, ni mejor ni peor. ‎Pero en 2011, cuando Siria se convierte en blanco de ataques externos y las potencias ‎occidentales le ofrecen a él todo tipo de privilegios personales si acepta abandonar el país, ‎Bachar al-Assad no se deja comprar. La familia Assad –en árabe “Assad” significa “león”– es conocida por su sentido del deber. Este hombre común se revela entonces como un dirigente ‎excepcional. Como el francés Charles de Gaulle, Bachar al-Assad pasa de la categoría de hombre ‎común a la de libertador de su país. ‎

La elección presidencial siria de 2021

En virtud de la ley siria sólo pueden ser candidatos a la presidencia los ciudadanos sirios que han ‎vivido en el país durante los 10 últimos años, o sea durante la guerra, lo cual es una manera de ‎descalificar a quienes corrieron a venderse a Occidente. Sólo 3 personalidades presentaron sus ‎candidaturas para participar en la elección presidencial de 2021. Estos candidatos subrayaron ‎públicamente los problemas sociales creados por los años de guerra y expusieron sus propuestas ‎para resolverlos. ‎

Pero la votación misma no podía ser más que un plebiscito porque acabó convirtiéndose en ‎expresión del agradecimiento de la Nación al hombre que asumió el deber de salvarla. Las cifras ‎son elocuentes: votó el 76,64% de los electores inscritos y el 95,1% de los votantes optó por ‎Bachar al-Assad. Mucho más que en 2014. ‎

Y la multitud celebró la victoria en todas partes, festejando tanto el triunfo en la elección ‎presidencial como la victoria de los sirios en la guerra contra los invasores. ‎

Esa es la victoria que las potencias y los líderes occidentales no quieren ver. Siguen asustados ‎por el recuerdo de sus propios crímenes y se empeñan en tratar de ocultarlos: en Siria, la ‎mayoría de las viviendas –ciudades enteras– hoy son sólo montones de escombros, un millón ‎y medio de sirios han quedados mutilados y al menos 400 000 hijos de Siria han muerto. ‎

[1«Alemania y la ONU contra Siria», por Thierry Meyssan, Al-Watan (Siria), Red Voltaire, 28 de enero ‎de 2016.

[2«Los Contras sirios apoyados por Washington están bajo el mando de un «ex» terrorista de al-Qaeda», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 19 de diciembre de 2011.

[3«La Hermandad Musulmana como tropa de ‎refuerzo del ejército de Estados Unidos», ‎por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 19 de julio de 2019.

[4«La doctrina Rumsfeld-Cebrowski», por Thierry Meyssan, ‎‎Red Voltaire, 25 de mayo de 2021.

[5«Juramento Nacional turco», Red Voltaire, 28 de enero de 1920.

[6«Il faut envoyer l’ONU pour pacifier la Syrie» (PDF en francés), Entrevista del ‎ex presidente francés Valery Giscard d’Estaing concedida a Henri Vernet y Jannick Alimi, ‎‎Le Parisien, 27 de septiembre de 2015; «¿Por qué Francia quiere derrocar la República Árabe Siria?», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 12 de octubre ‎de 2015.

[7«Resolución 2254 (Plan de Paz para Siria)», ‎‎Red Voltaire, 18 de diciembre de 2015.

[8“Strategic ‎Engineered Migration as a Weapon of War”, Kelly M. Greenhill, Civil War Journal, Volume 10, ‎Issue 1, julio de 2008; “Understanding the Coercive Power of Mass Migrations,” in Weapons of ‎Mass Migration: Forced Displacement, Coercion and Foreign Policy, Kelly M. Greenhill, Ithaca, ‎‎2010; “Migration as a Coercive Weapon: New Evidence from the Middle East”, in Coercion: The ‎Power to Hurt in International Politics, Kelly M. Greenhill, Oxford University Press, 2018.