En otras épocas, los gobernantes europeos seguían los consejos de sus astrólogos. Hoy hacen lo que les indican los especialistas en estadística del Imperial College. Estos últimos siempre les han servido todos los argumentos imaginables para justificar el liberalismo en materia de salud pública. Y ahora predicen millones de defunciones, aunque esas predicciones carecen de rigor científico. El autor revela como estos charlatanes se han apoderado del control de las políticas que aplican la Unión Europea, el Reino Unido y varios estados en Estados Unidos.
Al principio de la guerra fría estuvo de moda en Occidente burlarse de la ceguera de los soviéticos que creían las necedades que predicaba el profesor Trofim Lysenko. En aquella época, Josef Stalin había prohibido la enseñanza de la genética y utilizaba a Lysenko para justificar la preeminencia del marxismo sobre la ciencia.. Sin embargo, Stalin no buscaba objetivos de orden “práctico”.
Hoy en día, Occidente se ve afectado por la misma enfermedad mental. El profesor británico Neil Ferguson asegura que las estadísticas permiten predecir el comportamiento de los seres vivos. Eso es estúpido pero muchos altos dirigentes políticos se lo creen. Desgraciadamente, contrariamente a los soviéticos, esos dirigentes políticos occidentales sacan de esa afirmación consecuencias políticas que arruinan sus países.
La creación del Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades
Hace unos 20 años que los dirigentes políticos occidentales vienen tratando de utilizar los conocimientos estadísticos sobre las epidemias para determinar cuáles son la opciones correctas en caso de peligro. A raíz de la epidemia de SRAS (Síndrome Respiratorio Agudo Severo) registrada en 2003, la Unión Europea se dotó en 2005 de un Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades (ECDC, sigla en inglés). Durante el segundo semestre de 2008, ese centro organizó un coloquio para estudiar si era oportuno cerrar las escuelas ante una epidemia de gripe y determinar en qué momento habría que decretar tal cierre y cuándo levantarlo. En aquella época no se hablaba de decretar un confinamiento generalizado de toda la población.
La principal contribución la hicieron el profesor británico Neil Ferguson y el investigador francés Simon Cauchemez, ambos del Imperial College de Londres, quienes comparaban los datos estadísticos de los cierres de escuelas en Hong Kong en 2003 y 2008, del cierre de escuelas provocado en Israel por la huelga de educadores del 2000, del impacto de las vacaciones escolares por zonas en Francia desde 1984 hasta 2006, del cierre de las escuelas infectadas por la gripe en Francia en 1957 y las estadísticas de la gripe española en ciertas ciudades de Estados Unidos y en Australia en 1918. También ponían de relieve las desigualdades e injusticias vinculadas a los cierres de escuelas en el Reino Unido y Estados Unidos.
A partir de aquel momento, el problema fue planteado al revés. Los expertos habían observado que los cierres de las escuelas no tenían ningún efecto notable en la cantidad final de decesos sino sólo en la rapidez de la propagación de la enfermedad. Su único objetivo era resolver la gestión del número de camas de hospitales. Las estadísticas dejaron de estar al servicio de los europeos para ponerse al servicio de una ideología: la gestión liberal del Estado.
Bernard Kouchner, el ministro de Exteriores de Francia que organizó aquel coloquio, había sido varias veces ministro de Salud (de 1992 a 1993, de 1997 a 1999 y de 2001 a 2002) y desde el ministerio de Salud había iniciado la reorganización del sistema hospitalario francés… pero no siguiendo criterios médicos sino según una lógica de rentabilidad. En alrededor de 15 años, Francia economizó cantidades sustanciales de fondos eliminando un 15% de las camas disponibles en los hospitales. Sin embargo, ese “ahorro” de fondos fue ínfimo cuando se compara con el enorme costo actual del confinamiento.
El charlatanismo del profesor Neil Ferguson
El profesor Neil Ferguson está clasificado como “la” referencia europea en materia de modelización de las epidemias. Sin embargo:
– En 2001, fue Neil Ferguson quien convenció al entonces primer ministro británico Tony Blair para que ordenara sacrificar 6 millones de bovinos para detener la epidemia de fiebre aftosa, decisión que costó 10 000 millones de libras esterlinas y que hoy se considera una aberración.
– En 2002, Neil Ferguson calculó que la enfermedad de las vacas locas mataría en el Reino Unido alrededor de 50 000 de personas y 150 000 más cuando la enfermedad se transmitiera a las ovejas. En realidad se registraron 177 decesos.
– En 2005, Neil Ferguson predijo que la gripe aviar provocaría 65 000 decesos en el Reino Unido. Hubo 457.
A pesar de todo lo anterior, Neil Ferguson se convirtió en consejero del Banco Mundial y de numerosos gobiernos.
Fue Neil Ferguson quien, el pasado 12 de marzo, hizo llegar al presidente francés Emmanuel Macron una nota confidencial en la que le auguraba medio millón de muertes en Francia. Muy impresionado, el presidente Macron decidió, esa misma tarde, ordenar el confinamiento generalizado de la población francesa. Fue también el profesor Neil Ferguson quien anunció públicamente, el 16 de marzo, que el Reino Unido registraría 550 000 de muertes –anuncio que obligó el gobierno británico a revisar su política– y 1,2 millones de decesos para Estados Unidos.
El investigador francés Simon Cauchemez, quien hasta 2009 fue el brazo derecho de Neil Ferguson, hoy dirige la unidad de modelización del Instituto Pasteur. Por supuesto, Cauchemez es miembro del Comité Científico instaurado por la presidencia de Francia, donde propuso el confinamiento generalizado de la población. El Comité fue creado por el profesor Jerome Salomon, director general de la Salud, y también hijo espiritual y ex consejero técnico del ya mencionado Bernard Kouchner.
La influencia del equipo de Neil Ferguson se basa en una estafa intelectual, según la cual la llamada «biología matemática» (sic) justificaría la aplicación del modelo económico liberal a la gestión de los servicios de salud.
El problema es que las estadísticas permiten evaluar los efectos de tal o más cuál medida, pero sólo a posteriori. Sin embargo, las estadísticas no permiten predecir el comportamiento de un organismo viviente, en este caso el comportamiento de un virus. Hay que empezar por entender que el “objetivo” de un virus no es matar sino sólo propagarse. El virus sólo mata involuntariamente, cuando el organismo vivo en el que logra instalarse no dispone de los anticuerpos adecuados. O sea, el virus no se propone matar a su portador, ni hacer desaparecer completamente una especie… simplemente porque desaparecería con ella.
En todo caso, extrapolar medidas utilizadas ante epidemias de gripe aplicándolas a la actual epidemia de Covid-19 es algo totalmente absurdo: la gripe afecta un gran número de niños, lo cual no sucede con el Covid-19, que –hablando en términos demográficos– mata principalmente personas de la llamada “tercera edad”, diabéticas y con problemas de hipertensión. La carga viral de los niños contaminados con el Covid-19 es muy ligera, tanto que ni siquiera se sabe aún si pueden llegar a ser contagiosos.
El 22 de marzo, el profesor Neil Ferguson reconoció haber hecho sus cálculos sobre la epidemia de Covid-19 basándose en una base de datos sobre epidemias de gripe de hace 13 años.
O sea, a este gurú de la ciencia occidental ya no le basta con elaborar justificaciones para las políticas liberales aplicadas a la salud pública. Ahora se dedica también a aconsejar el encierro de poblaciones enteras. Para enmascarar la verdad de esa deriva, los partidarios del profesor Ferguson desvían la atención del público aconsejando el uso generalizado de mascarillas quirúrgicas, que en realidad –como ya explicamos aquí– también carece de verdadera utilidad ante la epidemia [1]
La polémica alrededor del profesor Didier Raoult
Estas explicaciones arrojan una nueva luz sobre la polémica entre los partidarios del profesor Neil Ferguson y los discípulos del virólogo francés Didier Raoult [2]. Contrariamente a lo que se afirma en la prensa, no se trata de un problema de metodología. En realidad, es una cuestión de finalidad.
Neil Ferguson es un charlatán que hoy se ve atrapado en su propia charlatanería mientras que Didier Raoult es un médico clínico. Los adeptos de Ferguson necesitan muertos para creer en su religión. Los discípulos del virólogo Didier Raoult se dedican al cuidado de los enfermos.
No estamos ante un debate científico sino ante una guerra de errores repetidos a pesar de las realidades de la ciencia. Es sorprendente oír a miembros del Comité Científico de la presidencia de Francia reprocharle al profesor Raoult no haber realizado estudios comparativos con uso de placebos [3]. En plena crisis, están exigiendo que un médico responsable designe un grupo de enfermos que no recibirán el tratamiento que podría curarlos, lo cual equivale a sacrificarlos deliberadamente.
[1] «Pánico y absurdo político ante la pandemia» , por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 7 de abril de 2020.
[2] «Covid-19: propaganda y manipulación», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 21 de marzo de 2020.
[3] Un placebo es una sustancia inocua (farmacéuticamente inerte) que se administra a un grupo de personas durante un ensayo clínico, mientras que se administra a otros pacientes la sustancia cuya eficacia se quiere poner a prueba. Nota de la Red Voltaire.
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