La «suspensión» del Tratado sobre la Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF, siglas en ‎inglés), anunciada el 1º de febrero por el secretario de Estado Mike Pompeo, inicia la cuenta ‎regresiva que llevará Estados Unidos a salir completamente de este tratado, de aquí a 6 meses. ‎Pero Estados Unidos ya se considera libre para realizar ensayos y desplegar armas de la categoría ‎prohibida en ese documento: misiles nucleares terrestres de alcance intermedio (entre 500 y ‎‎5 500 kilómetros). ‎

A esa categoría pertenecían los misiles nucleares instalados en Europa en los años 1980: los ‎misiles balísticos Pershing 2, que Estados Unidos desplegó en Alemania Occidental y los misiles ‎crucero terrestres, instalados por Estados Unidos en Reino Unido, Italia, Alemania Occidental, ‎Bélgica y Holanda, bajo el pretexto de defender a los aliados europeos de los misiles balísticos SS-‎‎20, que la Unión Soviética había instalado en su propio territorio. ‎

El Tratado INF, firmado en 1987 por los presidentes Gorbatchev y Reagan, eliminaba todos los ‎misiles de esa categoría, incluyendo los que desplegados en Comiso, en la isla italiana de Sicilia.‎

Washington cuestionó el Tratado INF en cuanto Estados Unidos vio disminuir su ventaja ‎estratégica sobre Rusia y China. En 2014, la administración Obama acusaba a Rusia –sin aportar ‎la menor prueba– de haber realizado experimentos con un misil crucero (sigla 9M729) ‎perteneciente a la categoría prohibido por el Tratado. En 2015, la propia administración Obama ‎anunciaba que «ante la violación del Tratado INF por parte de Rusia, Estados Unidos está ‎considerando el despliegue de misiles terrestres en Europa». ‎

La administración Trump confirmó ese plan. En 2018, el Congreso estadounidense autorizó el ‎financiamiento de «un programa de investigación y desarrollo de un misil crucero lanzada desde el ‎suelo mediante una plataforma móvil por carretera». Por su parte, Moscú negaba que su misil ‎crucero violase el Tratado y, a su vez, acusaba a Washington de haber instalado en Polonia y ‎Rumania rampas de lanzamiento de misiles interceptores –los del «escudo»– que pueden ser ‎utilizadas para lanzar también misiles cruceros con ojivas nucleares. ‎

En este contexto es necesario recordar el factor geográfico. Un misil nuclear estadounidense de ‎alcance intermedio instalado en Europa puede alcanzar Moscú. Pero un misil similar instalado por ‎Rusia en su propio territorio puede ciertamente alcanzar las capitales europeas pero no puede ‎alcanzar Washington. Si invertimos la situación, es como si Rusia instalara sus misiles nucleares de ‎alcance intermedio en México. ‎

El plan estadounidense de enterrar el Tratado INF ha contado con pleno respaldo de los aliados ‎europeos de la OTAN. El Consejo del Atlántico Norte declaró, el 4 de diciembre de 2018, que «el ‎Tratado INF está en peligro por causa de las acciones de Rusia», país acusado de desplegar «un ‎sistema de misiles desestabilizador». El mismo Consejo expresó ahora su «pleno apoyo a la ‎acción de Estados Unidos de suspender sus obligaciones en el Tratado INF» e intimó Rusia a ‎utilizar los 6 meses que quedan «para regresar a la plena observancia del Tratado» [1].‎

La Unión Europea también ha contribuido a enterrar el Tratado INF. El 21 de diciembre de 2018, ‎en la Asamblea General de la ONU, la Unión Europea votó contra la resolución, presentada ‎por Rusia, para la «Preservación y la Aplicación del Tratado INF», rechazada con 46 votos ‎contra 43 y 78 abstenciones. La Unión Europea –que cuenta entre 27 miembros 21 países que ‎son también miembros de la OTAN– se alineó así completamente tras la posición de la OTAN, ‎que es en definitiva la posición de Estados Unidos. En otras palabras, la Unión Europea dio así ‎luz verde a une posible instalación de nuevos misiles nucleares estadounidenses en suelo europeo.‎

Sobre este tema tan importante, el gobierno del primer ministro italiano Giuseppe Conte se alineó ‎‎–al igual que sus predecesores– tras la OTAN y la Unión Europea. Y, desde la clase política ‎italiana, no se elevó ni una sola voz para exigir que sea en el Parlamento donde se decide cómo debe ‎votar Italia en la ONU sobre el Tratado INF.

Tampoco se elevó en el Parlamento ninguna voz para ‎exigir que Italia respete el Tratado de No Proliferación nuclear y que adopte el tratado de la ONU ‎sobre la prohibición de las armas nucleares, obligando Estados Unidos a retirar de nuestro ‎territorio nacional las bombas nucleares B61 y a renunciar al despliegue –previsto para la ‎primera mitad de 2020– de las bombas [nucleares estadounidenses] B61-12, todavía más ‎peligrosas que las anteriores.‎

Debido al hecho que acoge en su territorio armas nucleares e instalaciones estratégicas de ‎Estados Unidos, Italia está expuesta a peligros crecientes como base avanzada de las fuerzas ‎nucleares estadounidenses, lo cual la convierte en blanco de las fuerzas rusas. Un misil balístico ‎nuclear de alcance intermedio demora entre 6 y 11 minutos en alcanzar su objetivo. Bello ejemplo ‎de la defensa de nuestra soberanía, inscrita en la Constitución italiana, y de la seguridad que nuestro ‎gobierno dice garantizar cuando cierra la puerta a los migrantes mientras que la abre de par ‎en par a las armas nucleares de Estados Unidos. ‎

Fuente
Il Manifesto (Italia)

Traducido al español por la Red Voltaire a partir de la versión al francés de Marie-Ange Patrizio ‎