Termina aquí la segunda parte de Sous nos yeux, libro de Thierry Meyssan titulado en español De la impostura del 11 de septiembre a Donald Trump. Ante nuestra mirada, la gran farsa de las primaveras árabes. El autor resalta aquí el amateurismo mostrado por los últimos presidentes de Francia, al dejarse llevar por los consejos de los partidarios del colonialismo, y el desastre que provocaron entre todos.
Este artículo este parte del libro De la impostura del 11 de septiembre a Donald Trump. Ante nuestra mirada, la gran farsa de las primaveras árabes.
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La intervención de Rusia
En septiembre de 2015, el gobierno de Hollande recibe con estupefacción la noticia del despliegue militar ruso en Siria. Aunque Moscú y Damasco habían estado preparando ese paso durante 3 años, París nunca imaginó que llegarían a concretarlo. El gobierno francés se sorprende aún más en agosto de 2016, cuando Rusia instala otra base, esta vez en Irán, aunque hacía un año que Teherán y Moscú se habían puesto de acuerdo.
Las fuerzas armadas de la Federación Rusa muestran gran cantidad de nuevas armas y utilizan el campo de batalla sirio para promover su industria militar. En unos meses, los aviones rusos destruyen una a una todas las fortificaciones que el grupo francés Lafarge había construido para los yihadistas. Pero París demora en entender lo que sucede, sobre todo porque Washington no se apresurará a hacérselo saber. Rusia ha instalado en la ciudad siria de Latakia un dispositivo que anula los sistemas de control y mando de la OTAN [1]. La alianza atlántica se queda sorda y ciega en un radio de 300 kilómetros alrededor de Latakia, en la costa siria del Mediterráneo. Además, cuando los aviones de la OTAN entran en esa zona ni siquiera logran hacer funcionar su armamento [2]. Para que los actores internacionales puedan comprobar la eficacia del sistema, Rusia realiza ensayos que alcanzan el espacio aéreo del Líbano, el de Chipre (incluyendo la gran base militar británica en esa isla) [3] y, posteriormente, parte del espacio aéreo iraquí.
Rusia despliega ese mismo sistema defensivo en Crimea y Kaliningrado. Como ha reconocido el Comandante Supremo de las fuerzas de la OTAN, la Federación Rusa se ha convertido de hecho en la primera potencia militar en materia de guerra convencional, superando a Estados Unidos.
París se repliega entonces hacia la aplicación del proyecto Juppé-Davutoglu de creación de un seudo Kurdistán en el norte de Siria, mientras que participa en la coalición internacional contra Daesh, conformada por Estados Unidos. Esa coalición publica comunicados triunfalistas sobre sus bombardeos contra los yihadistas. En el terreno, sin embargo, numerosos testigos denuncian que esa coalición estadounidense no lucha contra Daesh sino que le lanza en paracaídas cargamentos de armas y municiones. Por su parte, la República Árabe Siria envía sistemáticamente a la ONU, en previsión del pago de futuras reparaciones de guerra, listas detalladas de todas las instalaciones sirias de la industria del petróleo y del gas destruidas por los bombardeos aéreos de esa coalición.
Debido a las sanciones europeas que afectan la economía rusa, Moscú estima que no puede sostener indefinidamente su campaña de bombardeos. A pesar de ello, después de haber anunciado que esta terminaría el 6 de enero, en ocasión de la navidad ortodoxa, finalmente Rusia prolonga su ofensiva aérea hasta mediados de marzo.
Pensando únicamente en términos de intereses, los dirigentes franceses se persuaden de que Rusia se ha hecho presente en Siria sólo para extender su propia zona de influencia. Los referentes religiosos que Moscú exhibe son interpretados en París como simples trucos de propaganda interna. Los dirigentes franceses no conciben que una gran nación como Rusia sea capaz de actuar en función de algo más elevado.
El 5 y el 6 de mayo –en ocasión de los aniversarios del Ejército Árabe Sirio y de la Victoria contra el nazismo–, Siria y Rusia celebran su lucha en defensa de la civilización con dos conciertos en la ciudad siria de Palmira, que acaba de ser liberada de Daesh. Los presidentes Bachar al-Assad y Vladimir Putin intervienen en la celebración por videoconferencia, en una pantalla gigante instalada en los vestigios del anfiteatro antiguo de Palmira, donde una orquesta interpreta un repertorio de música clásica. La famosa «ciudad del desierto» representa la eterna resistencia de los pueblos del Levante ante el imperialismo romano, pero Palmira es también uno de los lugares más estratégicos de esta guerra, de ahí que fuese ocupada por Daesh.
Antes de retirar sus bombarderos, Moscú firma un acuerdo con el Departamento de Estado. Estados Unidos proclama su buena fe y jura no estar al tanto de lo que hace Jeffrey Feltman, desde la sede de la ONU en Nueva York, a favor del Emirato Islámico. John Kerry y Serguei Lavrov deciden entonces retomar la dirección de las negociaciones de Ginebra. Acuerdan imponer a los dos bandos un cese de hostilidades –del cual quedarán excluidos los “terroristas”–, facilitar el envío de ayuda humanitaria a las poblaciones sitiadas y conformar ellos mismos el próximo gobierno sirio, buenas intenciones que no durarán mucho.
Macron el indeciso
En mayo de 2017, hartos de los catastróficos mandatos de Nicolas Sarkozy y Francois Hollande, los franceses eligen presidente a un desconocido: Emmanuel Macron. Alto funcionario del Tesoro, Macron muestra en su hoja de servicios un periodo de trabajo en el banco Rotschild. Emmanuel Macron es un “mandarín”, o sea un personaje sin filiación política, pero representa a los 300 miembros de la Inspección General de Finanzas, que en muchos casos exhiben sin ningún escrúpulo en sus oficinas de la presidencia de la República Francesa un certificado de felicitación proveniente de una autoridad extranjera: el Departamento de Estado de los Estados Unidos de América.
Surgido de la nada, Emmanuel Macron –quien había renunciado a sus funciones en la presidencia de la República y tenía intenciones de dedicarse simplemente a trabajar como profesor en la London School of Economics y en la universidad de Berlín– se convierte de la noche a la mañana en ministro de Economía del presidente Hollande y contará después con el apoyo de personajes particularmente influyentes para realizar su campaña electoral con vista a la elección presidencial francesa de 2017. Macron parece haber contado principalmente con la ayuda de sus amigos Henry y Marie-Josée Kravis, los accionistas más importantes de KKR, el mayor fondo de inversiones de todo el mundo [4].
Forzado a dimitir por la administración Obama, el general David Petraeus, ex director de la CIA, se convierte en empleado del ultramultimillonario Henry Kravis.
El presidente Macron quiere mantener buenas relaciones con todos. Así que inicia su mandato presidencial con algunas frases a favor del restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Damasco y envía emisarios a Siria. Y se queda muy sorprendido cuando esos emisarios no logran que el presidente Assad los reciba. El presidente sirio les hace saber, sin reunirse con ellos, que no aceptará ninguna delegación ni embajada francesa hasta que París haya puesto fin a su apoyo militar a los yihadistas. Sólo entonces descubre Macron la verdadera envergadura de la participación secreta de Francia en esta guerra.
En definitiva, después de haber casi, al mismo tiempo, declaraciones a favor y en contra de Siria, el presidente Macron adopta una “tercera vía”: siguiendo los consejos del embajador Michel Duclos, Macron deja el expediente sirio en manos de su ministro de Exteriores, Jean-Yves Le Drian, quien, como ministro de Defensa de Francois Hollande, ya se había destacado como el partidario más ferviente de la destrucción del Estado sirio. Michel Duclos es un neoconservador, consejero especial de la Fundación Montaigne y del Atlantic Council. Siendo embajador de Francia en Damasco, Michel Duclos estableció estrechos vínculos con personajes sunnitas de la gran burguesía siria que son, en secreto, miembros de la Hermandad Musulmana.
En lo adelante, el presidente francés Macron dejará de referirse a Siria –lo hará sólo en relación con la cuestión del Líbano, país donde una serie de manifestaciones contra la clase política –en octubre de 2019–, una grave crisis bancaria –en julio de 2020– y una gigantesca explosión inexplicada en el puerto de Beirut –en agosto de 2020– provocan la brusca desaparición de la clase media y un derrumbe generalizado (200%) del nivel del vida [5].
Esta explosión, resultado del uso de un arma de nuevo tipo en Siria, crea un hongo atómico táctico.
Vista de la doble explosión en el puerto de Beirut. La segunda crea un hongo atómico táctico.
Después de la doble explosión que arrasó el puerto de Beirut, en agosto de 2020, el presidente francés Emmanuel Macron viaja en dos ocasiones a la capital libanesa. La primera vez, le presentan una petición pública –orquestada en secreto por la inteligencia exterior francesa (DGSE)– cuyos firmantes piden que se reinstaure el «mandato» de Francia sobre Líbano. La segunda vez, Macron celebra el centenario de la proclamación del «Gran Líbano» por el general francés Henri Gouraud, líder de los partidarios del colonialismo francés [6].
El presidente libanés Michel Aoun solicita al presidente Macron que entregue las fotos satelitales de las explosiones que arrasaron el puerto de Beirut… solicitud que quedará sin respuesta de la parte francesa. El desastre coincidió con el vuelo de 2 cazabombarderos no identificados sobre la capital libanesa. La segunda explosión provocó un hongo similar al que puede verse en una explosión atómica. Tres embajadas en Beirut recuperaron de inmediato filtros de aire de varios vehículos que se hallaban en el lugar de los hechos y los enviaron a sus países respectivos para analizarlos. Esas sedes diplomáticas, y el ejército libanés, estiman actualmente que lo que destruyó el puerto de Beirut fue un misil atómico táctico. Sin embargo, la investigación judicial se empeña en seguir pistas falsas… exactamente como sucedió con el asesinato del ex primer ministro libanés Rafic Hariri.
En definitiva, las pretensiones francesas de recolonizar Líbano –a falta de haber logrado hacerlo en Siria– se estrellan desde el primer momento contra el plan estadounidense de división del Líbano [7] y de Israel [8], y después contra el acuerdo de junio de 2021 entre los presidentes Biden y Putin [9].
Balance provisional
Es un error hablar de una “política francesa” ante las llamadas «primaveras árabes». En primer lugar porque París no entendió quién estaba orquestando los acontecimientos ni por qué lo hacía, y porque los sucesivos gobiernos franceses nunca trataron de defender los intereses de su país. No podemos más que señalar el comportamiento errático de Francia, siempre en busca de las oportunidades que se abrían a sus dirigentes para obtener dinero fácil.
Sobre este último punto, al igual que en muchos otros aspectos, ya no tiene sentido empeñarse en buscar diferencias entre la derecha y la izquierda francesas. Nicolas Sarkozy, Alain Juppé, Francois Hollande y Laurent Fabius aplicaron el mismo sistema de “privatización” de la política del país, o sea de utilización de la política nacional con fines personales, aunque Sarkozy se mostró más flexible y al menos puso fin a los ataques contra Siria cuando entendió que vencer era imposible. Existen, sin embargo, en el seno de casi todas las formaciones políticas francesas, diferencias entre colonialistas y antiimperialistas y se destacan algunas personalidades que han tratado de salvar el honor de Francia.
El ex presidente francés Valery Giscard d’Estaing expresó claramente –en entrevista concedida a la publicación Le Parisien (edición del 27 de septiembre de 2015 [10])– lo que subyace tras esta carencia de la política francesa. En respaldo a su sucesor de izquierda Francois Hollande, este ex presidente de derecha declara que se interroga «sobre la posibilidad de crear un mandato de la ONU sobre Siria, con una duración de 5 años». Esto es una fórmula elegante para traer a colación el mandato que Francia ejerció sobre Siria, con el aval de la Sociedad de las Naciones, desde 1920 hasta 1946. El «mandato» era una expresión políticamente correcta para designar la colonización de Siria, planificada durante la Primera Guerra Mundial por sir Mark Sykes, Francois Georges-Picot y Sergei Sazonov, quienes representaban respectivamente al Reino Unido, Francia y la Rusia zarista, en los célebres «acuerdos Sykes-Picot». La declaración de Valery Giscard d’Estaing está muy lejos de ser casual ya que este ex presidente francés tiene un parentesco lejano con Francois Georges-Picot.
Si llegara a organizarse un tribunal de Núremberg para ellos, los miembros de la administración Sarkozy tendrían que responder por haber «privatizado» la política nacional de Francia, utilizándola en beneficio de intereses personales, y por las 160 000 vidas (cifra de la Cruz Roja Internacional) que costó al pueblo libio la operación contra su país. Por supuesto, esos dirigentes franceses compartirían esa responsabilidad con personajes de otros países, fundamentalmente de Estados Unidos, del Reino Unido, de Qatar y Turquía. Pero, en cuanto a sus crímenes en Siria, los miembros de la administración Sarkozy obtendrían un sobreseimiento por haberse retirado de la guerra en febrero de 2012 y por haber pactado la paz con la República Árabe Siria. Sin embargo, la administración del presidente Hollande y sus cómplices tendrían que responder por los 300 000 muertos sirios (cifra del secretario general de la ONU) y por los entre 200 000 y 300 000 yihadistas muertos en el conflicto (estimado del Ejército Árabe Sirio y el ejército de Irak).
Francia y sus aliados tendrían que ser considerados responsables de los acontecimientos que provocaron. En cuanto a determinar si el pueblo francés estaba o no consciente de los crímenes que se cometían en su nombre… en una democracia cada ciudadano que guarda silencio se considera responsable de las acciones de los dirigentes en cuya elección participó.
Los franceses y sus aliados tendrían además que pagar por la destrucción de dos terceras partes de Siria –el Banco Mundial evalúa los daños como mínimo en 300 000 millones de dólares–, incluyendo los graves daños causados a casi toda la infraestructura de las industrias del petróleo y el gas y a gran parte de los monumentos antiguos.
(Continuará)
La edición en español de este libro también existe en papel.
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[1] «¿Qué asustó tanto al USS Donald Cook en el Mar Negro?», Red Voltaire, 13 de septiembre de 2014; «Rusia interfiere los sistemas de mando del portaviones USS Ronald Reagan y de la VII Flota», Red Voltaire, 2 de noviembre de 2015.
[2] “Top NATO general: Russians starting to build air defense bubble over Syria”, Thomas Gibbons-Neff, The Washington Post, 29 de septiembre de 2015.
[3] «Rusia solicita a Líbano y Chipre limitación parcial de sus espacios aéreos», Réseau Voltaire, 21 de noviembre de 2015.
[4] «¿Con quién está en deuda Emmanuel Macron?», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 11 de diciembre de 2018.
[5] «¿Quién está destruyendo el Líbano y por qué?», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 22 de diciembre de 2020.
[6] «La pésima pieza de teatro del presidente Macron en Líbano», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 29 de septiembre de 2020.
[7] «¿Hacia una división del Líbano?», Red Voltaire, 9 de octubre de 2020.
[8] «¿Será que está empezando la “guerra civil” en Israel?», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 18 de mayo de 2021.
[9] «Hacia un Líbano neutral, bajo tutela ruso-estadounidense y administración siria», Red Voltaire, 30 de junio de 2021.
[10] «Il faut envoyer l’ONU pour pacifier la Syrie», entretien avec Henri Vernet et Jannick Alimi [en español, “Hay que enviar la ONU a pacificar Siria”, entrevista realizada por Henri Vernet y Jannick Alimi], Le Parisien, 27 de septiembre de 2015
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